XXII

2.1K 55 4
                                    

Mi linda hermanastra.

Camila 18, Lauren 19.

—Entonces, ¿nos mudaremos de nuevo?— comentó fastidiada.

—Bueno, sólo por está vez, estoy segura de que este es el indicado— mostró una sonrisa amplía.

—Madre, me las dicho cientos de veces y lo único que conseguimos es mudarnos una tras otra, tras otra vez— se levantó de la cama bruscamente. Se encaminó hasta su habitación dando un gran portazo al salir.

—¡Estoy segura de que esta es nuestra última parada cariño!— levanto un poco la voz para que la joven la escuchase. Comenzó a empacar sus prendas de vestir en una gran maleta roja de ruedas, las acomodó delicadamente por color y diseño.

La chica suspiró pesadamente al ver su ropa regada y su cuarto desordenado, le rogó a Dios que esta vez fuera su última parada en cinco años, estaba agotada y avergonzada de estar cambiando cada seis meses de lugar, país y cuidad todo por culpa de su madre y sus indecorosas propuestas de trabajo. Las cosas comenzaban a complicarse para ella, un padre nuevo, nuevo trabajo, en fin, su madre era un lío sin solución.

Su padre les había abandonado hace diez años atrás, dejando sola una nota escrita poco legible y con mala falta ortografía "No sopolto a tu desgrasiada es solo una carja", Camila había reído fuertemente al ver la nota, no mostraba tristeza o rencor hacia el hombre, si no al contrario, se entusiasmó con la marcha del hombre. Estaba hostigada con su presencia, comportamiento machista y de su falta de atención. Nunca permitiría que su padre Josue manchase el nombre de su madre de nuevo. Camila había madurado y crecido demasiado a tal grado de ser muy agresiva y testaruda. Un día que le volvió a ver le dejó una clara advertencia asustando al hombre de inmediato.

—Ayúdame Ally— miró al techo —ruega por mi y mi madre... ah y pide le a Dios que este sea mi última mudanza—. Suplicó agotada.

Comenzó a empacar sus prendas de vestir en una maleta negra, en otra maleta de color blanca acomodó sus pertenencias "sagradas" las cuales fueron introducidas delicadamente y con suma sutileza.

Media hora después se encontraban en el auto rumbo a su "último campo de hospedaje", donde claramente Camila no tenía el mínimo conocimiento de la nueva pareja de su madre. Sabía que era un hombre de negocios, joven y muy atractivo. Sólo tenía esa información, su madre poco le hablaba de sus parejas pero aún así con un rostro risueño comento que tendría una gran sorpresa en cuanto llegarán al nuevo edificio. Cabe destacar que el lugar era más amplio, más cómodo y más "hogareño", según la descripción de su madre.

—Madre, por lo que más quieras en este mundo, te ruego. Te suplicó que me dejes vivir en un solo lugar. Aún así sea viviendo sola en la calle, en un orfanato o en casa de mi tía— suspiró —estoy harta de cambiar de lugar, es muy vergonzoso y más si es por tu edad.

—¡Karla!, ten más respeto para tu madre. Se que no te gusta estó, pero recuerda que no eres una santa. Por la culpa de tu calentura nos marchamos.

—Ya te he dicho que esa mujer estaba desquiciada. Su novia estaba loca, sólo imaginaba cosas. Te juro que no me metí con ella, ni tuve algo con ella. —la miró fríamente —Además tú lo has dicho, ¡una sola vez nos hemos marchado por mi culpa no tan culpa!...

—Cariño, para tu drama de anciana homofobica— fruncio el ceño mostrando una mirada desafiante. —Te conozco muy bien. Se que ambas mujeres se acostaron contigo y que a ambas les gustó tu dulce compañía.

Se sonrojo. Sonrió ligeramente y se rasco la nuca mostrando nerviosismo —madre, detente en ese tema ¿quieres?, este tipo de conversación no se da en un carro y menos si vas con tus lentes de los ochenta.

One Shots CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora