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El último día.

Un recordatorio pasaba por su mente mientras veía el sol comenzar a salir, mirando a sus demás compañeros de ese día que se encontraban dormidos en diversas mantas que colocaron en el suelo. Estaban agotados, pasaron toda la tarde y noche perfeccionando la estrategia para rescatar a la niña.

Mentiría si dijera que todo fue sencillo, le dió dolor de cabeza repasar cada detalle, memorizar la información en tan poco tiempo y buscar diversas estrategias porque esa mujer estaba bien cuidada y ella había entrenado a Shoyo, quien era un experto en lo que hacía y por ende esa señora debía ser mejor.

Pero a Kageyama no le importaba, no podía prestarle atención cuando le quedaban unas míseras horas para rescatar a dos personas. Si no llegaba a tiempo al palacio tendría que estar presente en la ejecución de Hinata y no podría soportar eso, menos ahora que sabía que tenían una hija juntos.

— ¿Preocupado? — Murmuró una voz acercándose a él. Kageyama volteó para encontrarse con la figura de un Atsumu recién levantado.

— Un poco — admitió el azabache, observando como el teñido tomaba asiento a su lado —. ¿Puedo preguntarte algo, Atsumu-San? — El mencionado asintió interesado de inmediato — Mi hija, ¿cómo es?

Miya se mostró sorprendido por la pregunta, abriendo ligeramente los ojos por el impacto. ¿Cómo podía describir a Youko? La niña era una criatura sacada del infierno, eso era seguro; tenía tres años pero era habilidosa, sabía cómo conseguir lo que quería y esos ojos azules con esa sonrisa torcida le daban un aspecto de autoridad demasiado aterrador para una simple niña. No hablaba mucho, sin embargo, cuando lo hacía podía soltar comentarios fuera de lugar.

Sin duda lo había aprendido de Shoyo.

— Bueno, ella es un tanto curiosa — Respondió Atsumu, sonriendo un poco al recordar cómo era la pelinaranja —. Se parece mucho a ti físicamente, incluso me atrevo a decir que tu mal carácter también. Pero su actitud es una mezcla, a veces suele ser tan atrevida como Shoyo-Kun, ya sabes, retar a las personas y sacarlas de quicio. Fuera de eso es una niña común y corriente de tres años de edad, le gusta el chocolate, las manzanas y odia la oscuridad; adora los animales pero no es muy buena con ellos.

— ¿Y cómo se llama?

Tobio sospechaba que no le habían dicho su nombre a propósito. Siempre que hablaban de su hija se referían a ella como "la niña", cosa que ya lo tenía un poco frustrado porque él quería saber el nombre de la pequeña.

El hombre a su lado lo miró por unos segundos antes de reír y negar con la cabeza.

— Eso tendrás que descubrirlo cuando la salves.

°

Hinata no entendía muchas cosas.

A su cabeza no llegaba la información de por qué había sido trasladado a una habitación en lugar de estar en una sucia celda, no terminaba de comprender por qué le llevaban las tres comidas diarias, por qué era tratado como una persona normal en lugar de un asesino y por qué seguía vivo luego de atentar contra la vida del príncipe heredero.

Tampoco entendía la razón por la cual le habían ordenado darse un baño mientras otras damas y Donceles discutían sobre la ropa de ese día.

Su confusión aumentó al ser vestido con prendas elegantes, desde un abrigo azul oscuro que le recordaba a los ojos de Tobio, con detalles dorados y guantes negros que combinaban hasta una simple diadema adorando su rebelde cabello.

Se sentía extraño, custodiado por caballeros al tiempo que caminaba por esos amplios pasillos llenos de miradas curiosas. Descubrió que lo dirigían hacía el comedor principal del palacio cuando la gran puerta de este fue abierta para que él entrara, tuvo un escalofrío al notar la presencia de casi toda la familia real; el rey, la reina y la princesa, esperando que el pelinaranja se adentrara al salón.

Sentimientos no permitidos (Kagehina/M-preg) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora