XXXIV

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Mi linda hermanastra (ultima parte).

—¡Que no! ¡Demonios! ¿Por qué están difícil aceptar un no? — cuestionó molesta mientras caminaba hacia su cuarto tomando una de las toallas de la repisa.

—Mila, prácticamente nunca te niegas a nada ni a nadie. Bueno, excepto a tu linda hermanastra—, recalco la última palabra.

—Si, pero, ella es otro asunto. Además, ¿qué gano si lo hago? — dejo el teléfono en el estante de su mueble colocándolo en alta voz.

—Flaca, no puedes negarte, has perdido la apuesta. Y mis apuestas se... —Respetan— respondieron al unísono. —Además si te niegas el castigo será mil veces peor que este.

La castaña suspiró y acepto.

—Bien, ¿de dónde saco las prendas?

—No te preocupes por eso latina, yo me encargo. Tú solo encárgate de tomar una buena ducha y colocarte una prenda de repuesto para recibir el paquete.

—Bien, pero, si tardas el castigo se vuelve humo. Que ni loca vuelvo apostar contigo.

—¡Ja! Ni tú te salvas de eso castañita, mueve el trasero, mi chófer va en encaminó. Te dejará las prendas en la entrada, tienes 15 minutos para estar lista.

—No desaprovechas ninguna, ¿cierto?

—Yes sir.

La castaña terminó la llamada insultando a su joven amiga, tomó una ducha corta pues en la puerta le esperaba que había llegado en el menor tiempo comentado. Y como lo había comentado previamente Kendall; el hombre dejó el paquete en la entrada y tomó de nuevo su lugar en el automóvil. La chica miró las prendas y se arrepintió al instante de aceptar la apuesta que claramente había perdido por culpa de Hyeong.

Tomó su teléfono y le dedico una hermosa carta a la joven Kendall insultando la de mil maneras. La chica solo respondió con un <No te afliges tanto, si lo deseas puedo enviarte uno más grande>. La joven Cabello solo se dedicó a maldecirse internamente al no tener idea de cómo colocárselo.

Tardó un tiempo en colocarse aquel artefacto y todo gracias a los videos de internet. Se vistió con el traje proporcionado por la pelinegra y se maquillo ligeramente tratando de no resaltar tanto su estilo. Quería pasar por desapercibida. Aunque intentara de todo para no llamar tanto la atención, más de unos pares de ojos se posarían en ella.

—Oye Cami, él sujeto de afuera luce muy... — se introdujo en el cuarto invadiendo su privacidad y quedando con la boca abierta.

—¡Hyeong! — tomó el saco y se lo coloco encima cubriendo la desnudez de la parte superior.

—¡Mierda! ¡Santa! — se colocó ambas palmas en su mejilla mostrando su asombro. —¡¿Pero qué demonios?!

—¡¿Cómo demonios entraste?! — le grito mientras se giraba, tratando de tapar su entrepierna.

—Tu castigo es más que magnífico y déjame comentarte que tu vestida de traje te hace lucir como una maldita señora de la mafia. Luces como la puta ama. Es más, hasta me dan ganas de ser tu esclavo.

—No digas estupideces— se giró para mirarse en el espejo.

Digo la verdad bonita, es más, si en este momento tienes una correa me dejo llevar por ti—. Le guiño el ojo mientras se acostaba boca abajo en la cama y se colocaba los brazos tras su espalda, —espósame mi señora.

Negó con la cabeza y golpeo su trasero, —no digas tonterías—, lo miro de arriba abajo. —¿También vas de traje?

—Claro que sí, tengo que lucir así para las pláticas y exposiciones de la universidad, ¿es que acaso no te comentaron?

—¿Exposición? ¿Universidad? — frunció el ceño, mostrando su desconcierto.

—Claro, hoy se presentan las universidades y debemos lucir de manera formal y elegante para impresionar, ¿enserio no te habían comentado nada?

Negó con la cabeza, tomó nuevamente su celular y volvió a mandarle una lista larga de insultos a la pelinegra quien solo le respondió con un stiker. La castaña se frustró pues no podía fallar con la apuesta. El chico sólo la consoló y ambos se fueron en el auto que les esperaba afuera. Cuando llegaron al lugar donde sería las exposiciones de las universidades se asombraron pues al parecer el lugar era de cierta forma elegante y lujosa. Un edificio muy peculiar y hermoso.

—Ya veo porque tanta formalidad en nosotros— le susurro Hyeong al oído.

—Si, espero que esto acabe rápido que me siento muy incómoda.

—Yo también me sentiría de esa forma si me cargara una erección de 20 cm. Que en tu caso sería un juguete que mide casi 25 cm.

—Cállate imbécil. ¿Quieres dejar de verme la entrepierna y el trasero?

One Shots CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora