Capítulo 22

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A Marshall le temblaba el labio superior, inclinándose hacia arriba, quería reír, sonreír tan amplio y grande que le dolerían los músculos de la cara. Pero su león gruñó, diciéndole que no era una buena idea, por el momento.

Así que mantuvo un rostro neutral, y apenas jaló a Ava hacia su habitación cerró la puerta y dejó libre su muñeca. Cuidado, se decía a sí mismo, que ella estuviera aceptando sus acercamientos no significaba que tenía el derecho de tocar a voluntad. Entonces ¿por qué hacer esto? Bien, Marshall era un hombre simple, vio a la mujer de sus sueños en su puerta, con esos ojos ambarinos subiendo lentamente por su pecho desnudo, una pequeña brecha separando sus labios, con el rubor en sus mejillas y el aire contenido, su reacción: atraerla -o arrojarla-, a la parte más íntima de su territorio.

Marshall era puro instinto ahora, su león queriendo pavonearse por haber sido admirado por ella. Sin embargo, el tiempo de admiración terminó en el momento en que Ava salió de la sorpresa inicial y entonces, de nuevo en el juego. La tigresa gruñó, fuerte y claro, pero para aumentar más el calor de su cuerpo, ella se quedó.

Del otro lado de la habitación, pero se quedó.

«Un paso a la vez» se repitió, sosteniendo las puntas de la toalla que tenía en el cuello «no hay nada malo en prolongar este paso» teniendo a una pequeña tigresa a punto de dar el primer zarpazo, su cuerpo demasiado rígido para su gusto, el león de Marshall quería morderla.

-¿Qué sucede? -le preguntó.

Usó la toalla para absorber los restos de humedad en su melena. No había necesidad de cubrirse de inmediato, no es como si estuviese desnudo frente a ella, y si lo estuviera, ni siquiera pensaría en ocultarse. La desnudez era parte de la vida de un cambiante, y Ava lo sabía bien.

Ahora, lo interesante era esa mirada reacia, nerviosa, que evitaba fijarse en él. Aunque minutos antes, ella había apreciado el paisaje.

-Cody estuvo intentando comunicarse contigo.

Ava se cruzó de brazos, y dirigió esa mirada ambarina al paisaje del ventanal.

Su león rogaba internamente por que lo mirara de nuevo.

-Estuve un largo tiempo en la ducha.

Ella también, pensó, olfateando los dulces olores en su cabello casi seco, sobre su piel, donde antes había quedado su olor. Marshall escondió su frustración al cubrir su cabeza con la toalla para empezar a secar. Él también había olido a ella, pero era una capa tan débil y superficial que estaba enterrada debajo de su propio sudor. Incluso aunque no hubiera tomado un baño, el olor habría desaparecido en la siguiente hora.

En cambio, con Ava..., él había tenido toda la intención de dejarlo sobre ella.

Apretando los ojos, se obligó a ser racional.

-¿Qué quería? ¿Te envió a buscarme?

Más importante, ¿por qué se quedó? ¿Por qué parecía querer alargar esta conversación? Marshall era consciente de esas miradas furtivas, tendría graves problemas si no se controlaba.

-No. Patrick lo hizo. Hay un inconveniente con cuatro huéspedes.

Ahora, eso llamó su atención, porque por la forma pausada en que soltó la última palabra, no se refería a las personas que alquilaban las cabañas. Entonces, debían ser familiares de alguien.

-¿Quiénes? -Marshall se quitó la toalla de la cabeza y se acercó al borde de la cama grande, donde tenía su ropa en una pila ordenada.

Una pequeña mirada furtiva más, y ella volvió al ventanal. Marshall se había quitado la toalla de la cintura, dispuesto a vestirse.

Ruge por mí (Serie Gold Pride 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora