—Esta es la casa de mi madre.
La voz de Lucrecia se pierde con el sonido del viento de esta ostentosa mansión.
—¿No hablan?.
—Al igual que tú, yo no pude perdonarle cosas a mí madre. Después de todo, aunque la vida me lo devolvió contigo yo te entiendo.
—¿Crees que nos ayude?.
—Ella es un tanto especial, todo depende como esté su día. Es una mujer tan fría como el mismísimo hielo. Pero por tí, haré lo que haga falta incluso arrodillarme ante ella.
Yo la observo detenidamente y solo puedo pensar en que esta mujer a pesar de darse cuenta de que algo andaba mal no dejó de defenderme contra el mundo.
Tocamos el timbre y una empleada nos recibe.
—¿Qué se le...—sus palabras se cortan a medio camino—ofrece. ¡Señora Lucrecia!. Qué alegría volver a verla, pensé que moriría trabajando aquí y nunca más tendría el gusto de verla.
—Yo pensé lo mismo Berta, pero aquí estoy. Por lo que veo mi madre no puede deshacerse de tí como de todos. Eres la única que la entiende.
—No diga eso, la señora ya está mayor, no es la misma.
—Eso lo dudo pero me alegró mucho volver a verte.
—Pase por favor, enseguida le digo que está aquí.
—Prefiero que pasemos nosotras directamente. ¿Dónde está?.
—En el estudio.
Lucrecia camina delante de mí sin titubear se nota que conoce esta casa a la perfección.
—Es aquí.
—Bueno pues toca.
—Nunca dije que lo haría.
Esta nueva Lucrecia me intriga, es más fuerte y menos dulce, se parece tanto a mí.
Abre la puerta e irrumpe en la habitación.
—Lucrecia.
—Mamá.
Esa voz me es tan conocida que yo entro después de ella y me quedo petrificada en la entrada. La mujer detrás del escritorio es Sabrina, de la casa de modas. Ella es mi...abuela.
Mi abuela.
Yo olvide el nombre y nunca llamó mi atención. No puede ser.
—¿Lucía?.
—¿De dónde conoces a mi hija?.
Ella abre los ojos de par en par y se apoya a una silla como si fuese a caer.
—¿Tú hija?.
—Sí, esa que tuve que entregar.
—Ella está en mi casa de modas, es...¿cómo es posible?. Tú nunca le dirias la verdad—ahora se dirige a mi—¿Entraste a mi casa de modas sabiendo que eras mí... nieta?.
—No, yo no lo puedo creer...es decir, como le dije el primer día soy adoptada y acababa de descubrir la verdad sobre mi madre, osea Lucrecia pero no tenía idea de nada más...
—Ahora entiendo tantas cosas, cuando te miraba creía que veía a mi hija...—respira profundamente—Pero veo que mi hija no ha cambiado y sigue con la misma mirada de reproche contra su madre pero sucedió lo que te dije Lucrecia, volviste a mí.
—No te he perdonado.
—Eso ya lo veo, dime, Lucía, ¿tú la has perdonado?.
—No—responde Lucrecia por mi.
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El juego detrás de tú mirada
Romance"El Juego no acaba con quién lo comienza sino con quién sabe jugarlo mejor" Un corazón herido es capaz de hacer muchas cosas .Incluso participar en un juego con tal de herir a aquel que tanto daño le hizo. Claro que...nunca imaginó que la chica con...