Capítulo 4: Fondo de pantalla

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KYLIE

Cuando pisamos tierra europea me despido de todos los turistas, siempre logro afianzar buenos términos con todos, estar en un viaje con alguien que te llevas mal es un dolor de cabeza. Por ello, siempre quiero que todos se lleven bien, tanto conmigo como con ellos mismos.

Los abuelos me abrazan diciéndome lo bien que la pasaron, la familia Stuart igual, viajarán en bus hasta Liverpool que es donde viven. Los demás pasajeros eran de otros lugares, mayormente de Estados Unidos, por lo que somos pocos los que llegamos a Londres.

Dominic está apoyado en un auto, casi parecía que volvió a la vida después de bajar del avión. Si bien nos sentamos juntos, no me dirigió la palabra en todo el vuelo. Su concentración estaba puesta en la música de sus auriculares y en la buena y larga siesta que se dio.

Creí que hablaríamos y trataríamos de conocernos más. Incluso, creí que me pediría salir en cuanto llegáramos. No fue así. Pero aún tengo esperanzas.

Es el hombre más guapo, tonificado, inteligente y carismático que conocí en mi vida. He pasado muy bien mi trabajo gracias a él. Ninguna chica con dos dedos de frente dejaría pasar una oportunidad con él. Ni siquiera yo.

—Entonces…—llegué frente a él, el día no estaba soleado como esperé, habían unas cuantas nubes cubriendo el cielo, las cuales parecían estar acopladas al color grisáceo de los ojos del bombero.

—¿Entonces?—levantó las cejas intentando adivinar qué quería decir.

Sabía que ese auto no había llegado solo, alguien estaba adentro escuchándonos, traté de que eso no me cohibiera.

—Tenía pensado…— intenté hablar, pero él se adelantó.

—Oh, mierda, si, ¿Necesitas que te lleve a algún lado?— quiso abrir la puerta del auto.

—No, no, está bien. Tomaré un taxi, de hecho no vivo tan lejos— no estaba segura que él quisiera salir conmigo, me había dado indicios en Alaska, pero ahora no lo sé—. En realidad, quería saber si estarás libre el sábado.

Listo. Ya está. Si quiere bien, y si no también.

Pareció tomarlo de sorpresa, pero lo disimuló bastante bien, hasta pareció apenado por no haberlo mencionado antes. Tanto así que si dijera que no no me sentiría mal.

Su respuesta se alargó unos largos segundos. Pareció debatirse internamente hasta que por fin respondió:

—Si, creo que estaré libre.

—Eso es genial. Bueno, necesito familiarizarme con Londres otra vez, estaría bien si diéramos una vuelta por la ciudad y tomáramos un café por ahí. ¿Quieres?

Asintió lentamente.

—De acuerdo, si.

—Dame tu número así te marco.

Con lentitud sacó su móvil y me dejó escribir mi número en él, me agendé con solo mi nombre, sutil. Estábamos intercambiando teléfonos cuando sin querer saqué la aplicación de contacto y su fondo de pantalla me congeló la mirada.

—Oh, bueno.

—Mierda, lo siento— agarró el teléfono con apuro y lo guardó en su bolsillo.

Jugué con el mío en mis manos un poco nerviosa. Tal vez, incómoda.

—Te veo el sábado, entonces— no supe cómo saludarlo, ¿Un beso en la mejilla? ¿Un abrazo? Él tampoco supo qué hacer, así que solo di unos pasos atrás y agité mi mano.

IRREMEDIABLES [•2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora