El día en que Amanda Black cumple trece años recibe una carta misteriosa que cambia su vida. Y
de qué manera.
De vivir casi en la miseria, ella y su tía Paula pasan a mudarse a una mansión gigantesca y
laberíntica que ha pertenecido a la familia Bla...
Desayunamos con la tía Paula, que no preguntó nada sobre los descubrimientos que habíamos hecho el día anterior. Eric pidió permiso a mi tía para quedarse el fin de semana entero para ayudarme; la tía accedió, pero le obligó a llamar a su madre para decírselo. La tía Paula también habló con la madre de Eric y la invitó a tomar el té aquella misma tarde en la mansión. Ya que nosotros pasábamos tanto tiempo juntos, era bueno que ellas dos se conociesen. A continuación, nos dirigimos de nuevo al taller para seguir con la lectura, pero no sin antes prometerle a la tía Paula que tomaríamos el té con ellas. Hasta que no estuvimos de nuevo frente al libro, no me atreví a preguntarle a Eric lo que quería preguntarle. Mi amigo estiró el brazo para abrir de nuevo el libro. -No, espera, Eric. -Puse mi mano sobre su brazo para impedirle que lo abriese-. Es que... Bueno, ahora ya sabes lo que soy y... -¿Y qué? -contestó mi amigo confuso. -¿Cómo que «y qué»? Eric, soy una ladrona, ¿estás seguro de que quieres seguir adelante con esto? -Esto es muy fuerte... Vamos a ver, aquí dice -golpeó con el dedo índice la cubierta del libro - que sólo robáis cosas que pueden ser peligrosas para la humanidad. No veo el problema... Además, de momento nadie ha dicho nada de robar nada, sólo queremos encontrar la llave de tu cámara acorazada. ¡Es tuya! No vamos a robar nada. -Puede que tengas razón... En fin, continuemos. Eric asintió y abrió el libro por la página en la que lo habíamos dejado la noche anterior. Observé a mi amigo mientras lo hacía, cada vez confiaba más en él. No creo que muchos hubiesen estado dispuestos a ayudarme después de saber que era una ladrona y que tenía algo así como superpoderes, pero a este chico le daba igual todo eso, le importaba yo, le importaba su amiga. Y yo nunca le había importado a nadie más que a mi tía. Nos llevó todavía cerca de tres horas obtener la primera pista. Estaba claro que rápidos, lo que se dice rápidos, no éramos. -¡Aquí está! ¡Aquí! ¡Mira, Amanda! -Eric golpeaba una línea a mitad de la página-. ¡Mira! ¡Qué fuerte! ¡Lo tenemos! -¿Qué pone? -pregunté. -A ver... -Eric leyó durante unos segundos-. Mmm... Mmm... Vale, pone que es la llave de diamante la que abre la galería en la que se guardarán los artefactos, también dice que es una llave imposible de duplicar... Y Benson ha incluido un dibujo. Eric me pasó el libro y leí la información que contenía. El dibujo era muy detallado, la llave parecía hecha de cristal y la cabeza tenía forma de pluma, similar a la de la portada del libro cuya traducción estábamos leyendo. -¿Y cómo la encontramos? -Le devolví el libro a Eric. -¿Puedo utilizar los ordenadores? -Claro, se supone que todo esto está aquí para ayudarnos en nuestra búsqueda. Eric se levantó de la mesa para dirigirse a uno de los ordenadores y lo encendió. La pantalla se inició de inmediato. -Nunca había visto un ordenador tan veloz -murmuró para sí sentándose en el sillón que había frente a la pantalla-. Veamos de lo que eres capaz, amiguito. Eric abrió un buscador y tecleó en el recuadro para las búsquedas: «llave de diamante» Cientos de resultados aparecieron en apenas un segundo. Hizo clic sobre el primero de ellos. Se trataba de un artículo de hacía algunos años que informaba de la exposición de varias piezas de la colección privada de Irma Dagon, accionista principal de Dagon Corp; entre las piezas expuestas se encontraba la llave de diamante. -No va a ser tan difícil encontrarla, por lo visto la llave fue expuesta hace algunos años en el Museo de Historia de la ciudad. -Pero ¿cómo ha llegado la llave a manos de esta tal Irma Dagon? -pregunté mientras me acercaba a leer el artículo por encima del hombro de Eric. -Eso no lo dice aquí. -Mi amigo se encogió de hombros y regresó a la pantalla principal para abrir el siguiente enlace.
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Todas las noticias que vimos eran réplicas, casi exactas, del primer artículo que habíamos leído. Seguimos avanzando artículo tras artículo y poco a poco fuimos siguiéndole la pista a la llave de diamante: durante los siguientes años la colección privada de la señora Irma Dagon había sido expuesta en diferentes países de los cinco continentes... Hasta el martes, que sería devuelta a las oficinas centrales de Dagon Corp., que estaban situadas en nuestra ciudad. -Pues al final sí tendremos que robar algo. Ahora entiendo que la tía Paula y Benson no pudiesen encontrar la llave -comenté. -Eso parece, espera un segundo. -Eric continuó leyendo el último enlace que había abierto -. Va a haber una fiesta en el edificio de Dagon Corp. para celebrar el regreso de la colección. -Giró la silla para situarse frente a mí-. Tendremos que colarnos en esa fiesta. -Tendré -dije. -No, tendremos -insistió él-. Si esa tal Irma Dagon tiene en su poder una llave que tendría que haber estado en esta casa, sólo puede significar que la robó, por lo que, técnicamente, no estaríamos robando, estaríamos recuperando algo que te pertenece legalmente. Así que tendremos que colarnos en esa fiesta y coger la llave, de lo contrario, ve despidiéndote de esta mansión tan genial. Visto así, Eric tenía razón. Ahora sólo nos faltaba averiguar cómo colarnos en la dichosa fiesta.