Fugas de leche

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Cuando Draco llevo a Ron con su obstetra, porque le dolía el pecho y últimamente tenía fugas, nunca pensó que terminaría probando su autocontrol y que su novio le haría casi imposible la tarea.

La obstetra les explicó que era normal tener estás fugas de leche o mejor dicho calostro — el líquido que su cuerpo producía antes que la leche—, que podía usar unas almohadillas hechas especialmente para estás situaciones o extraerla y almacenarla para cuando su bebé naciera. Les hablo de los beneficios de una extracción e incluso les enseño cuál sería el masaje que debían realizar sobre sus pezones en caso de elegir la opción.

En un principio Ron se negó a que lo ayudara, pero ante el argumento «nadie conoce tus pezones mejor que yo» no pudo seguir negándose.

Así fue como Draco terminó en esta incómoda situación, con su novio sentado en la cama, luciendo un violento rubor que llegaba hasta sus orejas, apretando los labios para no dejar escapar gemidos y con él hincado frente a éste estimulando su pezón, esperando que las gotitas de calostro decidieran salir, y una erección que no prometía desaparecer pronto.

No es que Draco fuera un pervertido, entendía perfectamente que una extracción era tan algo tan normal como amamantar, sin embargo, no podía evitar sentir deseo por su novio y aún menos cuando éste se excitaba con sus toques, solo necesitaba mirarlo para comprobar que estaban en las mismas condiciones.

—Sería más rápido con mi boca.

Ron soltó un suspiro antes de hablar —no puedes, tenemos que guardar el líquido para el bebé…

—La obstetra dijo que los primeros días solo saldrían un par de gotitas, no creo que importe demasiado.

—Es por esto que quería hacerlo solo.

Draco rodó los ojos y continuo con su trabajo hasta que las tan preciadas gotitas decidieron salir, utilizo una jeringa como contenedor y repitió el proceso en el del lado izquierdo.

Unos minutos más tarde termino, se levantó dispuesto a encargarse de su problema con su mano y en el baño, sin embargo, el rostro de su novio contorsionado por la duda lo hizo detenerse.

—¿No será peligroso para el bebé? —lo cuestiono Ron sin despegar la mirada de su entrepierna.

—No, la obstetra dijo que debíamos evitarlo tres semanas antes del parto, aún tenemos una semana.

Asintió con un movimiento de cabeza lento, ya no había tanta duda en sus expresiones, poco a poco estaba siendo remplazada con el deseo. Draco lo tomo como su señal para actuar, se inclino, sujeto su mentón y lo beso, pausado y profundo.

Se tomó su tiempo para desvestirlo, para acariciar esas partes que sabía podían ponerlo a temblar, lo ayudó a acomodarse, porque no lo harían en una poción en la que se tuviera que esforzar demás.

Antes de unirse a él en la cama se tomó un momento para observarlo, los pechos del pelirrojo era más grandes, su piel estaba brillante y sedosa, sus mejillas se volvieron regordetas, sin importar el peso extra, su enorme barriga o las estrías que tanto detestaba, para Draco seguía siendo la persona más tentadora y sexy de todo Londres.

Fue lento, le susurro al oído cuánto lo ama, lleno de besos húmedos su espalda, cuello y cualquier parte de piel a su alcance, mientras sus manos acariciaban, aliviaban o simplemente sostenían. Se movió con moderación, pero no por eso fue menos placentero, cada vez que entró y salió de él tocó ese punto que hacía que su novio sollozar y gritara pidiendo más, hasta que ambos llegaron a su maravillosa e increíble liberación.

Draco se preguntaba si el sexo con Ron era tan asombroso porque estando embarazado era más receptivo de lo normal o sencillamente era porque estaban haciendo el amor. Cuál fuera la respuesta, solo estaba seguro de una cosa, Ron es el único con quién quiere experimentar estás sensaciones.

—Te amo —susurró buscando la mano de su novio para entrelazarla con la suya.

—Y yo a ti —no podía verlo, pero estaba seguro de que había una sonrisa en sus labios mientras lo decía.

El bebé de Ron y Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora