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SUSPENDER LA SESIÓN

Suspender los procedimientos: Suspender los asuntos de una corte, congreso o comité indefinidamente.

ANAHÍ

Semanas más tarde…

Me puse de puntillas tras bastidores, inclinando mi cabeza hacia el techo, ensayando el movimiento final de la producción por última vez. Debería estar feliz y sonriente, contenta por el hecho de que me hallaba a punto de debutar en el papel principal en una producción de la Compañía de Ballet de Nueva York, pero no. Me encontraba lejos de ello.

Me sentía sola, y sabía que ninguna cantidad de aplausos o elogios alejaría esos sentimientos.
Todavía retenía mis últimos momentos con Alfonso: El sexo mañanero en la ducha, el sexo contra mi puerta, el sexo en la limusina de camino al aeropuerto. (Y también el último rapidito en el baño del aeropuerto...)

Me dijo que me amaba todo el tiempo, que no quería dejarme, pero se fue de todos modos.

Nuestra relación fue relegada ahora a hablar por teléfono todas las noches, recapitulando nuestros días, haciéndonos venir entre fantasías, pero no era suficiente. Y sabía que no sería suficiente para mí por mucho más tiempo.

Lo necesitaba aquí.

—¡Todo el mundo, quedan cuarenta minutos! —Un ayudante de escenario se deslizó junto a mí—. ¡A sus lugares en cuarenta!

Tomé una profunda respiración y caminé hacia un espejo que colgaba cerca del ala. Mirándome fijamente, aprecié el traje de esta noche, un resplandeciente rostro blanco que parecía sacado de un sueño: cristales brillantes adornaban cada centímetro del leotardo, el tutú se encontraba recién esponjado y rociado con brillo, y mi diadema con plumas tenía más capas y era mucho más definida que la que usaba en Durham.

—¿Anahí? —dijo una voz familiar detrás de mí.
—¿Mamá? —Me di la vuelta—. ¿Qué haces tras bastidores?
—Queríamos venir a desearte buena suerte en persona. —Asintió hacia mi padre.
—Gracias...
—También queremos que sepas que a pesar de que todavía deseamos que continúes con la escuela de derecho, estamos muy orgullosos de ti por perseguir tus propios sueños.
Sonreí.
—Gracias, otra vez.
—Y también estamos muy, muy honrados de tenerte como nuestra hija porque eres una gran inspiración para todos los estudiantes universitarios que visitarán las urnas en las elecciones de este año, estudiantes que tienen sueños y ambiciones similares con respecto a las carreras en las artes.
—¿Qué?
—¿Conseguiste todo eso? —Se giró a la reportera detrás de nosotros que apagaba su dispositivo—. Asegúrate de utilizar esa última parte como un extracto para el siguiente comercial.
—¿En serio?
—¿Qué? —Se encogió de hombros—. Dije en serio cada palabra, pero también es bueno tenerlo grabado, ¿no crees?
No me molesté en refutar.

Mi padre dio un paso adelante y me abrazó, posando para una antinatural foto, pero cuando el fotógrafo se alejó, sonrió.

—Estoy feliz por ti, Anahí —dijo—. Creo que aquí es donde perteneces.
—Sólo dices eso porque piensas que el que esté aquí significa que no
arruinaré la campaña en casa.
—No, sé que el estar aquí significa que no arruinarás la campaña en casa.
—Se rió—. Pero aun así, estoy feliz por ti.
—Que reconfortante...
—Es cierto —chilló mi madre—. Estamos emocionados por ti.

—¡Damas y caballeros, estamos a punto de comenzar nuestra espectáculo en exactamente una hora! —rugió el señor Ashcroft—. Si no eres una bailarina, un bailarín, o un ayudante de escenario, por favor, salgan de mi escenario.
¡Ahora!

Mis padres me abrazaron, reteniéndome por un largo rato. Cuando retrocedieron, se turnaron para besar mi mejilla antes de que se alejaran.

Acomodé mi diadema una última vez y comprobé mi teléfono.
Efectivamente, tenía un correo electrónico. Alfonso.

El Abogado Y La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora