歴史; ゴーン

数; 𝟏𝟑

Tauranga, Nueva Zelanda.

Habían llegado al aeropuerto hace una hora y estaban de camino al hotel, no iba a mentir, Jimin se sentía sumamente cansado y lo único que quería era dormir.
Cuando llegaron a su habitación, se sonrojó de nuevo. ¿Iban a compartirla? No es que le molestara, pero había pasado bastante tiempo y sentía sus emociones más despiertas que nunca.

—Porqué no te pones cómodo —Jeon se acercó a él—. Yo me ocuparé de nuestro equipaje y lo demás.

Asintió caminando hacia la cama, tal parece que esa era su frase favorita desde que accedió a viajar con él. Le había dicho exactamente lo mismo cuando se trató de su trabajo, no le había dicho nada más, solo que se había arreglado con Paul, así que no tenía nada de que preocuparse.

También había arreglado las cosas con su amiga, le explicó todo, omitiendo el escándalo del asesinato y demás... Y al final pudo tranquilizarse, realmente amaba a Lisa.

Después de quitarse la ropa y ponerse una bata del hotel fue directo a la cama, y una vez su cabeza golpeó la almohada, se quedó dormido.
Jungkook se asomó un poco por la habitación y sonrió al verlo totalmente perdido en el mundo de los sueños.

—¡Señor Jeon! —el gerente de este hotel entró a saludarlo.

Llevo un dedo a sus labios.

—Mi pareja está durmiendo —habló en tono bajo mientras cerraba la puerta del cuarto—. Te sugiero que hables despacio por favor.

—Disculpe —sonrió—. Quería darle la bienvenida.

—No te preocupes Mark —caminaron fuera del pasillo—. Vamos a hablar a la oficina.

Tenía que acabar con sus negocios rápidamente si quería estar con Jimin cuanto antes.

El pelinegro despertó sintiéndose mejor, miro la hora de teléfono y vio que eran casi las 12 del día, se levantó de golpe y miro a su alrededor. La habitación estaba cerrada, las cortinas también y no había rastro de Jeon en ningún lado.

Se levantó y fue directo a la puerta, al abrirla una imagen preciosa lleno sus ojos. Era Jungkook quien estiraba parado viendo por la ventana, estaba vestido en unos pantalones y camisa de vestir sencillos, con las mangas dobladas hasta los codos, y su cabello estaba peinado en esa atractiva coleta...
También vio a Moka durmiendo en un sofá.
Se aclaró la garganta.

—Hola —saludó saliendo de la habitación.

—Hola dulzura —le sonrió mientras se giraba hacia él.

—Son casi las 12 —sintió sus mejillas calentarse—. Debiste despertarme.

El de cabello púrpura lo guió hacia la mesa para que pudieran desayunar.

—No habías descansado bien —se sentó a su lado—. Necesitabas dormir.

Comenzaron a comer con tranquilidad.