XXXVI

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Linda modelo (última parte).

Al llegar al hogar de la pelirroja, Camila salió del auto con sumo cuidado, pero todo a su alrededor comenzó a tornarse negro y lo único que logro escuchar fue la voz de ambas mujeres gritando su nombre. Lo demás todo fue un silencio abochornado que le hacía sentir impaciente.

Media hora después abrió lentamente los ojos y trato de fijar su mirada en algún punto del cuarto, le costó un poco de trabajo, pero lo consiguió. Observo todo a su alrededor tratando de recordar en donde se encontraba.

Se asombro y pego un pequeño brinco al encontrar la mirada fija en ella de la ojiverde. En su mano se podía apreciar una taza mientras que en su rostro mostraba un destello de preocupación y arrepentimiento.

—¿En don-donde estoy? — trato de incorporarse en la suave cama, pero gimió de dolor al tratar de moverse.

Lauren simplemente corrió hasta ella y la recostó suavemente en la cama.

—No te muevas bruscamente.

Camila frunció el ceño y solo asintió, —sigues sin responder a mi pregunta— su voz era más rudo y frío. Claramente aún estaba molesta con ella.

—En mi casa.

—¿En tu casa? — ella simplemente asintió. —¿Y Sof?

Apretó la mandíbula con fuerza tratando no sonar hostil, —en su casa. ¿Por qué? ¿Ya la extrañas? — fue más un reclamo que una pregunta.

—Debería de estar en su casa. No en la tuya.

—Pues era la más cercana en esta zona, además, estuviste inconsciente casi una hora.

—¡Mierda! — se levantó de nuevo bruscamente, gimiendo y llorando de dolor, —¿pero que mierda?

—No te muevas de esa forma— le reclamo.

—¿Qué es esto? — se levantó la polera mostrando el vendaje en su abdomen.

—Te has jodido dos costillas y tienes un hematoma en la parte superior de tu mejilla sin contar el corte en tu ceja.

—¿Qué hora es?

—La una y media de la madrugada.

—¡Mierda! — sin contenerse nuevamente se levantó de la cama maldiciendo en mil idiomas.

—Que no te muevas— trato de acercarse, pero la castaña fue más rápida y la detuvo con la mano.

—Ni se te ocurra acercarte a mí y mucho menos tocarme— se miró de arriba abajo y se dio cuenta de no contaba con su pantalón. La miro seriamente, mostrando evidente molestia, —¿en dónde están?

—Camz...

—¡No! ¡Nada de esa mierda! — se acomodó en el respaldo de la cama. —¡Ya terminaste tu obra de caridad así que déjame en paz! Tú y tus putas se pueden ir al carajo.

Miro a su alrededor y encontró lo que tanto buscaba con desesperación. Sin importarle su lesión y el dolor tomo la prenda y se la colocó con rapidez y brusquedad, quería escapar de aquel lugar en el menor tiempo posible. Y si tenía que sacrificar su dolencia lo haría, y si eso conllevaba a correr escupiendo sangre lo haría. No resistía un minuto más en aquel lugar donde habitaba la mujer que había destrozado su corazón en mil pedazos.

Lauren, por otro lado, estaba anonada con el cuerpo de la chica, abdomen plano y tonificado, unos cuantos tatuajes en los ante brazos, costillas y espalda que no se podían apreciar a primera vista por la polera. Sus piernas tonificadas, y sobre todo a la ojiverde le encantaba los bíceps que resaltaban al momento de tomar cosas pesadas o cuando aplicaba un poco de fuerza.

One Shots CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora