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DENEGACIÓN

Respuesta negativa a una solicitud de la parte acusada reclamando que una demanda del alegato no es cierta (reclamación de hecho)

ALFONSO

Unos días más tarde…

Me encontraba oficialmente fuera de mi maldita mente.
Estaba en mi bañera, con Anahí sentada encima de mí, jadeando mientras salía de otro orgasmo.
Pasaría la noche en mi departamento por tercera vez esta semana, y era inútil pretender siquiera que me importaba.

No me encontraba seguro de qué demonios pasaba, pero definitivamente había llegado a mí. Se infiltraba en todos mis pensamientos, y no importaba lo que hiciera para tratar de recuperar mis sentidos, para recordarme que esto sólo podría ser temporal; cada vez se deslizaba más profundamente en mi vida.

—¿Por qué estás tan tranquilo esta noche? —preguntó.
—¿No tengo permitido pensar?
—No cuando una mujer está desnuda en tu regazo.
—Te daba una oportunidad para relajarte. —Deslicé mis manos por debajo de sus muslos—. ¿De qué mierda innecesaria quieres hablar hoy?
—No es innecesario —dijo—. Se trata de tu familia.
—¿Qué pasa con mi familia?
—¿Todavía están en Nueva York?
Me impedí apretar la mandíbula. —No lo sé
—¿No lo sabes? —Levantó la ceja—. ¿Qué quieres decir con que no lo sabes? ¿Estás distanciado de ellos?
—No… —Suspiré—. Simplemente no tengo padres.

Inclinó la cabeza hacia un lado. —Entonces, ¿por qué recuerdo que me contaste una historia acerca de tu mamá el primer mes en que nos conocimos?
—¿Qué historia?
—La historia de Central Park y el helado. —Me miró a los ojos, como si estuviera esperando que dijera algo—. Dijiste que te llevó a alguna feria para niños, creo. Era algo que hacían todos los sábados. Pero lo que recordabas es que un día estaba lloviendo y ella de todas formas te llevó, e hicieron la fila durante una hora sólo para obtener una bola de vainilla.

Parpadeé.
—¿La historia no está bien? ¿Estoy mezclándola con algo más?
—No —le dije—. Así es… pero no la he visto desde entonces.
—Oh… —Bajó la mirada—. Lo siento.
—No lo hagas. —Pasé un dedo por sus labios—. Todo resultó muy bien.
—¿Puedo hacerte unas cuantas preguntas más?
—Tienes una cuota de preguntas diarias a partir de hoy.

Rodó los ojos. —¿Qué representan todas las imágenes de "E" y "A" en tu pasillo?
Sentí un dolor repentino en el pecho.
—Nada.
—Si odias tanto Nueva York y no quieres hablar de tu pasado o de lo que perdiste hace seis años, ¿por qué tienes tantos recuerdos colgando en tus paredes?
—Anahí…
—Está bien, olvida esa pregunta. ¿Y la cita en latín a través de tu corazón? ¿Qué significa?
Mientes sobre una cosa, mientes sobre todo…

Besé sus labios antes de que me pudiera preguntar algo más. Empezaba a preguntarme por qué no quiso ser una maldita periodista en lugar de una bailarina.

—Es tu turno —dijo en voz baja—. Ahora puedes hacerme preguntas.
—Preferiría follarte de nuevo. —La levanté conmigo y la ayudé a salir de la bañera.

Nos secamos y fuimos a mi habitación. Justo cuando la atraía hacia mí, sonó el timbre.

Suspiré. —La cena llegó temprano. —Me coloqué unos pantalones y una camiseta y me dirigí a la puerta con mi tarjeta de crédito.

Al segundo en que abrí, encontré a la última persona en la tierra a la que quería ver. Ava.

—No te atrevas a cerrarme la jodida puerta en la cara esta vez —dijo entre dientes—. Tenemos que hablar.
—No necesitamos hablar una mierda. —Salí y cerré la puerta detrás de mí—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te quiero aquí?
—Tantas veces como te tome creerlo de verdad, porque no lo haces. —Se burló—. Pregúntame por qué vine a Durham a verte, señor Herrera. Apacíguame y me iré lo más lejos posible.
—Te vas a ir bien lejos, independientemente de lo que haga —dije rotundamente—. Realmente no me importa una mierda por qué viniste aquí.
—¿Ni siquiera si vine para firmar los papeles del divorcio?
—Podrías haberme enviado esa mierda por correo. —Apreté los dientes—. Y ya que estoy seguro de que se te están acabando los pretextos para impugnarlo, estoy dispuesto a esperar hasta que todas las opciones se agoten. Estoy seguro de que tus abogados te dejarán tan pronto como se enteren de qué tipo de cliente eres.
—Todo lo que estoy pidiendo es diez mil dólares al mes.
—Ve a pedírselos al hombre al que te follabas en nuestra habitación mientras me encontraba trabajando. —La miré, lívido—. O mejor aún, pregúntale al juez al que sólo "te follaste por un favor", o bueno, podrías ir a follar con mi ex mejor amigo. Dormir con él siempre parecía sentarte bien, ¿verdad?
—Tampoco eras el Señor Perfecto.
—Nunca te engañé, y nunca mentí.

El Abogado Y La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora