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Había mucha tensión.

No de esa que se formaba entre Kageyama y Hinata con una sola mirada y unas cuantas palabras llenas de provocación, sino de esa que te carcome los nervios hasta que tu respiración se vuelve irregular por la inquietud de no saber que pasaría a continuación.

El rey finalmente había dejado de ver a Hinata, enfocándose en la niña que estaba sobre las piernas del pelinaranja y que tenía una expresión seria y esos profundos y afilados ojos azules. Se parecían a los suyos, a los de su hija mayor y a los de su único hijo varón, cualquiera que le echara un vistazo sabría que tenía conexión con la familia Kageyama.

Pero esa niña poseía un cabello naranja, brillante como el del joven que intentó asesinar a su hijo hace unos días.

— ¿No van a darnos una explicación? — Interrogó el mayor de los presentes, frunciendo el ceño para mostrar su claro desagrado con la situación y no queriendo aceptar la realidad tan obvia que tenía en frente — ¿Qué significa todo esto, Tobio?

Miwa dejó salir una diminuta risa que se logró oír por el lugar, ganando así una mirada acusatoria de sus padres y solo dedicándose a alzar sus hombros cuando sintió esos ojos llenos de reproche.

— Es bastante obvio — Dijo ella, ojeando a la niña que le hacía mala cara a la mayor parte de los presentes —, esa niña es hija de Tobio. Es que son idénticos — Admitió, sorprendida y dirigiendo ahora sus ojos azules hasta el pelinaranja —, diste a luz a un clon.

Hizo referencia a lo segundo más obvio del lugar, señalando sin vergüenza alguna que esa niña de cabellos naranjas solo podía haber heredado esos rasgos de parte de ese tal Hinata.

— Aún no sabemos si es hija de Tobio — Comentó el rey, todavía con esa negación.

Su esposa, en cambio, parecía opinar igual que su hija.

— Pero, ¿qué cosas dices? — Atacó la mujer mayor, dirigiéndole una expresión incrédula a su esposo — ¿no estás viendo que son como dos gotas de agua? Esa niña es nuestra nieta.

— Mi nombre es Youko, no niña — Habló entonces la menor, ya algo cansada de que todos se refirieran a ella como "la niña" en lugar de preguntarle directamente cómo se llamaba —. Kageyama Youko.

— Youko — Susurró Shoyo, en voz baja y con calma —, es de mala educación interrumpir a los reyes cuando hablan-..

— ¿Kageyama? — Su pequeño reclamo fue interrumpido por el rey, quien arqueó una ceja y miró a su hijo. Tobio se había mantenido callado — ¿Acaso reconociste oficialmente a esta niña como tu hija?

El azabache más joven negó con la cabeza, recordando como quiso hacerlo lo antes posible pero contaba con muy poco tiempo para llegar al palacio y no quería desperdiciarlo en papeleo para reconocer a su hija.

Podía hacerlo al finalizar la conversación.

— Entonces, Youko, no eres una Kageyama aún.. — Continuó el azabache mayor, sonriendo suavemente ante la expresión perdida de la pequeña de cabellos naranjas.

No obstante, la niña no le daba la razón al que era su abuelo.

Ella tenía ese apellido, su figura materna se lo había dicho desde que su corta memoria lo recuerda y Shoyo jamás le mentiría.

Oh, Tobio no perdió el tiempo para sonreír, alegando internamente que ahora sí venía la parte más interesante.

— De hecho, padre — Inició el príncipe, con un tono de voz desinteresado que le hacía contradicción al brillo de emoción en sus ojos —, Youko sí lleva el apellido Kageyama.

Sentimientos no permitidos (Kagehina/M-preg) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora