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CONDENA

Fallo de culpabilidad contra un acusado

ALFONSO

—¿Señor Herrera? —Anahí dejó mi café en mi escritorio dos semanas después. Insistí personalmente en que trabajara como mi pasante, a pesar de que mirarla me hacía enojar.

Hice un punto de no decir demasiado a su alrededor, me abstuve de mirarla demasiado tiempo, y fui más cruel que nunca, incluso despectivo. La hice responsable de traer mi café a diario, le exigí que volviera a hacer cada tarea, al menos tres veces, y cada vez que me pedía ayuda, le respondía con un frío "imagínalo por ti misma."

Nunca parecía molesta u ofendida por mi dureza, lo que me hacía sentir aún más furioso. Pensé que tenerla trabajando para mí me permitiría verla agrietarse bajo la presión y que mi atracción por ella desaparecería, pero sólo se intensificaba cada vez que veía su cara.
Especialmente hoy.

Cuando acomodó mi café, noté que sus pezones se asomaban a través de su fino vestido de color beige, que además era tan ajustado que permitía ver la impronta de sus bragas de encaje.

Joder…

—¿Señor Herrera? —preguntó de nuevo.
—¿Sí, señorita Puente?
—Tengo un ensayo importante para un ballet del que formo parte, así que me preguntaba… —Parecía absolutamente nerviosa—. ¿Puedo irme a casa temprano hoy?
—No.
Suspiró. —Realmente necesito estar en este ensayo… es en el Grand Hall.
—¿Y?
—Y —dijo, aclarándose la garganta—, con el debido respeto, Señor Herrera, esto es algo grande para mí. El Grand Hall está generalmente reservado para las actuaciones, por lo que el hecho de que lo abran y nos dejen usarlo en un ensayo es…

No la escuchaba, y por mucho que quería regresar a mi trabajo y dejarle claro que era ignorada, no pude. Me encontraba demasiado ocupado mirando los contornos de su boca.

—Eso es un hecho. —Seguía hablando por alguna razón—. Creo que he marcado puntos muy válidos, y como no estoy pidiendo demasiado, debería estar de acuerdo en dejarme ir. —Regrese al trabajo, señorita Puente.
—Señor Herrera, por favor…
—Regrese. Al. Trabajo. —La miré, desafiándola a dejar que otra palabra saliera de su seductora boca—. No me interesa su vida personal. Le pago por veinticinco horas semanales, por lo que trabajará veinticinco horas a la semana, y cuando digo que trabajará me refiero a que realmente lo hará. Por lo tanto, vuelva a su cubículo.

Me miró durante unos segundos, y no pude dejar de notar las lágrimas en sus ojos.

—Puede llevarse esa caja de Kleenex cuando salga —dije.

Sacudiendo la cabeza, dio un paso atrás y se dirigió a la puerta. —Voy a preguntarle al señor Bach si puedo salir temprano. Sin faltarle al respeto.
—¿Perdón? —Me puse de pie—. ¿Qué acabas de decir?

Siguió caminando hacia la puerta, el sonido de sus tacones resonando más y más rápido. Antes de que pudiera girar la perilla de la puerta, la rodeé y la cerré con mi mano.

—No soy fanático de la insubordinación, señorita Puente.
—No tiene que preocuparse por eso. —Su cara estaba roja, retorcida por la ira—. Voy a pedirle al señor Bach que me asigne a otra persona porque me niego a seguir trabajando con usted.
—Buena suerte con eso. Ninguna otra persona la quería. Sólo yo.
—Lo dudo mucho. —Trató de alejarse, pero agarré sus manos y las sostuve por encima de su cabeza.
—Fui la mejor entrevistada y jodidamente lo sé —susurró—. Y dado que ambos lo sabemos, no tengo que aguantar su mierda nunca más. —Me miró como si quisiera escupirme en la cara—. Es idiota, cruel, frío y condescendiente, no he aprendido una mierda de usted; y dudo que lo haga.

—Cuide su boca. Sigo siendo su jefe.
—Era mi jefe.

Apreté mis manos alrededor de sus muñecas y la miré directamente a los ojos, presionando mi pecho contra sus senos. —Déjame que te cuente lo que está a punto de suceder, Anahí. Vas a volver a tu cubículo y vas a permanecer allí hasta que hayas terminado por el día, sólo te levantarás para traerme una nueva taza de café. Dile al director de tu ballet que irás después de hacer tu trabajo, y no acudirás al señor Bach ni le dirás nada, porque no reasignamos a los internos sólo porque lloran.
—Creo que hay una primera vez para todo. —Me dedicó una mirada furiosa, entrecerrando los ojos mientras su pecho subía y bajaba.
—Anahí…
—Déjeme ir antes de que empiece a gritar, señor Herrera. No escuché nada de lo que acaba de decir, así que le sugiero…

Choqué mis labios contra los suyos, logrando con eficacia que se callara. Mantuve mis manos fuertemente apretadas alrededor de sus muñecas, presionando su cuerpo contra la puerta con mis caderas.
Murmuró algo cuando deslicé mi lengua en su boca, y mordí su labio inferior tan fuerte como pude. Sin pensarlo, solté sus manos y me apoderé de su cintura, atrayéndola contra mí mientras mi mano se abría paso por debajo de su falda.

Deslicé mi mano a través de la entrepierna de sus bragas, deslizando mis dedos contra el encaje, y luego poco a poco las empujé a un lado e introduje un dedo profundamente en su coño.

—Ahhh… —gimió, haciéndome morder su labio de nuevo, e introducir en su interior dos dedos en lugar de uno.

Se encontraba húmeda, empapada, y aunque quería follarla sin sentido contra mi puerta hasta hacerle olvidar su nombre, alejé mi boca de la de ella.

—Fuera de mi oficina.
—¿Qué? —preguntó sin aliento, con los ojos desorbitados por la sorpresa.
—Ve a tu importante ensayo.
—Señor Herr…
—Date prisa antes de que cambie de opinión. —La rodeé para alcanzar la puerta y abrirla—. Vete.

No dudó en irse, y tan pronto como lo hizo, supe muy bien que este acuerdo no funcionaría durante mucho tiempo más. O ella era reasignada o tendría que despedirla, rápido.
Horas más tarde, cuando me encontraba a medio camino a través del trabajo del día, recibí un nuevo mensaje de texto de Mía. Rodé los ojos y cambié su nombre por el de Anahí antes de leerlo.

¿Dónde has estado durante las últimas dos semanas? —decía—. ¿Estás bien? Te llamé y te mandé un mensaje y no me has respondido. Realmente estoy preocupada… si lees esto, di algo, cualquier cosa.

No quería responderle, pero con el sabor de su boca aún permaneciendo en mis labios, me di por vencido. Estoy bien. Acabo de descubrir algo importante no hace mucho y he estado tratando de encontrar la manera de lidiar con ello.
¿Es algo serio?
MUY serio.
Lo siento… ¿Hay algo que te hará sentir mejor?
Dudo que cualquier cosa que digas pueda hacerme sentir bien ahora mismo.
¿Quieres apostar? Pruébame.
Mi jefe acaba de besarme hasta hacerme perder la cabeza. Creo que es por eso que es tan endemoniadamente cruel conmigo; quiere follarme…
Realmente no creo que tu "jefe" quiera follar contigo…
Definitivamente lo hace. Su polla se encontraba muy dura cuando me besó. Además me mordía los labios y me agarraba como si quisiera poseerme… nunca he estado tan mojada en mi vida…
Dudé. ¿Cómo se supone exactamente que esto me hará sentir mejor?
Fingí que eras tú todo el tiempo. Te extraño.

Inmediatamente apagué mi teléfono. No sabía qué tipo de mierda trataba de tirar, pero yo no caería.

¿Fingí que eras tú? ¿Te extraño? Mentiras.

No respondería a sus llamadas ni a mensajes durante mucho tiempo.
Culo sexy o no.

El Abogado Y La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora