Capítulo VIII

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Los meses habían pasado con rapidez, pareciendo más segundos que cuatro semanas; todo porque cierto rizado estaba a su lado y le hacía perder la noción del tiempo cada vez que lo veía. Porque Dios, no sabía explicar la manera en la cual se absorbía en una burbuja propia, aislado de todo y todos, para tan solo admirar a esa pequeña criatura insensata. Su forma de hablar, su sonrisa, sus carcajadas, sus sonrojos, sus nervios, sus coqueteos, sus abrazos, sus besos, sus caricias, su tacto, sus rizos, sus ojos, sus labios, su mandíbula, sus clavículas, su cintura, su luz, su timidez, su amabilidad, su carisma, su cariño; todo estaba tatuado en su mente y cada nuevo detalle era grabado en su fábrica de pensamientos para mejorar la calidad de sus recuerdos respecto a Harry.

No sabía decir qué era exactamente lo que le sucedía porque nunca había vivido algo similar, algo tan sincero e intenso; sin embargo, la idea más probable era la que más le aterraba.

“—Estás enamorado, Lou. Lo que sentís se llama amor. —le aseguró Zayn en una de sus –últimamente– habituales conversaciones a la madrugada.

Le dió una pausada calada a su cigarro y, tras unos golpecitos sutiles, dejó caer la colilla en el cenicero. Observó por la ventana el oscuro y nublado paisaje que los rodeaba, y liberó el grisáceo humo lentamente.

Cuando te comenzó a gustar Liam... —aclaró la garganta antes de continuar—, ¿no sentiste miedo a que te rechace por gustarte... un hombre?.

Obviamente, hombre. —respondió al instante—. Pero era mayor la necesidad de decirle que me gustaba porque sentía que constantemente le estaba mintiendo, y me hacía mal. Además de que tuve el apoyo de mi familia y... no sé qué hubiera hecho sin ellos, la verdad.

Se cubrió el rostro y soltó un profundo suspiro, tratando de liberar esas piedras atoradas en sus pulmones.

Qué jodido puede ser el amor..."

Y sí, todavía seguía pensando igual ya que, ¿por qué se había tenido que enamorar de un hombre? O, mejor aún, ¿por qué Harry no podía ser mujer y así ser socialmente normales, aceptados y sin prejuicios?.

Ya hacía tiempo –que no sabía definir cuánto exactamente– en su corazón aparecía el deseo de querer besar esos labios gruesos y rosados como sandía cada vez que lo veía, y menos mal que su cerebro todavía tenía el mando de todo porque estaba seguro de que, sino fuera así, ya la hubiera cagado hacía rato. Ni siquiera pedía devorarlos, con tan solo poder probarlos un poco, con máximo cuidado, y conocer su suavidad evidente, su textura, su sabor... con tan solo éso estaba seguro de que podía llegar al cielo siendo un pecador extremo.

Ya hacía tiempo, desde aquella vez que lo había visto destruido salir de su casa y lo consoló, que quería poder abrazarlo toda la vida, no separarse de él nunca. Quería aferrarlo a su pecho y que ese chico se escondiera en su cuello sin importarle su sensibilidad en esa zona; quería tenerlo entre brazos cada vez que durmiera y poder quedarse en silencio, admirando su tranquilidad y su respiración pausada, hasta dormirse con el rostro en la piel blanquecina de su cuello, deleitando sus fosas nasales con su aroma a vainilla, y soñar con él.

Quería poder defenderlo de todos y cada día era más capaz de enfrentarse a todo el mundo exclusivamente por él.

Podía contar los latidos de su corazón y en cuestión de segundos llegar a cien cada vez que le llamaba "Policía coqueto" o, aún peor, "Mí policía coqueto". Realmente que sospechaba que quería matarlo con un paro cardíaco por esa sonrisa con hoyuelos que le dedicaba luego de haberlo visto con sutiles tonos rojizos en sus mejillas.

El sonido del teléfono notificando un llamado logró captar su atención, pinchando su burbuja mental. Se levantó ágilmente, sin importarle andar descalzo por el departamento ya que Zayn y Liam se habían ido de compras, así que no lo regañarían, y tomó el aparato de la pared preguntándose si sería Harry o su madre. Porque sí, se habían enviado una carta con su números telefónicos y hablaban a través de la línea para tener mejor contacto. Y, aunque la extrañaba demasiado, se encontraba bien estando lejos de casa. Muchas veces pensaba en si debía volver, pero el ojiverde aparecía en su cabeza como recordatorio de por qué había ido a Holmes Chapel y por quién pudiese quedarse donde fuese tan solo para poder verlo todos los días.

My policeman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora