17

102 2 0
                                    

-Mira esto -dije señalando el papel en el que había copiado la pista que había
encontrado la noche anterior-. No sé qué significa.
Eric y yo nos encontrábamos en mi habitación.
He de reconocer que al principio había sentido un poco de vergüenza ante la perspectiva de
enseñarle a Eric dónde vivía. Sí, la mansión por fuera podía ser imponente, pero el interior era
otra historia... Sin embargo, mi tía y Benson habían hecho grandes progresos durante el día: habían
limpiado varias habitaciones y ahora lucían en casi todo su esplendor. Vale que hacía falta una
buena capa de pintura por toda la casa, pero éste era un buen comienzo.
Me sentí un poco mal por todo el trabajo que habían hecho Benson y la tía Paula y me prometí
ayudarles durante el fin de semana.
La tía, aprovechando un momento en el que Eric estaba distraído, me animó a compartir la pista
con mi amigo, lo que quería decir que podía pedir ayuda. Y en eso estaba.
Le había puesto al corriente de todo lo que me había sucedido en los dos últimos días: mi
anterior apartamento, la precaria situación económica que teníamos, la carta misteriosa, la
herencia de la mansión y que todo esto de la pista formaba parte de un entrenamiento, pero
desconocía para qué me estaban entrenando. Él me escuchó con paciencia, haciendo preguntas
cuando no entendía algo y animándome a continuar cuando yo me trababa en algún punto. No tardé
mucho en contárselo todo. Desde el primer instante aquel chico delgado y pecoso me había
parecido alguien de confianza y, en aquel momento, yo necesitaba un amigo más que nada en el
mundo.
Eric deslizó los ojos sobre el papel que le tendía. Lo sujetó con las manos. Lo giró. Lo
devolvió a su posición original. Se rascó la cabeza sin separar la mirada del papel.
-¿Esto qué es? -preguntó al fin, señalando el extraño símbolo que parecía un triángulo
encima de un cuadrado.
-No tengo ni idea -contesté encogiéndome de hombros.
El chico continuó mirando aquel dibujo unos segundos más, cuando, de repente, sus ojos se abrieron como platos y en sus labios se dibujó una sonrisa. Casi pude ver una bombilla
encendiéndose sobre su cabeza.
Había dado con algo.

Amanda Black una herencia peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora