ⁿᵘᵉᵛᵉ: 𝑨 𝒑𝒊𝒆𝒄𝒆 𝒐𝒇 𝒚𝒐𝒖

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Katsuki despertó sin ganas de levantarse.

Sus padres habían hablado con él respecto al tema de la ida a Shizuoka; era por motivos de trabajo, unos colegas de sus los adultos los habían citado allá.

Lo invitaron a irse con ellos, pues se iban a ir pocos días. El rubio se negó, estaba en período de exámenes y entrega de calificaciones, cada día importaba más que el anterior.

Además, no deseaba regresar a ese lugar.

Así que, ahora Katsuki iba a estar el fin de semana y unos días más en soledad.

—¿Te parece si esta vez estudiamos en mi casa?— ofreció Eijirou al terminar las clases—. No quiero volver a sentirme como un entrometido en tu casa.

Katsuki frunció el ceño.

—Esa vez fuiste un polizón en mi casa porque no pedí permiso— respondió—. La bruja no ha dejado de hablar de ti desde que fuiste.

—¿Bruja?

—Mi mamá.

Eijirou sonrió, rodando los ojos y moviendo la cabeza lentamente.

—No deberías llamarla así— dijo queriendo regañar al chico, aunque lo único que hizo fue reírse.

—Cómo sea...

Los chicos salieron de la escuela y se detuvieron frente al puente, sujetándose del barandal que tenía la calle para evitar que la gente se metiera en el agua debajo de ellos; era ilegal.

Katsuki suspiró.

—De acuerdo, vamos— le dijo—. Si no tienes a alguien que te vigile, nunca aprenderás a estudiar.

El chico se rió, comenzando a caminar.

Esa sería la primera vez, en mucho tiempo, que Katsuki iría a la casa de un amigo.

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Sinceramente, Bakugou no esperaba mucho. Sabía que Eijirou era desordenado con el simple hecho de ver la forma en la que tenía su escritorio escolar desacomodado. Suponía que su casa era igual o peor puesto que vivía casi solo.

Claramente se equivocó.

Tampoco era un súper orden como si fuera una tienda de zapatos o algo por el estilo, sin embargo era relativamente sorprendente considerando el tipo de persona que el azabache era.

La casa se sentía solitaria, como si nadie hubiera habitado en ella desde hace un largo tiempo.

—¿Siempre estás solo?

—Casi siempre— respondió Eijirou, dejando su mochila en el sofá—. Voy a mi cuarto a cambiarme de ropa, pero puedes dejar tus cosas en la sala, si deseas.

El cenizo se acercó con lentitud hacia la sala de la casa del contrario, iba analizando cada rincón del hogar. A veces el lugar donde alguien habita dice mucho de ella.

Habían fotos de Kirishima por casi todos lados. Kirishima cuando era niño, cuando era un bebé, cuando iba en la secundaria. La casa no tenía mucha decoración, un par de floreros por allá, reconocimientos de estudios por otro lado... La casa se seguía sintiendo sola, como un baúl lleno de memorias que nadie recuerda.

Eijirou, por su parte, corrió a su habitación para cambiar su uniforme por algo más cómodo. Era lo que hacía siempre que regresaba de la escuela.

Respecto a sus zapatos, no se molestó en ponerse las pantuflas que suele usar; así que andaba totalmente descalzo.

Entre Hilos Y ExplosionesWhere stories live. Discover now