Capítulo XII

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Tan solo Zayn, Liam, Tamara, Melanie y su madre le habían deseado un feliz cumpleaños, y la verdad es que estaba más que conforme, viéndolo innecesario incluso al detestar su día de nacimiento ya hacía diecisiete años.

Veinticuatro de diciembre...

Feliz... ¿Qué era feliz en ese día pintado con una espesa capa de gris estancada hacía ya tanto tiempo?.

No podía odiar tanto un día como aquel, que para colmo era su cumpleaños. Parecía que nadie recordaba que, además de cumplir veintiocho años, se cumplían diecisiete del fallecimiento de su padre, diecisiete años de que el nombre de Mark había figurado en el diario francés bajo el título de ingleses fallecidos durante Dunkerque. Pero, aunque no lo recordaran, seguía doliendo, seguía siendo un hecho incapaz de modificar sin importar todas las veces que había soñado con que aprecia su progenitor riéndose, diciéndole que era una broma y él lo abrazaba después de primero haberle insultado tanto en inglés como en francés. Lo peor es que no tenía ningún lugar para ir a recordarle, ya que su cuerpo andaba por lo profundo del agua, quemado, perdido ya siendo parte de la vida del océano; para nada reconocible. Y aún le lloraba inútilmente, como si sus lágrimas pudiesen traerlo de vuelta del otro lado, como si el dolor con el paso del tiempo fuera más leve.

Se había dormido tarde por quedarse hasta la madrugada en la terraza, viendo el universo y sabiendo que su padre andaría saltando de estrella a estrella, creando constelaciones con sus pasos.

“Ey, angel. ¿Me miras y te ríes cuando me aferro al pasado?”.

Se despertó y revisó la hora ante tanto silencio sospechoso ya que, sus amigos eran como los niños pequeños: el silencio no era tranquilidad, era sinónimo a desastre. Hacia diez minutos que tuviese que haber dejado a Harry en el museo, y desesperado empezó a cambiarse rápidamente con la necesidad en el pecho de disculparse y querer estar con él. Así que ni siquiera desayunó cuando ya se encontraba conduciendo en dirección al lugar donde había conocido a ese chico.

Al llegar corrió a través de las grandes puertas abiertas y, deteniéndose en la entrada, delineó con la mirada todo el lugar para encontrar al rizado donde parecía ser su lugar: al lado de la pequeña biblioteca. Se acercó a él y lo abrazó tiernamente sobre los hombros, escondiendo el rostro en el cuello ajeno.

—Perdón, Hazz. —se disculpó por lo bajo, siendo su voz acoplada por la piel blanquecina—. Me quedé dormido.

Oír su risita le hizo sonreír, y a su vez sentirse menos culpable por si algo le sucedía en el camino. Se preguntaba muchas veces qué sería de él sin Harry en su vida y ninguna respuesta era positiva.

—Lou. —lo tomó de las mejillas para hacer que su azul vea el verde.

Quiso que rompa la distancia entre ellos y lo bese, que su regalo de cumpleaños sea ese: un beso suyo. Sin embargo, siguió hablando:

—Ayer te dije que hoy iba a venir caminando, que necesitaba hacer algunas cosas por el camino. —le recordó, aunque él apenas podía escucharlo al estar tan centrado en sus pensamientos mientras observaba atento su boca.

¿Acaso él tendría que dar el primer paso? ¿Y si lo callaba de un beso y le admitía que no lo estaba escuchando por estar tan concentrado en sus gruesos labios y en como se movían al hablar? ¿Cuál sería su reacción si, finalmente, se animaba a besarlo?.

Y realmente le prestó atención a lo que hacía cuando se separó. Estuvo a punto de quejar –sin ser completamente consciente– al querer mantener esa cercanía entre ellos, pero se percató de que el orbes jade llevaba algo consigo, oculto detrás de su espalda. Antes de poder hablar, lo hizo él:

My policeman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora