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— Tenemos un regalo para el príncipe, su majestad.

No era extraño aquel presente desde que consideraron que el príncipe, Kageyama Tobio, tenía la edad suficiente para tener amantes. Lo que sí se consideraba fuera de lugar era que el hijo menor de los reyes aceptara a los jóvenes que le llevaban.

Dejó en claro que no le atraían las damas de forma sexual en más de una ocasión y a partir de allí todas las personas con las que compartió cama fueron Donceles. Los reyes, sin embargo, esperaban que uno de esos jóvenes lograra conquistar a su hijo, quien ya tenía veintiún años y no daba indicios de querer contraer matrimonio con ninguna de las personas que se le ofrecía.

— ¿Un regalo? — Interrogó el rey, arqueando una ceja por tan inquietante situación y lo curioso que se veía su hijo con el obsequio — ¿Qué clase de regalo?

Tobio creía saber por dónde iba la conversación al detallar mejor a los dos hombres que estaban en el palacio. Uno no era muy alto, su cabello peinado en punta y un mechón de diferente color cayendo por su frente, entusiasta por la reacción del azabache menor. El otro tenía una estatura promedio, cabeza rapada y una expresión ruda.

— El chico más hermoso que podrá ver — Respondió el más bajo, aún emocionado, dirigiendo su vista al príncipe —, eso se lo aseguro, su alteza.

El hombre de mayor edad miró a su único hijo varón, a la espera de su respuesta.

— ¿Y por qué no trajeron al chico? — Preguntó Tobio, colocando su codo en el posamano de su trono, el cual estaba a un lado del asiento de su hermana — ¿Por qué debería de creer en sus palabras?

Sacó una gran sonrisa en el joven con el mechón de cabello diferente, quien alzó los hombros como si no le quedara más opción que aceptar bajo el misterio para descubrir al enigmático chico.

— Puedo prometer que quedará sin palabras cuando lo vea, su alteza.

Tobio también sonrió, entendía la situación.

— En ese caso, acepto el regalo.

°

Era de noche, los pasillos se mostraban menos poblados y solo acompañado por unos caballeros. Tobio caminaba con calma hasta la habitación que usaba cuando le tocaba satisfacer sus necesidades sexuales con un acompañante, por más confianza que tuviera con ellos no dejaba de ser riesgoso meterlos en su propia alcoba personal.

Según le informaron, su regalo estaba esperando por él. Le dijeron que le tenía preparada una sorpresa.

Saludó con un gesto de cabeza a los dos caballeros que cuidaban la entrada de la habitación que usaría esa noche, notando como uno de ellos parecía incluso más ansioso que el mismo azabache.

— ¿Está adentro? — Le preguntó al hombre. Ya sabía la respuesta, pero necesitaba sacarse una duda que le entró a la cabeza desde que miró el rostro de una de las personas que cuidaba la zona.

El caballero pareció enrojecer al recordar el aspecto del regalo del príncipe, tardando un poco en responder a su pregunta. Su compañero temía por la vida de ese hombre, puesto que no podía mostrase interesado en el presente de su príncipe.

Y la expresión en el rostro del último mencionado indicaba su disgusto.

— Así es, su alteza — Respondió finalmente, desviando la mirada. Tobio sabía que tendría que despedirlo por atraverse a quitar sus ojos de él mientra hablaba, era una falta grave de respeto —. Es un joven muy lindo..— Recalcó, al instante, Kageyama arqueó sus cejas hacia abajo —. Ti-tiene usted suerte.

Sentimientos no permitidos (Kagehina/M-preg) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora