Capítulo 43

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Ava vio el brillante metal de las esposas que rodeaban e inmovilizaban sus muñecas, una punzada aguda se alojó en la boca del estómago y su animal se preguntaba por qué permitía esto voluntariamente otra vez, el dolor se acentuó cuando recordó la última vez que tuvo estas esposas en sus muñecas.

Caminaba en fila detrás de Nolan, después de la peor sesión de experimentos que había tenido en toda su vida, habían ido tan lejos que cayó en una fase de disociación emocional que la convirtió en un vegetal andante. Mientras avanzaba hacia un destino incierto, con sus hermanos detrás de ella, llegó a pensar que la habían dañado a tal punto que tal vez no tendría arreglo, pensó que jamás volvería a comprender sus emociones, que sus torturadores habían ganado y todo lo que sentiría a partir de ese momento sería miedo, odio e ira.

Pero luego llegaron a una puerta y un guardia les quitó las esposas, les dio instrucciones y les dijo que ya eran libres.

Libres.

-Son falsas -habló la mujer, su voz suave colandose en sus pensamientos. Terminó de esposar a Dimael y luego se giró hacia Ava-. No corren riesgo de ser atravesados por las puntas.

Reprimió un gruñido.

Esas puntas de metal estaban diseñadas para activarse armónicamente cuando el sensor especializado en el interior reconociera cualquier atisbo de una transformación, por eso eran tan efectivas para controlar a los cambiantes, nadie quería sus extremidades inutilizadas si pensaba en sobrevivir.

La camioneta se detuvo, segundos después Ava oyó el sonido mecánico del sistema de apertura automático del garage. De reojo vio que la mujer se acercaba con un par de esposas para Marshall.

Siseó una advertencia, la tigresa quería arrancarle la garganta, la compulsiva violencia en su interior anhelaba la sangre. Marshall intervino moviendo una pierna para rozar su muslo, deslizó una gran mano sobre su rodilla y gruñó en respuesta, le dio un mordisco a través del vínculo y ella se estremeció.

Dimael le guiñó un ojo con una sonrisita cómplice y entonces el rubor se apoderó de ella.

-Son inofensivas -le recordó y Ava se sacudió al darse cuenta cuánto había extrañado el sonido suave y pacifico de su voz-. No me harán daño.

Voluntariamente extendió sus manos hacia la mujer. Las puertas de la camioneta se abrieron y los demás se tensaron, incluso Dimael había perdido su sonrisa curiosa, ahora sus ojos grises brillaban con algo salvaje y feroz.

El hombre que las abrió, que por su olor y la mezcla entre ámbar y dorado en sus ojos lo identificaban como un cambiante lobo, paseó su mirada sobre cada uno de ellos hasta que encontró la de la mujer.

-Vaya grupo pintoresco que has reunido, Bloody Thorne.

Sus ojos se estrecharon con lo que Ava supo era una sonrisa coqueta.

-¿Cuánto tiempo disponemos?

El lobo no se vio desanimado en absoluto en el enfoque estrictamente profesional de ella.

-Solo dos jodidos minutos -espetó otra mujer que apareció desde uno de los lados de la camioneta, sus ojos marrones se hundieron en una oscuridad escalofriante. La tigresa de Ava se agazapó, osa, ella era una osa-. Deja de jugar Ghost y terminemos con esto, no querrás hacer enfadar al jefe.

El lobo se sacudió, luego su semblante cambió y su voz se hizo más profunda y demandante.

-Hora de movernos, los llevaré hasta la celda de espera, según logística interna ustedes ya fueron clasificados ¿hay algo más que deba saber?

Ruge por mí (Serie Gold Pride 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora