21

173 12 0
                                    

ESTANCIA

Un retraso a corto plazo ordenado por el tribunal en los procesos judiciales

ALFONSO

—¿Señor Herrera? —La azafata le dio una palmadita a mi hombro—. Todos los otros pasajeros han dejado el avión, señor. Gracias por volar en primera clase y espero que disfrute de Nueva York.
—Lo intentaré. —Me paré y agarré mi portafolio del compartimiento superior.

Traté de evitar venir aquí durante semanas, pero fue en vano. En el segundo que reservé mi billete, cancelé todas mis consultorías y reuniones, pedí una extensión de tiempo en mi caso actual y empaqué una maleta. Solo una.

No necesitaba estar en esta ciudad más de un día y me rehusaba siquiera a testificar. Iba a presentarle un testimonio escrito al juez y a regresar inmediatamente a Durham.

Mientras caminaba por el aeropuerto, me di cuenta de que algunas cosas habían cambiado, pero no tanto como había esperado. La gente aún caminaba a un paso veloz, el aire todavía olía a fracaso y el periódico principal seguía siendo The New York Times.

Puse unos pocos dólares en la máquina de periódicos, girando la llave para poder sacar mi copia y luego pasé a la sección central donde se hallaban los artículos de justicia.
Allí estaba. Sección C. La historia que cubría toda la página:

Otra Audiencia en el Actual Juicio de Hart:
Arango Testificará esta Semana

Le eché un vistazo al artículo, un poco impresionado de que el periodista estuviera escribiendo hechos esta vez y no manchando mi nombre por el placer de hacerlo.

También me di cuenta de que aún no había fotos mías.

Que sorpresa…

—¡Por aquí, señor Herrera! —Una morena saludaba cuando me bajé de la escalera mecánica—. ¡Por aquí!

Me acerqué y me tendió su mano.
—Soy Rebecca Waters, abogada principal.
—Sé quién es. —Le ofrecí un firme apretón de manos—. ¿Qué tan rápido podemos llegar al despacho del juez?
—¿El despacho del juez? —Levantó una ceja—. Se supone que debo registrarlo en un hotel para que podamos discutir su testimonio... Se supone que usted debe quedarse durante un par de semanas.
—Mi vuelo de vuelta parte en quince horas.

Lucía estupefacta.
—¿Solo quiere presentar un testimonio escrito? ¿Después de todo este tiempo?
—Encuentro algo impresionante que sepa cómo escuchar y comprender al mismo tiempo. —Miré mi reloj—. ¿Dónde está el coche con chofer?

Gimió y me condujo por la bulliciosa terminal a través de las puertas hasta el estacionamiento de los autos ejecutivos. Estaba balbuceando sobre lo "importante" que era este caso, cómo sería finalmente cerrar un capítulo en mi vida, pero yo no escuchaba.

Mi mente estaba contando, literalmente, los segundos para que dejara este lugar.

—Buenos días, señor. —El conductor agarró mi bolsa cuando nos acercamos al coche—. Espero que disfrute de su estancia en la ciudad de Nueva York.

Asentí y me metí en el asiento trasero, rodando mis ojos cuando Rebecca se sentó a mi lado.
—¿Podrías al menos quedarte una noche y pensar en esto, Miguel?
—¿Cómo acabas de llamarme?
—Lo siento —dijo—, Alfonso quiero decir, señor Herrera. ¿Podría al menos pensar en ello?
—Lo acabo de hacer.
—Bien. —Sacó su teléfono y miré por la ventana mientras el coche se deslizaba a través de la ciudad.

Me estremecí cuando pasamos una cartelera donde una vez mi antigua empresa mantuvo un anuncio, cerré los ojos cuando pasamos la tienda favorita de juguetes de Emma.

El Abogado Y La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora