Él no llegaba, ahora era yo la que se encontraba a mitad del camino de todos en la escuela haciendo que se tropesace accidentalmente cada persona con la que compartía paso, iba apurada, como una loca, él no llegaba y me aterraba aquello, me aterraba que le hubiese ocurrido algo y yo no pudiera hacer nada, ni siquiera había forma de que lo supiera.
Suena absurdo, pero Ángel no había faltado ni un solo día a clases desde su reciente llegada. Ya habían pasado dos meses desde aquel día en el que sin saberlo nuestros destinos quisieron ser uno solo, y juro que nunca había faltado de tal manera, más de una vez se le hizo tarde, si, pero esta vez era distinto, era hora del recreo y el seguía ausente, ya tenía marcada su falta en la lista de asistencia y la pequeña Abi de primaria seguía con un buen trozo de esperanza sobre que él quizá llegaría en cualquier momento.
Pasó el recreo.
No llegó.
Llegó hora de sacar la pesada y difícil tarea de matemáticas.
No llegó.
Quise pedirle ayuda con el siguiente ejercicio que para mí en ese entonces era jodidamente difícil y solo él era capaz de hacérmelo entender.
No llegó.
Quería verlo a los ojos y hundirme eternamente en aquellas canicas amieladas.
Y por más fuerte que era el deseo de aquello...
Tampoco llegó.
Aquel día, Ángel nunca llegó.
Y fue un infierno, estaba tan acostumbrada a él, que su ausencia por tan solo 7 horas me dolía, y mierda, vaya que dolía.
¿Quién se reiría ese día de mis tontos comentarios de niña pequeña?
¿Quién agarraría mis ultiles escolares sin permiso porque sabe que sus encantos se volvieron irresistibles para mí?
¿Con quién discutiría de las cosas más bobas posiblemente encontradas nunca jamás?
¿Con quién podría estar en silencio durante largos minutos sin sentirme vacía o incómoda?
Con nadie más, eso solo era cosa mía y de él, de Ángel y Abi.
Debí saber que en aquel entonces, esa falta tan dolorosa de un solo día, era únicamente una pequeña probadita de a lo que tendría que enfrentarme algunos años después.
Pero aquella Abi no lo sabía, no sabía que al siguiente día lo vería y él dolor que tenía con anterioridad disminuiría, o aún mejor, se desvanecería, y que al final sería pasajero, que no tendría que cargar con su ausencia como lo estoy haciendo yo ahora, y joder, de verdad me alegro, me alegro que sea yo la que esté cargando con esto y no ella.
Abi hubiera muerto de dolor, "Bill", (sí, así es como me gusta que me llamen ahora) no, ella, es decir, yo, aunque hay días en los que terminar con todo fue la opción más llamativa, tengo más herramientas de apoyo que la pequeña del pasado, tengo más madurez quiero creer, y tuve los suficientes momentos con él como para quedarme en paz; aunque aveces me da la sensación de que con Ángel nunca fueron ni serán suficientes momentos...
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𝐋𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐟𝐮𝐢𝐦𝐨𝐬
RomantizmÁngel: un chico que vivía la vida aparentemente feliz, sin preocupaciones, ego alto, buen consejero, simpático, un futbolista con una carrera grande para su muy corta edad, con un futuro exitoso y próspero, pero por sobre todo, el amor de la vida de...