ᵘⁿᵒ: 𝑨 𝒏𝒆𝒘 𝒉𝒐𝒎𝒆

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Digamos que el camino en el auto fue soportable.

Odiaba que sus padres quisieran enamorarlo de la idea de estar en la capital de Japón, eso sólo hacia que detestara más la idea.

No podía escapar del auto e irse caminando, lamentablemente.

Por suerte, la otra parte del viaje no fue muy largo. Fue una hora y media en avión y otra hora en auto.

Las afueras de Tokyo no eran casi nada parecido al centro, según las fotos de Internet. Había campos y campos de cosecha. Ahora sólo quedaba ver la famosa metropolitana de su país.

Pararon a comer en uno de esos puestos de ramen y demás comida que algunos señores viejos salen a vender. No era por nada, pero Katsuki se dio cuenta que extrañaría a ese viejo y su comida deliciosa. Ojalá nunca muriera.

Conseguir una casa, una buena casa, en Tokyo era una tarea difícil. Según lo que Katsuki escuchó de sus padres, Masaru y Mitsuki usarían sus dotes en ingeniería y arquitectura, respectivamente, para construir su propio hogar a las afueras de la ciudad.

Sí, esos bellos campos entre Narita y el centro de Tokyo serían suyos en un futuro no muy lejano. Sólo tenían que poner manos a la obra.

A todo esto, la familia Bakugou se alojarían en un apartamento accesible para el trabajo de los adultos y el colegio del adolescente.

Conclusión: empezaría todo, absolutamente todo, desde cero.

Al llegar al apartamento, éste ya se encontraba amueblado, eso explicaba por qué la renta era más alta. El menor se apresuró a buscar su habitación y dejar sus cosas, asomándose por la ventana. Era un departamento con tres hogares distintos en un mismo piso, acomodados de forma horizontal y otros cuatro de forma vertical. Es decir, habían 12 hogares en total. El suyo se encontraba en el último piso: el tercero.

Desde la ventana podía ver al agua correr por lo que parecía ser una especie de río. O tal vez era mar en forma de río.

Su nueva casa se encontraba a unos minutos del centro de Tokyo, pasando un puente que los dividía de la Tokyo City y de Harumi, su lugar de residencia.

—¿Te gusta?— preguntó su madre en el marco de la puerta.

—No está mal.

—Pronto tendremos algo mucho mejor, te lo prometo— Ella sonrió y metió sus dedos entre las hebras rubias del cabello de su hijo.

Él asintió con la cabeza y suspiró, sintiendo el tacto que su madre le daba.

Por alguna razón siempre había sido así. Su madre era quién se encargó de cargarlos a los dos. Katsuki desde muy joven se dio cuenta de ello.

Ante ese pensamiento que llegó a su mente de repente, el chico se mantuvo quieto, dejando que hiciera lo que quisiera con su pelo. Era una forma de decirle a su mamá que aún podía estar cerca de él, aunque a veces no le agradara.

Después de todo mañana, domingo, sería un nuevo día.

De su nueva vida.

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Ahora, hablemos del peor fin de semana.

Bueno, no tanto. Fue el fin de semana donde más ha estado unido a sus padres, pero fue lo peor para sus emociones.

Anda, estamos hablando de un niño de dieciséis, pronto diecisiete, cortos años de edad. Sus hormonas de crecimiento y todo ese movimiento cerebral lo hacen sentir enojado por... ¡El gato del vecino!

No debería meterse en el departamento, menos a la habitación del chico.

Mañana sería su primer día de clases. Sus padres habían ofrecido llevarlo, claramente se negó. Si iba a empezar de nuevo, tenía que aprender mínimamente los nombres de las calles que rodeaban su escuela y su casa.

Entre Hilos Y ExplosionesWhere stories live. Discover now