Hormonas

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Desde que era un bebé Draco fue popular, provenía de una de las familias pura sangre más antiguas y ricas de Londres, eso atraía a muchas personas. En el colegio su buena genética lo posicionó como uno de los chicos más populares y atractivos de todo Hogwarts, incluso años después cuando entró en el programa de inefables su popularidad no disminuyó y todo eso a él le encantaba, la atención, los halagos, las citas constantes ya fuera con la intención de solo coger o algo más.

Ahora nada de eso le importa, tiene a dos personas a las que más y que ellos lo aman y eso es lo único que necesita. Llegar a casa y ver a Ron sonriendo mientras arrulla a Scorpius es un recibimiento que siempre se le antoja.

Sin embargo, pese a que todo el mundo sabe que está enamorado y en una relación con Ron Weasley y además tienen un hijo, cortesía de un artículo de Rita Skeeter en el profeta, las personas siguen interesadas en él y lo invitan a salir, unos de forma sutil le sugieren lo muy dispuestos que están a ser el tercero en discordia, otros pocos tienen la osadía de ofrecerse abiertamente a ser padrastros (a esos Draco a disfrutado hechizándoles el trasero) y por último están los que buscan de una manera ingeniosa llamar su atención y él ignora olímpicamente.

En un principio parecía que ignorar las insinuaciones e invitaciones haría que pararan, pero no fue así y Draco ha pasado de irritado a molesto, por lo que decidió hacer algo.

Un día al salir de la academia fue a la primera joyería que encontró, salió satisfecho con una pequeña caja y pensado cuando sería el momento adecuado para entregársela a Ron.

Su oportunidad llegó dos días más tarde, cuando al salir de la academia su novio y su hijo, quién usaba un mameluco de dragón que lo hacía lucir aún más adorable, lo esperaban para llevarlo a casa.

—Que agradable casualidad encontrarlos por aquí, señor Weasley y señorito Malfoy,

—Señor Malfoy, es un gusto y déjeme decirle que se ve especialmente atractivo, ¿trabajo en sus músculos hoy?.

Draco le sonrió coqueto —así es, ¿le gustaría que se los muestre?.

Un ligero rubor comenzó a teñir las mejillas de su novio, pero cualquiera que fuera a ser su respuesta quedó en el olvidó cuando uno de sus compañeros de clase se interpuso entre ellos. El chico parloteaba sin parar algo sobre una fiesta y que Draco debía asistir, al mismo tiempo que le coqueteaba sin ningún disimuló, él solo miraba a Ron, cuyo rostro a cada segundo subía a un tono de rojo más fuerte.

Abrió la boca para mandar a dónde ese chico pertenecía, por su gran falta de educación y descaro, cuando una llamarada de fuego le dio directo en el trasero. Draco uso sus excelentes reflejos para lanzarle un aguamenti.

Su compañero con la ropa quemada y mojado de los pies a la cabeza les dio una mirada furiosa, a la cual Ron solo sonrió.

—Lo siento —se disculpo, pero Draco podía ver cuan falso era, no lo sentía en absoluto —solo tiene un mes no controla su magia —señalo a Scorpius quién reía como si toda la escena fuera la cosa más divertida del mundo.

El chico se fue soltando maldiciones lo más alto posible.

—¿De verdad acabas de culpar a nuestro hijo?.

Su novio tuvo la descendencia de lucir un poco avergonzado —son las hormonas —se excusó.

Draco enarco una ceja —¿no estás en tus últimas semanas de cuarentena?.

—¿Cuál es tu punto? Las hormonas siguen afectándome, no hay una fecha exacta para que me dejen en paz.

No respondió nada, en parte porque eso era verdad, las hormonas le hacían pasar malos ratos con frecuencia, pero ambos sabían que está ocasión nada habían tenido que ver, y porque hasta ahora no sabía que Ron celoso era un espectáculo digno de admirar.

Camino hasta él,  saco la caja que había comprado días atrás y se la mostró.

—¿Eso es...? —no pudo terminar la pregunta. 

La abrió para que viera los dos anillos de diseños sencillos que contenía. Saco el primero y lo deslizó en el dedo anular izquierdo del pelirrojo.

—Son de promesa, —le explica mientras se colocaba el suyo —quiero que todo el mundo sepa que soy tuyo y tú eres mío, son la promesa de que un día nos casaremos.


Ron comenzó a llorar, nuevamente uso como excusa a las hormonas y tal vez fuera un poquito verdad, pero ambos sabían que era por la emoción y la alegría. 

El bebé de Ron y Draco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora