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PUNTO MUERTO

La incapacidad de dos partes para llegar a un acuerdo negociado

ANAHÍ

Pocos días después…

Me seguía doliendo el corazón —tambaleándose, y aunque le había dicho a Alfonso que nunca me volviera a llamar y que no quería saber nada de él, no podía seguir adelante hasta recibir una disculpa.

Lo necesitaba...

Me sentí mal del estómago después de darle ese reloj, y tontamente esperaba que llamara y digiera, "yo también te amo" pero actuó como si eso no significara nada.

Sin llamar, abrí la puerta de su oficina y la cerré detrás de mí.

Alzó una ceja mientras me acercaba a su mesa, pero no colgó el teléfono.
—Sí, eso estará bien —habló en el auricular.
—Necesito hablar contigo —solté—. Ahora.

Hizo un gesto para que tomara asiento, pero siguió hablando.
—Sí. Eso funcionará también.

Me senté y cruce los brazos, intentando no mirarlo demasiado duro. Era la perfección absoluta hoy —luciendo más follable que de costumbre con un fresco corte de cabello y un nuevo traje gris de marca. Sus ojos me observaron intensamente como siempre, y me di cuenta de que en realidad estaba usando el reloj que le di. Incluso lo combinó con gemelos a juego.

Tal vez estoy exagerando después de todo…

—Correcto… —Se recostó en su asiento y escribió algunas cosas sobre su teclado—. Te veré a las ocho en punto de esta noche, Sandra. Habitación 225.

Mi estómago cayó.

—¿Algo con lo que la pueda ayudar, señorita Puente? —Colgó el teléfono—. ¿Hay alguna razón por la cual irrumpió en mi oficina sin llamar?
—¿Te has follado a alguien ya?
—¿Es esa una pregunta sería?
—¿Te has follado a alguien ya? ¿Lo hiciste?
—¿Importaría eso?
—Sí, eso malditamente importaría< —Mi sangre hervía mientras me levantaba—. ¿Te has acostado con alguien más?
—Aún no. —Entrecerró los ojos y también se levantó, acercándose a mí—. Sin embargo, realmente no veo cómo eso es asunto tuyo.
Miré su muñeca.
—¿Por qué llevas ese reloj si no sientes lo mismo que yo?
—Es el único reloj que combina con mis nuevos gemelos.
—¿En serio eres tan ciego? —Había lágrimas brotando de mis ojos—. ¿En Serio…?
—Te dije hace mucho tiempo que no hago eso de los sentimientos, que si alguna vez fallábamos, ese sería el final de nosotros. —Colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Sin embargo, me doy cuenta de que al cruzar la línea contigo, personal y profesionalmente, un porcentaje de la culpa es mía.
—¿Un porcentaje?
—¿Te gustaría que traiga al contador de la empresa? Estoy seguro de que él puede calcular la cifra exacta.
—Alfonso… —
Estaba a punto de perderlo.
—Ya que en realidad rompimos los límites, y éramos, de hecho, amigos antes, estoy dispuesto a volver a ese acuerdo.

Sacudí la cabeza cuando él levantó mi barbilla y me miró a los ojos.
—Todavía podemos hablar por teléfono por la noche —dijo—. Puedes hablarme acerca de tu ballet, tus padres, tu vida… Y, para ser considerado con tus sentimientos, voy a hablarte acerca de mi vida, pero voy a dejar fuera a mis ligues de una noche hasta que hayas superado por completo lo que sea que pienses que teníamos.
—Te dije que te que te amaba… —Las palabras se precipitaron de mi boca.
—Te dije que no deberías.
—Realmente no puedes ser una persona tan insensible y fría, Alfonso…
—¿Qué quieres que te diga, Anahí? —Su tono cambió—. ¿Que tu coño era tan mágico que me abrió los ojos y me hizo querer cambiar todas mis maneras de ser por ti? ¿Que no puedo vivir ni respirar sin saber que estás a mi lado? ¿Es eso lo que estás esperando que diga?
—No. —Intenté no llorar—. Una simple disculpa por…
—¿Echar tu curioso culo de mi apartamento? —Me miraba fijamente—.¿Por tratar de evitar que te sientas como lo haces en este momento? Bien. Lo siento por no hacerlo antes.

El Abogado Y La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora