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Tobio no le quitó los ojos de encima al joven que ahora estaba abajo suyo. Ni siquiera cuando lo provocó y ganó un suspiro de su apellido, ese que decía con tanta informalidad a pesar de que le debía el respeto de un príncipe.

— Kageyama..

— Que te tuviera abajo de mí, quitándote los sentidos — Continuó el azabache, bajando al cuello de Shoyo, besando y dejando marcas —. Que te dé órdenes, te ponga de rodillas y ruegues por mí.

Hinata tragó grueso al oír esas palabras ser murmuradas contra la piel sensible de su cuello, tratando de zafarse falsamente del agarre de Tobio en sus muñecas porque lo cierto era que si el de ojos marrones así lo quisiera, sus manos estarían disponibles.

Pero no podía negar que Kageyama tenía razón en cada una de las palabras que decía.

Desde que le dieron la misión (otra vez) de ir y asesinar al príncipe, estuvo pesando en cómo encender su nuevo encuentro luego de unos meses. Llevaba años acostándose con Tobio, sabía qué le gustaba, sabía cómo excitarlo, sabía cómo quitarle el control. Al azabache le gustaba verlo a los ojos la mayor parte del tiempo en sus encuentros, se enfocaba en dejar marcas a los costados de su cadera y cuello; lugares que había dejado disponible en su vestuario adrede para que el más alto lo viera desde un inicio.

No había bailado de formar erótica muchas veces, de hecho, podía decir que eran casi nulas. Todas fueron para el de ojos azules, sin embargo, eran momentos breves mientras se desvestía para él, por eso creyó que eso lo impresionaría.

A Hinata le gustaba sacar a Tobio de sus casillas, llevarlo al mundo de la lujuria y lo prohibido.

— Puede que tengas razón — Terminó por admitir el más bajo, en un jadeo por la fricción en su entrepierna. Kageyama detuvo cualquier cosa que estuviera haciendo para mirar directamente los ojos de Shoyo, sin poder creer que acababa de aceptar todos sus comentarios —, quiero que me dejes sin aliento, Kageyama. ¿Podrás lograrlo?

— Siempre lo hago.

— O siempre fingí que lo hacías y realmente eras pésimo en..

No pudo hablar más, una de esas manos que eran más grandes que las suyas rodearon su cuello. El tacto no era fuerte como para cortarle por completo la respiración y dejarle una marca, sino de esos que te quitan el aliento por un momento y es remplazado por la sangre acumulándose en otra zona, para Hinata era su entrepierna.

Aquellos ojos oscuros mirándolo desde arriba, su ceño fruncido y aquella expresión que le ponía los pelos de punta a más de uno. Pero Hinata no le tenía miedo, no podía tenerle miedo cuando ya había estado en esa situación antes y sabe que Kageyama no va a hacerle daño.

Ninguno de los dos se haría daño.

— Repite lo que dijiste — Una orden. Shoyo tembló por la adrenalina que recorría su cuerpo al escuchar esas palabras, con ese tono de voz, con esas perlas azules viéndolo solo a él.

Tobio lo hacía para que Hinata tuviera la opción de arrepentirse, pero claro, ambos sabían que eso no pasaría.

— Que nunca me has dejado sin aliento — Repitió Shoyo, burlón —, que aún con tu mano sobre mi cuello no has logrado nada más que una reacción natural — Retó, frotando una sola vez su erección con la del príncipe —. He estado con personas que me han follado mejor que tú, príncipe idio-..

El agarre en su cuello se apretó unos instantes para que guardara silencio, una sonrisa adornando los labios de Kageyama, su rostro indicando la excitación del momento.

Hinata pensó que iba a besarlo hasta que no pudiera respirar, que iba a tocarlo hasta que rogara tenerlo dentro, hasta que sus piernas temblaran, que su garganta doliera de tanto gritar su nombre y en las paredes de esa habitación quedara el recuerdo.

Sentimientos no permitidos (Kagehina/M-preg) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora