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Tener una hija era una experiencia indescriptible.

O así lo era para Hinata, quien estaba más acostumbrado a tener una daga en la garganta de los demás que en oír llanto a altas horas de la madrugada. Cambiar pañales, dar biberones, cantar canciones de cuna y mecer con cariño a su hija.

Youko era una niña interesante. El ceño fruncido a sus seis meses de vida, ojos afilados de un azul intenso, sonrisa peculiar; Hinata no podía evitar pensar que se parecía mucho a Tobio.

También quería pasar todo el día con ella, pero aún debía trabajar para ganarse la vida y no fuera como que Hinata se quejara de su trabajo, que en parte era asesinar a los nobles corruptos de la sociedad, esos que abusaban de su poder y dinero para hacer cosas cuestionables.

Bastantes cuestionables.

Le resultaba útil porque recientemente se había mudado cerca del valle de los girasoles, un pueblo tranquilo quedaba al otro lado y le gustaba la zona para su hija, esa que uno de su mejores amigos solía cuidar mientras Shoyo hacía sus misiones. Kozume Kenma era otro joven que trabajaba con él, era el cerebro de sus operaciones y ningún plan se ejecutaba sin su consentimiento. Tenía tiempo libre, ofreció su ayuda con la niña y Shoyo aceptó.

— Es cierto que mis habilidades con los niños son igual de cuestionables — Había dicho en una ocasión, la niña de cabellos naranjas jugando con su teñido cabello —, pero creo que le caigo bien.

Ah, ese era otro tema. Youko tenía un mal carácter, o algo así decían los demás porque con Hinata era una máquina de sonrisas.

Youko no se llevaba bien con Atsumu, siempre lo miraba mal y lloraba cada vez que este hacía el intento de sostenerla.

Es que hasta miran de la misma forma, pensaba Hinata con constante preocupación por las habilidades sociales de su hija, solo te faltó haberla dado a luz, Kageyama.

— Se parecen mucho — Miya se mostraba consternado, la mejilla roja luego de que la pequeña niña le diera un golpe por alzarla. Hinata intentó no reírse, pero falló, había sido muy gracioso —. Sin embargo, tengo la leve sospecha que ese carácter ligado a la defensa personal lo heredó de ti.

— Bueno, estuvo dentro de mí — Aceptó el más bajo, meciendo a Youko porque la muy descarada (según Atsumu, resentido con una infante de seis meses) comenzó a llorar luego de que le proporcionó el golpe al mayor —, y no puede parecerse solo a Kageyama.

Técnicamente sí podía, pero Shoyo se rehusaba. ¡Era injusto! Él fue quien la llevó en su vientre por ocho meses, aguantó los vómitos, los mareos y los antojos. ¡No podía ser tan igual a Tobio!

— Hablando del rey de Roma — Suspiró Miya, llamando la atención del más bajo. Notó que aunque hubiera pasado un año separado de Tobio, los ojos marrones de Hinata seguían brillando cada vez que lo mencionaban —, dicen los rumores que está cerca, en el reino de al lado.

— ¿Crees que por asuntos de compromiso?

A punta de los rumores y las habladurías Hinata se había mantenido informado de la situación de Kageyama durante el último tiempo, aparentemente el azabache nunca llegó a hacer el compromiso oficial y desde entonces los otros reyes con hijos Donceles hacían lo que fuera por cerrar un trato de matrimonio.

Siempre pensaba que era irónico, porque mientras esas personas le aseguraban al príncipe muchos hijos y una descendía digna, Hinata le había dado una hija a Tobio.

Una hija idéntica a él, para completar.

— Vino por otros motivos — Aclaró Atsumu, hablando un poco más bajo al darse cuenta que la niña se estaba quedando dormida en los brazos de su figura materna —, está investigando el asesinato del Duque.

Sentimientos no permitidos (Kagehina/M-preg) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora