Capítulo 25

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Ava salió del salón comedor en el momento en que Marshall entraba a la Casa Matriz por las grandes puertas de cristal antibalas junto a Dimael, la impresión de sus pasos de sus miradas, habría logrado engañar al ojo humano, le belleza ágil y salvaje habría encandilado la mirada. Sin embargo, Ava podía ver en lo profundo, la decepción y el cansancio que se arrastraba en ambos hombres.

Dimael tenía los ojos entrecerrados y una expresión de agotamiento a pesar de que probablemente no se había esforzado mucho, tal vez se debía al tiempo, la tibieza del aire que quizás se sentía pesada sobre su piel.

Ava tuvo que mirar a la derecha, Marshall estaba lúcido, activo y muy consciente de su presencia. Era una obviedad con sólo ver ese leve giro de cabeza, la forma en que todo en él cambiaba, volviéndose más fuerte, intenso.

Un depredador atento a su entorno, sus sentidos funcionando a máxima capacidad para detectarla siempre que fuera posible. El león nunca paraba de buscarla, de encontrarla, de hacer un camino hacia ella.

Un gruñido bajo se construía en su pecho, ascendiendo hacia la garganta. La tigresa por dentro presionó, con un fuerte empuje hacia adelante, al león con el que quería jugar y luego destrozarlo, el razonamiento felino estaba distorsionado por la violenta marea, sus instintos asesinos le hacían perder el enfoque. Pero en el fondo, Ava sabía su significado, y también aquello a lo que podía conducir.

Algo que temía, pero no podía dejar que Marshall lo supiera.

«Debemos ser profesionales» se dijo, obligándose a mantener la compostura a través del dolor y la rabia que amenazaba con ahogar su humanidad. Respiró, ella tenía el control, no podía perderlo. Fue al encuentro de los dos hombres esperando aplastar esas emociones nocivas creciendo por dentro.

-Buen día, Ava -Dimael saludó, su voz se perdió en un bostezo felino.

-Buen día.

Le sonrió al leopardo de las nieves, pero cuando se enfrentó a Marshall se sintió arrinconada, una mirada profunda e intensa se clavó sobre ella, el verde pálido brillaba por fuera, el ámbar apenas un destello de color diferente que rodeaba las pupilas. Sus ojos de avellana la buscaban, la querían con desesperación.

Marshall no tenía filtros cuando estaba con ella.

-¿Encontraron algo?

Le resultaba difícil encontrar su voz a través de esa profunda mirada sobre ella, era incómodo, en más de un sentido.

-Nop, nada. -Dimael hizo un suave encogimiento de hombros-. No digo esto muy a menudo, pero te lo dije -terminó, echándole una mirada de reojo a Marshall. Las últimas palabras habían sido para él.

Sirvió como distracción, pues el león entrecerró sus ojos sobre Dima, una expresión irritable en su rostro que acentuaba esos rasgos duros que todavía tenía a pesar de su condición física.

Su cuerpo luchaba por transformar grasa en músculo sano, pero la proporción entre uno y otro había comenzado a cambiar. El equilibrio se inclinaba hacia el primero.

-Eres demasiado molesto cuando no duermes bien -Marshall masculló.

-Huh, esto no es nada. Oye, Ava -Dima le tomó la muñeca para dejar sobre su mano el teléfono que Joey había configurado el día anterior-. Ya que visitas a Joey con mucha frecuencia estos días, hazme el favor de devolvérselo.

Hizo un sutil guiño a Marshall, y se alejó antes de que este intentara morderlo, y se veía que eso estaba en su mente, en sus ojos feroces, sus colmillos descendían lentamente, las puntas apenas sobresaliendo entre sus labios.

Ruge por mí (Serie Gold Pride 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora