ˢᵉⁱˢ: 𝑻𝒉𝒆 𝒃𝒍𝒐𝒏𝒅𝒆 𝒈𝒖𝒚

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Abrir los ojos un lunes es pesado. Generalmente no quieres hacerlo y sólo que quedas acostado, pensando: "Han pasado cinco minutos desde que desperté y no he lavado mi cara".

A veces te quedas dormido, a veces no.

Incorporó su cuerpo cuando se dio cuenta que ya habían pasado diez minutos desde que había sonado su alarma. Si no se levantaba, no iba a llegar.

—Eijirou— llamaron desde la puerta de la recámara—, tenemos que irnos o llegarás tarde.

El chico asintió mientras terminaba de arreglar su uniforme. Sus ojos se enfocaron en el reloj digital que tenía en su mesa de noche.

6:34

"No puede ser".

Eijirou salió disparado, como una bala, de su cuarto. Tenía su camisa aún sin abotonar y su cinturón en la mano.

—¿Y a ti qué te pasó?

—No me dijiste que eran las seis con cuarenta— reclamó riéndose nervioso—. Vámonos.

El adulto lo miró.

—¿No vas a desayunar? Entras hasta las ocho, ¿no?

—Pa, estamos a una hora de Harumi, no voy a llegar a tiempo— dijo.

Su padre rió. Su hijo se notaba ansioso. Se acercó a él para abotonar su camisa y acomodar ligeramente su cabello.

—Te despertaste a las seis, no es mi culpa que te hayas vuelto a dormir, ¿eh?

—Lo sé, perdona— ladeó su cabeza—, pero en serio, debemos irnos ya.

—Bien.

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La pierna de Eijirou no dejaba de moverse en el auto. Había más tráfico de lo normal para ser un lunes por la mañana. Esa hora de viaje se había convertido en dos horas, según la aplicación de mapas de su celular.

Al menos ya habían entrado a Tokyo y estaban cerca de la estación de Tsukishiba. Mucha gente en todos lados. La mayoría eran estudiantes y trabajadores. Los puestos de comida, las escuelas, los cafés. Parecía que todos tenían el mismo horario.

Se estresó un poquito más cuando quedaron a nada de pasar el semáforo, sin embargo se quedó en rojo.

—Me bajo aquí.

—¿Seguro? Estamos a nada de llegar.

El chico no quería ni ver la hora, sabía que era tarde, así que no necesitaba hacerlo.

—¿Qué harás? ¿Correr?

—Es mi única opción— respondió. Quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta. Con un pie afuera, miró a su padre—. Nos vemos la próxima semana.

Sip— le dijo—. Saludas a tu madre. Suerte en la escuela.

Eijirou asintió, sonriéndole.

Apenas bajó del auto, comenzó a correr con la mayor rapidez que tenía. Era un camino que se sabía de memoria, así que todo lo que recorrió era rutina; excepto el caso de tener que correr a las ocho con diez en una ciudad ya silenciosa.

Que casualidad que justo cuando se bajó del auto, el tráfico disminuyó; pero eso ya no le importaba en ese instante, él sólo quería llegar a su clase cuanto más pronto pudiera. Entonces corrió hasta atravesar el puente donde dio su primer beso; corrió hasta llegar a la esquina de su primer rechazo y entró a la preparatoria de los sueños que nunca pensó tener.

Entre Hilos Y ExplosionesWhere stories live. Discover now