ˢⁱᵉᵗᵉ: 𝑭𝒆𝒆𝒍𝒊𝒏𝒈𝒔

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Katsuki despertó ese día sintiéndose distinto. No sabía cómo explicarlo, pero se sentía distinto.

Desde que se levantó, se sintió raro, definitivamente había algo raro. Se detuvo un momento, ¿acaso estaba sintiendo esa enfermedad mental que leyó anoche? Ojalá no.

Se dedicó a respirar y prentender que seguía sintiéndose como siempre: neutral.

Sus padres aún estaban en su casa cuando el rubio salió de su habitación. Ambos lo saludaron, dándole los buenos días de todas las mañanas. 

Katsuki se terminó de acomodar el cabello cuyo nunca había podido controlar. Se puso su zapatos y terminó de acomodarse la camisa. Esa mañana se sentía calurosa, así que decidió no llevarse puesta la chaqueta de color negro que la escuela les daba en temporadas de invierno, sin embargo se la llevó en el hombro, por encima de su mochila. Por cualquier cosa, la llevaría.

—Ya me voy— le dijo a sus padres antes de salir de casa.

—Que te vaya bien hijo— respondió su padre, pues Mitsuki estaba al teléfono.

Esos días, sus padres habían estado ocupados, aparentemente estaban comenzando a ver el tema de la construcción de la casa. Aún faltaban muchas cosas por dejar en claro, empezarían primeramente por la compra del terreno. Lo más probable era que la construcción comenzara cuando ya tuvieran el presupuesto necesario para hacerlo.

—¿Irán al terreno?— preguntó antes de irse.

—Probablemente. Un día de esta semana iremos a Omoezaki.

A Katsuki le sorprendió  el comentario de su padre, ¿qué iban a hacer en Shizuoka? Aunque tenía curiosidad, no iba a preguntar en ese momento. Tenía que ir a la escuela.

Ya no les dijo nada a su padres, sólo salió del departamento. Su mente estaba tan sumergida en lo que le dijeron que solamente siguió caminando, se olvidó completamente de su bicicleta.

Caminó por la orilla de la calle, sujetándose del barandal. Sus pasos eran lentos, ¿y si regresaban a su anterior hogar? No quería volver. Le gustaba la vida que tenía en ese instante. Todo era casi perfecto. La opción de regresar era absurda, ¿por qué sus padres lo obligarían a regresar luego de haberlo obligado a irse, en primer lugar? Se detuvo.

Ya no quería pensar en eso.

Al levantar su mirada, notó como Kirishima estaba caminando con la cabeza agachada. Katsuki se quedó unos segundos pensando, el azabache se miraba algo concentrado. No quería interrumpir en los pensamientos que podía tener.

Aún así, se acercó a él. Kirishima tenía un aura que lo hacía olvidarse de todo en cuestión de segundos.

—Hey, Kirishima— le gritó a lo lejos. Sorprendentemente, el chico lo escuchó.

—Hey.

La forma en la que el chico le sonrió contagió a Bakugou, sonriendo de vuelta.

Había algo en él que definitivamente era raro. Probablemente era solo su esencia, pero todo lo que el chico transmitía, llegaba a lo más profundo de su mente; como si hiciera eco una y otra vez.

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En el almuerzo de ese día, los cuatro comieron en la cafetería. A Bakugou no le gustaba estar ahí; había demasiada gente. Al fin y al cabo, sólo habían ido para acosar al chico que le gustaba a Mina.

Kirishima fue el primero, y el único, en notar que el rubio estaba incómodo.

—¿Quieres ir a otro lugar?— le preguntó susurrando.

Entre Hilos Y ExplosionesWhere stories live. Discover now