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SUPOSICIÓN A PRIORI

Una suposición que es cierta, sin más pruebas o necesidad de demostrarlo.

ANAHÍ

Me desperté a la mañana siguiente hecha un manojo de nervios, completamente aturdida.
No podía creer que Alfonso se encontrara en Nueva York, no podía creer que hubiera admitido que me extrañaba en los escalones de mi entrada la noche anterior.

Verlo de nuevo despertó todas mis emociones, y aunque le dije a Brian que Alfonso y yo habíamos terminado, pasé el resto de nuestra cita la noche anterior pensando en él.

Él y su perfecto traje. Él y sus perfectos labios que casi se presionaron contra los míos cuando discutimos. Y, vergonzosamente, él y su perfecta polla que sentí endureciéndose en sus pantalones mientras me llevaba a la pista de baile.

¡Ugh!

Me levanté de la cama y le envié a Brian un mensaje de texto.

Hoy es mi día privado con Ashcroft… ¡Deséame suerte!

Su respuesta llegó de inmediato.

¡Buena suerte, nena! Consigue un poco de café, lo vas a necesitar…

Deslizándome en la ducha, me regañé a mí misma.

—Brian es un amor y es bueno para ti... Puede apestar en el sexo telefónico, y puede que no tengas ningún deseo de dormir con él en este momento, pero te trata mejor de lo que nunca has sido tratada antes...

Cuando estuve arrugada y como una ciruela pasa, salí y comprobé la hora... 04:30 a.m.

Tenía veinte minutos para llegar a la estación de metro más cercana y evitar la ira de Ashcroft.

Colocándome unos pantalones viejos, agarré mi bolso de ballet y cogí mi abrigo de la barandilla que había en el pasillo. Registré dos veces mi monedero para comprobar que tenía el pase del metro, y cuando abrí la puerta, me encontré cara a cara con un extraño y una taza de café humeante.

—Buena suerte en la práctica de hoy —dijo, entregándomelo—. Esto fue hecho especialmente para usted.
—¿Desde cuándo las tiendas de café hacen entregas a domicilio?
Se encogió de hombros.
—No lo hacen.

Me quedé mirando la taza mientras se alejaba, notando que mi nombre se hallaba grabado encima de la crema batida en caramelo, con "Buena suerte" escrito en letra cursiva en la etiqueta.

Era una firma del tipo “movimiento dulce de Brian”, y de inmediato me sentí culpable por no darle toda mi atención anoche. Mientras caminaba hacia el metro, bebiendo lo que era sin duda el mejor café que había probado, me prometí darle toda mi atención de aquí en adelante.

Borré todos los viejos textos y correos electrónicos de Alfonso, incluso los que había fingido borrar al colocarlos en el archivo. Bloqueé su número, evitando que sus llamaras entraran, y aunque no podía bloquear sus correos, cambié la configuración de mi bandeja de entrada para que pudieran ir directamente a mi carpeta de no deseados.

Cuando por fin llegué a la práctica de la mañana, bailé mejor que lo que jamás había bailado antes...

*****

Más tarde esa noche…

—¿Cómo encuentras el tiempo para tomar el metro justo a tiempo para encontrarte conmigo en la práctica y acompañarme a casa?
Miré a Brian cuando cruzamos la calle
—.¿Dónde encuentras la energía?
—Hago tiempo para todas las cosas que realmente me gustan. —Me besó la frente.
—¿Quieres ver una película este fin de semana? ¿Mi recompensa? Te debo una...
—¿Qué te hace decir eso?
—Todavía me siento mal por la noche de gala y lo que ese tipo de mi pasado te dijo —le respondí—. Lo siento mucho.
—Sin problema. Estoy seguro de que él...

—Dejó de hablar cuando nos acercamos a mi casa, señalando al hombre que estaba apoyado en la puerta.

Alfonso.

Tomé una respiración profunda mientras Alfonso bajaba los escalones.

—Buenas noches, Anahí —dijo, sonriendo con suficiencia—. Y tu nombre es bailarín, ¿correcto?
—Es Brian.
—Suficientemente cerca.

Brian se cruzó de brazos.
—Podría jurar que la escuché decir que ya no te quería. ¿Por qué no puedes captar la indirecta?
—Porque ella dice cosas que no quiere decir todo el tiempo. —Me miró, encendiendo mis nervios al instante—. Y sé que sólo está enojada conmigo.
—¡Hombre! —Brian dejó escapar un suspiro de exasperación—. Soy su novio, así que claramente ella siguió adelante... Tiene novio.
—Honestamente, no me siento amenazado —dijo sin dejar de mirarme—. ¿Recibiste mi café esta mañana?

¡¿Qué?!

—¿Eso fue de tu parte? —Mis ojos se abrieron mucho—. Pensé...
—¿Qué café, Any? —Brian lució preocupado—. ¿De qué está hablando?
—Alfonso... —Negué con la cabeza—. Gracias por el café, pero eso no arregla nada...
—Nunca dije eso.

Un viento frío me envolvió y me sentí atraída por él, literalmente, atraída por él, y di unos pasos hacia adelante. Pero luego retrocedí.

—Estoy con Brian ahora... —Agarré la mano de Brian y lo llevé hasta mi puerta, negándome a volverme a mirar a un Alfonso aparentemente herido.

Cerré la puerta y miré por a través de las persianas, notando que él todavía se encontraba allí de pie.
Confundido.

—Mira, Any... —El sonido de la voz de Brian me llamó la atención—.No creo que esto funcione.
—¿Qué? No, no, no. Por supuesto, funcionará. Esto es sólo un problema menor.
—Creo que tu corazón y tu mente están en otra parte... Creo que siempre lo han estado, en realidad.
—¿En serio? —Me crucé de brazos—. ¿Porque un psicópata de mi pasado se presenta una noche y de repente me quiere otra vez? ¿Eso es lo que te hace pensarlo?
—Eso, y el hecho de que un psicópata me envió hoy un mensaje de texto que decía “Su coño me pertenece”. Justo ahora acabo de recordarlo...

Suspiré y él se acercó, besando mi frente.
—Si se trata de un problema menor, y él no significa nada más para ti, podemos intentarlo de nuevo en un mes.
—¿Un mes?
Él asintió.
—De esa manera lo sabré a ciencia cierta, y nuestro sexo telefónico será dos veces más sorprendente ya que no lo habremos hecho en mucho tiempo. Entonces, tal vez podamos ascender al sexo real.

No dije nada, y él salió de mi casa.
Me asomé a través de las persianas de nuevo, viéndolo desaparecer en la noche, y luego me di cuenta de que Alfonso seguía de pie fuera.

Lívida, bajé a pisotones las escaleras y me dirigí directamente hacia él.

—¿Tienes alguna idea de lo mucho que te odio en este momento?
—El odio no es algo que se pueda medir de manera adecuada.
—Acabas de arruinar la única gran relación que tenía en esta ciudad. Acabas de hacer que me dejara.
—Bien —dijo—. Te hice un favor.
—¿Es así como piensas que hablaré contigo de nuevo?
—Parte de ello.
—No va a funcionar. —Presioné mi dedo contra su pecho, haciendo énfasis en cada sílaba—. Te dije que tendrías que jodidamente rogarme, y puesto que sé que no es así como trabajas...
—No sabes cómo jodidamente trabajo.
—¿Vas a acompañarme a la estación de metro cada mañana?
—Tengo un maldito coche.
—¿A acompañarme cuando vuelva de los ensayos?
—La misma respuesta.
—¿Realmente vas a tratarme con un poco de maldito respeto?
Capturó mi cara entre sus manos.
—Si me das la oportunidad de....
Di un paso atrás, todavía enojada.
—No esperaré de pie...

El Abogado Y La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora