Hacía algo de frío para ser verano, aunque de cierto modo era entendible para ser el último mes que quedaba de aquella estación donde el sudor se hace presente al igual que las náuseas por el sol tan intenso, y las paletas de hielo de pronto se vuelven más deseadas que en cualquier otro momento del año.
Mi madre siempre ha sido sobreprotectora, conmigo, con mi hermana nueve años mayor que yo, y hasta con mi padre, así que unos grados menos en un día de escuela para ella significaban abrigarme más de la cuenta .-¡¡Mamá!! Porfavor, no me hagas usar cuello de tortuga en pleno verano, ¿Acaso quieres que se burlen de nuevo de tu pobre e indefensa niña?
-¡Porfavor tú Abilene! No te estoy haciendo ningún mal, al contrario,te estoy protegiendo del frío, y si se burlan de ti será por envidia porque otro motivo para burlarse no encuentro, ¿Entendido?
Mi mamá, mi mamá siempre ha sido y será así, una mujer de carácter, perfeccionista, nerviosa, muy nerviosa, aveces siento que le tiene miedo a vivir, y para mi mala suerte, esas características tuve la desgraciada de que me las halla heredado. Una madre sobreprotectora hasta con quiénes no tiene la obligación de serlo; Su cabello larguísimo, esponjado y de un color negro azabache, complexión media y sonrisa cálida y hermosa, decorada por unos labios gruesos que siempre van pintados de rojo.
-¡Pero mamá!
-Nada de peros, vas así, o no vas.
-¿Entendido?-Repite.-
-Entendido-Digo rendida y a malas maneras obediente.-
-Además, el cuello de tortuga te hace ver más tierna.
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Al entrar a la escuela y despedirme de mi madre tirándole un beso, me aseguré de que ella ya se encontrará lo suficientemente lejos de la escuela como para que no se diese cuenta de mi malvado plan.
Fui corriendo lo más rápido que pude hasta el baño, dejé mi mochila lo más cerca posible de mí y comencé a quitarme la chamarra de la escuela, luego la camiseta e hize lo mismo con la blusa de cuello. Hize rollito el cuello de tortuga y lo guarde en lo más profundo de mi mochila, volví a ponerme la camiseta pero ahora sin ningún tipo de capa vergonzosa abajo, me puse la chamarra por encima, tomé mi mochila e hize como si nada de esto hubiese pasado. Joder Abilene, eres toda una rebelde.
Creí que me había salido con la mía, nadie me había visto antes con el cuello de tortuga, nadie tendría esa imagen en su cabeza, y nadie tendría en cuenta aquello para que fuese motivo de burla,¿Verdad?
¡¿Verdad?!
Hasta que apareció él.
-Tu cuello de tortuga era lindo,¿Dónde lo dejaste? ¿Lo ahogaste en lo más profundo de tu mochila a caso?
-Ah, hola Ángel, quizá necesitas lentes, ¿De cuál cuello de tortuga hablas?
-Creeme Abi, lo que menos necesito es lentes,pero no te preocupes, creo que fui el único del salón que te vió entrar, tu secreto está a salvó conmigo.
Y sin más, el rubiesito ese me guiñó un ojo y se fue como si nunca me hubiera visto con una terrible y vergonzosa blusa de cuello.
Recordé que ese día había llegado algo tarde, almenos más de lo normal debido a mi pequeño debate con mamá hacia unos minutos por mi justa rebeldía sobre los cuellos de tortuga, así que debía apurarme a llegar al salón o si no realmente se me haría tarde.
Tomé mi mochila, y fui lo más discreta que pude hasta el aula, cosa que no me fue muy difícil debido a la clara invisibilidad que parecía ya tener todos los días, excepto con él, con Ángel, y era raro porque recién había llegado a la escuela hacia dos semanas y parecía haberse fijado más en mi en un par de días que los demás en 4 años.
Todos los días se aseguraba de esperarme en la puerta del salón hasta que llegará, me preguntaba cualquier tontería con tal de que habláramos cada día de la semana, cuando le contaba algo me veía con tanto interés y paciencia que aveces llegaba a darme la impresión de que estaba esperando algo a cambio, e incluso prefería hablar conmigo antes que con cualquier otra persona y eso, eso era lo raro, que el galán de el salón prefiriese pasar todo el día con la rara, la niña a la que le pedían las tareas y solamente tenía una única amiga, esa, esa niña era yo y ese, ese es el primer chico que me vió con ojos de amor.
Hablando de únicas amigas,esa era Diana,otra chica nerd con la que empatice al instante, y creo que ella también tuvo ese sentimiento conmigo, su amistad era agradable, así fue durante muchos largos años, cosa que realmente agradezco porque de no ser por ella realmente me hubiera quedado sola.
Me acerqué a la entrada del salón, ahí estaba, esperándome como de costumbre.
-Hola otra vez.
Silencio.
No dije nada, creo que fue por la vergüenza que aún sentía por lo de... Lo de ahorita.
-¿Estás enojada?
Me senté en mi lugar y negué más rápido de lo que quisiera admitir, él era la última persona en el mundo con la que me enojaría.
-¿Entonces? ¿Porque no me responde señorita Abi?
Mi corazón empezaba a acelerarse cuando me llamaba así, "Abi" ,y no me gustaba esa sensación, no me gustaba que los efectos del niño guapo del salón me estuviesen afectando de esa forma, a mí.
Seguí sin responder, lo mejor era evitarlo,¿No? Además, era muy chica para esas cosas de parejas y no tendría permiso hasta los 18, joder, ni siquiera me coqueteaba y yo ya estaba pensando en como negarme a él.
-Porque tengo sueño, no tengo ganas de responder.
-Yo puedo ayudar a que se te quite el sueño, podemos platicar, o salir al patio mientras dan el timbre, o estirar para estar más activos, o incluso te puedo enseñar a jugar fut-
-¿Fútbol? No gracias, no soy buena en eso.
-Abi, Abi, Abi, eres demasiado lista como para no saber que no necesitas saber para poder aprender.
Genial, el chico nuevo me acababa de humillar.
-A-aún así, no tengo ganas de eso, ya te dije que estoy cansada.
-Eso te ayudaría a no estarlo pero está bien, está bien, podemos solo cerrar los ojos mientras llega la maestra, ¿Eso te apetece más?
Asentí con la cabeza, sinceramente ese plan no sonaba nada mal.
Cerré los ojos cuando él me indicó con su cabeza que lo hiciera, estábamos en direcciones opuestas así que ambos quedamos frente a frente recargados en nuestras butacas, me sentí en calma, y en paz, Ángel transmitía paz, eso me gustaba.
Cuando pensé que él tenía los ojos bien cerrados abrí los míos lo suficiente con la intención de ver su expresión mientras descansaba, pero lo único que ví fueron un par de ojos amielados viéndome con ternura, de la pena me volví hacia el otro lado y pude notar como mis mejillas se enrojecian enseguida.
Escuché su suave risa y entonces me giré hacia él y yo también me reí, era contagiosa su forma de reír, su timbre de voz y la forma en la que se le achinaban los ojos.
Me gustaba la imagen que estábamos creando, la amistad de dos niños que apenas se conocían, la inocencia de nuestras miradas y el tenue color verde que nos envolvía, quiero creer que ese color que me viene a la mente al recordar aquellos días es el color que representa a Ángel y Abi, a él y a mi, a ese par de niños que terminaban riendo en cada conversación que tenían.
El color verde que me imagino al pensar en él según mis aprobadas investigaciones en Google, es considerado el color más relajante ya que es conformado por una perfecta combinación entre la estabilidad, armonía, tranquilidad y paz.Eso era él, él y yo fuimos un color verde tenue, uno suave y alegre, un verde armonioso, un verde que solo se generaba a través de nuestras risas, esas risas que nunca faltaban.
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𝐋𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐟𝐮𝐢𝐦𝐨𝐬
RomanceÁngel: un chico que vivía la vida aparentemente feliz, sin preocupaciones, ego alto, buen consejero, simpático, un futbolista con una carrera grande para su muy corta edad, con un futuro exitoso y próspero, pero por sobre todo, el amor de la vida de...