Siete

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CAPÍTULO 7
“DESENTRAÑANDO LA REALIDAD”

No me esperaba que dijera algo así, esperaba que se burlase de mi y que me dijera que soy patética esperé unos segundos a ver si decía que era broma que eran mis problemas no los de él, pero eso no pasó. Y ahora me arrepentía yo de haberme "desahogado" de aquella manera, estaba avergonzada de mi persona. ¿De verdad que había dicho todo eso en voz alta? ¿A un completo desconocido que no me transmitía nada de confianza?

A los minutos de incómodo silencio dónde me regañaba en mi cabeza por haber actuado así, él habló.

—Puedes venir siempre que quieras a preguntarme sobre lo que tengas dudas -abrió la lápida en la que se acostaba y sacó un libro, el que me tendió y yo cogí confundida—. Ahora, ¿puedes marcharte, por favor? Tengo cosas que hacer.

Ese tipo no era normal. Claro que no, ya encontrármelo en esta especie de situación lo decía todo. Que fuese él único que pudiera verme ya no lo hacía normal.

-Gracias -asentí fingiendo una sonrisa.

Y me fui de allí lo más rápido que pude. ¿Cómo podía una persona ser capaz de cambiar de un humor a otro con tanta velocidad? Me dejó en una especie de confusión pero si tenía lo que quería, respuestas, lo demás no era importante.

Lo primero que hice fue leerlo en un lugar pacífico y que mejor lugar que al pie de un árbol en un vacío parque. Lo único que se oía alrededor era el sonido del viento batiendo contra las hojas así que ahí lo leí. Pero cuando iba por unas pocas páginas de introducción me quedé dormida.

¿Cómo pude dormirme? Si, el libro estaba aburridísimo pero cada minuto era esencial, tenía que entender todo lo antes posible para luego ver qué hacía. Me quité la tierra de la cara y traté de acomodar mi cabello.

-¿Así es como piensas aprender?

Pegué un brinco al escucharlo hablar. El tipo aquel estaba recostado al árbol casi al lado de mi.

-¿Puedes dejar de asustarme?

-No es mi culpa pasar desapercibido -refutó con orgullo y yo puse los ojos en blanco.

-Claro.

-¿Leíste algo? -señaló el libro que estaba en el suelo abierto solo con unas cinco páginas pasadas.

-Sí, me leí la nota de autor y la primera página de la introducción.

El resopló con resignación.

-¿Es eso necesario? ¿Acaso no te sabes tú las cosas? ¿Porqué simplemente me ahorras tiempo y me lo explicas tu mismo? -reproché, pero yo tenía razón, era innecesario leerme un libro de tantas páginas cuando el podía resumirme todo.

-Léelo, lo que no entiendas me dices -repitió tajante antes de marcharse.

Ese tipo me estresaba. ¿De verdad era necesario leerme ese maldito libro? No, claro que no lo era, el podía decirme las cosas con sus palabras. Pero no, él quería hacerme pasar trabajo leyéndolo.

¡Que estrés me cargaba!

Paré de reprochar y elegí ir a la biblioteca de mi antigua universidad, allí el no me encontraría, estaría en paz con la capacidad de realmente concentrarme. Me establecí en el almacén, a dónde nadie iba porque lo único que habían eran libros viejos, cuadernos rotos, hojas sueltas y mucho polvo. Allí me puse a leer y comprender detenidamente el libro que el chico me había dado.

Estuve dos días sumida entre las páginas, comprendiendo mi realidad.

El libro que me había dado aquel extraño se titulaba "La Cábala", y según leía, se centraba en el estudio de las dimensiones espirituales, la creación del mundo, la estructura del alma y el propósito de la existencia. En este, se mencionaban diferentes dimensiones o niveles de existencia las cuales me ayudaron a comprender un poco mi realidad desde una perspectiva más amplia. Eran varias: la primera dimensión era Atzilut, la segunda Beriá, la tercera Yetzirá y la cuarta y última Asiyá.

Comprendí que Asiyá era el mundo terrenal, mi mundo y dónde estaba mi otra yo. Yetzirá también mencionado como el plano astral o mundo astral, era dónde estaba actualmente. Y lo supe porque el chico había subrayado esa palabra y con una flecha me llevó hasta un escrito a mano que decía:

"Aquí estás tú, no te vuelvas loca y tómalo con calma".

Yetzirá, el plano astral, se refería a un nivel de existencia o realidad que estaba más allá de lo físico y material. Un reino de energía y conciencia donde las almas podían viajar y experimentar diferentes niveles de existencia, interactuar con entidades espirituales o incluso tener experiencias fuera del cuerpo. Las leyes de la física no eran las mismas que en el plano terrenal, lo que permitía experiencias como la proyección astral, viajes espirituales y la comunicación con seres de otras dimensiones. En este plano todos los pensamientos, deidades, espíritus y vidas mágicas esperan ser llamados al mundo de lo manifiesto.

En orden de explicación empezaban desde la cuarta hasta la primera. Y las próximas páginas en las que explicaban sobre la segunda dimensión, Beriá y la primera, Atzilut estaban arrancadas. Me pareció muy extraño y curioso pero le resté importancia. Sabía lo que necesitaba saber y era lo mejor, no exponerme a tanta información.

El libro finalmente explicaba que las dimensiones eran mundos invisibles para los estados normales de la conciencia, mundos que corrían paralelo al nuestro y lo ínter-penetraban.

A decir verdad, terminé en un estado muy delicado. No sabía que pensar. Estaba en un lugar que apenas entendía ¿Dimensiones? ¿Plano astral? ¿Entidades? Todo era tan confuso. Ni siquiera podía creerlo del todo, toda esa historia parecía sacada del cine.

***

Me quedé un día más mirando la pared frente a mí, reflexionando. Me sentía muy desorientada e insegura por todo esto que me pasaba. Tenía miedo de no poder volver a la normalidad, de vivir aquí para siempre, de ser completamente invisible, de la soledad; me aterraba la soledad, era tan devastadora y abrasiva. Extrañaba a mi familia, al calor de alguien cercano. Lo había perdido todo, estaba atrapada en un mundo que prácticamente sólo existía para mi.

Finalmente me digne en salir de aquellas cuatro paredes porque mi cabeza dolía demasiado; había olvidado comer algo y lo único que hacía era dormir y pensar, pensar mucho, demasiado, analizar cada cosa hasta que el cerebro me ardiese. Desde que me leí todo aquello el dolor punzante en mi entrecejo tampoco desaparecía.

Lo que sucedió luego de salir de aquel almacén de libros definitivamente me cambió.

Mejor dicho.

Todo cambió.

Intersección [En Curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora