Capítulo 4

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La sangre de Ava corría caliente en sus venas, su corazón apretándose en el pecho. El animal enjaulado en su mente tiraba hacia atrás, como si estuviera gritando ¡regresa, termina con esto de una vez! Pero ella estaba decidida a seguir con la orden, no por obediencia, sino porque necesitaba calmarse.

Había un torbellino que le dificultaba razonar.

Su olor, su calor, el pulso de su vida vibrando en el cuello, burlándose de ella, llamando su atención como un faro en medio de la oscuridad... Ava estaba tan cerca... Pero no podía hacer nada.

Y él había notado su tensión...

La frustración la devoraría si no encontraba algo con lo que distraerse.

Pensó que se encontraría con alguno de los miembros de la familia dawn en las salas, pero todo estaba vacío, algo extraño, esta calma silenciosa alimentaba sus nervios. Tal vez ella estaba acostumbrada al movimiento constante en la Casa Matriz, siempre había gente yendo y viniendo de un lado a otro.

Sin embargo, aquí la tranquilidad y el silencio eran absolutos.

Cuando terminó en el último escalón, los pasillos del segundo piso mostraron lo mismo, a ambos lados las puertas de las habitaciones estaban cerradas y no parecía haber señales de que estuviesen ocupadas.

¿Dónde estaban todos los miembros de la familia?

Ava encontró sonidos familiares a dos puertas del final del pasillo derecho, pero se detuvo antes de tocar la puerta. Del otro lado estaban sus compañeros de coalición salvando vidas y curando a los heridos, Ava tampoco era necesaria aquí, y mucho menos con su estado de ánimo tan difícil. La agresividad tan cerca de cambiantes emocionalmente inestables por las pérdidas solo encendería una mecha para el fuego.

Sus compañeros no necesitaban esto.

Así que en vez de interrumpir, decidió mantener la distancia, apoyarse contra la pared y mirar directo a la luz integrada en el techo. Enfriarse un poco. Sacarse a Marshall de la cabeza...

Marshall...

-Hey, Ava, estabas aquí -dijo Alexander al salir.

Ava apretó los dientes, y cuando giró hacia él hizo todo lo posible para mantenerse calmada. El cocinero de la coalición tenía una reputación de ser "brutalmente despiadado" a la hora de proteger y estabilizar los ánimos, sin embargo, para lograr eso ni siquiera usaba garras y colmillos, solo un cálido tono de voz y una tonelada de encanto que la mayoría del tiempo resultaba insoportable para los más reacios a expresar sus problemas por otro medio que no fuera la violencia.

Nadie podía resistirse.

Ni siquiera alguien tan distante y práctica como la enfermera de Gold Pride.

-No tengo mucho que hacer -respondió-. Las cosas van con calma.

Alexander mostró una de esas sonrisas que eran capaces de desarmar a cualquier persona, pequeña y un poco inclinada, pero tan pura y real que reflejaba un poco de su espíritu amable e inocente. Luego se acomodó el cuello de su camisa blanca.

Verlo era un golpe para los sentidos, que estuviera emparejado no le restaba atractivo.

-Tienes razón. -Estiró un brazo para pasar la mano por su melena rubia, pero quedó a medio camino al darse cuenta que la llevaba recogida-. Al principio estaba un poco nervioso, pero esta calma me tranquiliza.

Ava siguió el movimiento, por alguna razón Alexander tendía a atraer la atención con ese gesto, y siempre funcionaba. Lo que ella no entendería era por qué un león se dejaría marcar de esa forma. Alexander tenía cuatro puntos de color negro azulado en el lado derecho del cuello, a la vista de todos, esa era la razón por la que llevaba la melena recogida en una pequeña cola de caballo.

Ruge por mí (Serie Gold Pride 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora