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La historia de Kageyama y Hinata remota hace seis años, cuando Tobio tenía pocos días de haber cumplido los dieciséis años y decidió escapar por primera vez del palacio.

Se había escabullido lo mejor posible con la ayuda de un caballero de confianza, saliendo del lugar donde fue criado y tomando camino al pueblo de su reino, el cual ya estaba oscuro porque era de madrugada. Kageyama conocía pocas zonas del lugar donde se encontraba, metiéndose peligrosamente en un callejón por oír unos gritos.

Vio a tres personas: Dos hombres que intentaban tocar de más a un pequeño niño.

Ambos reían mientras uno de ellos tomaba al más bajo por la muñeca y lo aprisionaba en la pared, usando su otra mano para sujetar su rostro de una manera posesiva. El otro sujeto le gritaba a su amigo que le dejara algo también, que había mucho de ese chico para los dos y que podían compartir. Kageyama sintió asco por la escena, caminando a pasos rápidos hasta ellos para ponerle fin al asunto.

Uno de los sujetos notó su presencia, frunciendo su ceño y dejando a un lado el vaso que de seguro contenía una bebida con alcohol, acercándose a él.

— Amigo, creo que debes irte de aquí — Le propuso el hombre, a unos metros de distancia —. Verás, estamos en algo importante.

Un ruido sordo detuvo el impulso de Tobio de darle un puñetazo a ese idiota, girando su rostro hacia la zona del sonido y viendo al otro depravado agarrándose la nariz. El niño corrió hasta su oponente, saltando tan alto (que Tobio podía jurar que estaba volando) y enrollando sus piernas alrededor del cuello del sujeto, atrayendo su cuerpo al suelo en un golpe que resonó ruidosamente.

Su amigo dejó de lado a Kageyama, yendo en la misma dirección que el pequeño chico y creyendo que le haría pagar por hacerle eso a su compañero. Recibió el mismo trato, una nariz rota y golpes que dejarían una marca, huyendo con el otro hombre como las ratas que eran.

— Vaya.. — Se impresionó el azabache, cometiendo el error de decir esas palabras en voz alta y llamando la atención del más bajo. La mirada que le dedicó decía que era su turno, Kageyama se aterrorizó de verdad —. ¡Espera, yo no quiero hacerte da-..!

Demasiado tarde, ya estaba siendo arrojado al suelo de una manera impresionante y ni siquiera tuvo tiempo de luchar porque el joven ya le había aprisionado las muñecas, sentándose en su abdomen y colocando algo en su cuello.

Era una daga.

— ¿A quién tenemos aquí? — Preguntó el desconocido, su rostro cada vez más cerca del suyo. Tobio quedó impresionado al ver unos grandes ojos marrones — Nada más y nada menos que su alteza el príncipe. ¿Estás perdido? Te encuentras en una zona bastante peligrosa.

— ¿Ahora viene un niño a decirme a dónde puedo ir? — Escupió el azabache con sus cejas arqueadas hacia abajo, forzando el agarre en sus manos para intentar soltarse pero solo atinando a que el objeto filoso hiciera más presión en su sitio. Un movimiento en falso y le cortaría en cuello.

— No soy un niño.

— Ya veo, sufres de demencia.

El de ojos marrones frunció los labios, disgustado con el tono de voz del príncipe.

— ¿Sabes que puedo asesinarte?

— Pero no lo harás.

— ¿Y cómo estás tan seguro de eso?

— Porque ya lo hubieras hecho en lugar de estar aquí, dándome charla.

Escuchó una risa salir de los labios del niño (o no niño, Kageyama no sabía si creerle o no), era un poco escandalosa e infantil. Aquel chico dejó libres las muñecas de Tobio, llevando una de sus manos hasta la capucha que cubría gran parte de su cabello y dejándolo al descubierto; era alborotado y naranja.

Sentimientos no permitidos (Kagehina/M-preg) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora