ᵒᶜʰᵒ: 𝑻𝒉𝒆 𝒓𝒆𝒂𝒅 𝒕𝒉𝒓𝒆𝒂𝒅

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Dicen que todas las historias de amor empiezan de distinta forma. Algunas empiezan bien y otras no tan bien.

Para Katsuki, todas inician igual. Siguen el mismo patrón: se ven, hablan, se enamoran, pelean, se vuelven a enamorar.

Incluso al mejor cazador se le escapa una liebre.

Katsuki se había acostumbrado a ver los hilos de las personas. Tenía mucho tiempo libre, así que podía dedicarse a ver y contar las parejas que lucían felices, pero no eran el uno para el otro.

A veces se preguntaba "¿Por qué?". ¿Por qué fue él quien tiene ese don? ¿Y si en realidad tiene una enfermedad mental? ¿De qué servía, exactamente, ver las "almas gemelas" de los demás?

El punto es: aprendió a vivir con ello. Aprendió a ignorar cada una de las manos de la gente y no tener que ver sus hilos.

Hasta que se fue a Tokyo.

Tokyo, Japón, es conocida no sólo por ser la capital del país, sino por la inmensa cantidad de gente que habita o viaja para llegar ahí.

Llegar a Tokyo fue llegar a un lugar donde hay muchos hilos por ver. Todo aquello que se había vuelto costumbre, se volvió inevitable volver a observar.

La preparatoria es un lugar con mucha gente y pocos hilos (por no decir que nulos), era tranquilo.

Pasaron meses antes de acostumbrarse completamente a vivir en esa mercería. Cuando lo hizo, ya no sentía la sensación de querer tocar cada hilo completo que veía.

Katsuki ha leído cada versión diferente del mito del hilo rojo del destino. La escuchó cuando era niño y conforme han pasado los años, ha ido cambiando él mismo su propia versión de la historia.

Pero no hay mejor historia contada que la que uno mismo vive.

Un día despertó sintiéndose diferente. Tal vez era el sueño que tuvo esa misma noche que lo hizo despertar algo pensativo; o tal vez fue el hecho de volver a ver ese mensaje de todas las mañanas diciendo: "¿Irás a la escuela hoy?".

Llevaba días pensando en el chico que se le había acercado el primer día. Había algo en él que despertaba la curiosidad de Katsuki. Tenía preguntas que jamás iba a preguntar, pues su orgullo era una gran barrera.

Barrera que, a pesar del poco tiempo de conocerse, Eijirou había logrado derribar.

Conocía mucho y al mismo tiempo conocía muy poco de ese chico. Iba sonriendo a todos lados, con el cabello largo suelto y usando el saco de la escuela a medio poner.

Katsuki no creía que lo que sentía fuera gusto, o algo por el estilo, por dos razones: 1-, ambos son chicos; 2-, nunca había sentido algo similar por una persona.

Katsuki creía en el amor, pero no creía que él fuera capaz de tener un amor.

Viendo a sus padres de cerca, era algo relativamente complicado. A pesar de que el destino había hecho lo suyo, eso no quitaba el hecho de que no fueran perfectos.

La adolescencia es complicada; uno de los deseos más comunes al llegar a ella es: querer enamorarse.

Querer vivir esos amores clichés de película y sentir todo eso que un libro describe a la perfección.

Katsuki no sabía que quería vivir ese sueño hasta que lo vio a él.

Hasta que el chico comenzó a salir más seguido con él. Cuando comenzaron las llamadas nocturnas. El día en el que comenzaron a comer juntos en los recesos.

Katsuki ve el destino, pero no sabe nada acerca del amor. Hasta cierto punto le asusta ese sentimiento. Entregar todo de ti a una persona literalmente a ciegas es motivo para tener miedo.

Entre Hilos Y ExplosionesWhere stories live. Discover now