Capítulo 2

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Los sentidos de Ava Storm se encontraban saturados mientras esperaba en una de las mesas del salón comedor de la Casa Matriz, el entorno era vibrante y cargado de la poderosa energía que solo los cambiantes leones podían diseminar en cada sitio al que iba.

Vivir con leones era un asunto serio.

Ellos eran ruidosos e imponentes, protectores y atrevidos, perfectos para vivir en la compleja existencia de la coalición, con las emociones al límite entre risas y peleas triviales, bromas y muestras de apoyo.

La privacidad y el espacio personal eran conceptos que todavía estaban aprendiendo por su cuenta. Pero si Ava tuviera que elogiar una virtud de estos cambiantes, esa sería la lealtad.

Porque la lealtad de un león no podía ponerse en duda, y eso solo había aumentado, haciéndose más y más fuerte el último año. Parecía que las piezas iban encajando, todo se acomodaba en su debido lugar, excepto Ava.

Era la pieza que se negaba a integrarse del todo, a pesar de que tuvo una ceremonia de integración a la coalición, todavía no estaba segura si de verdad alguna vez pertenecería a Gold Pride.

Y no se debía al hecho de que era una tigresa.

Desde que su reducida familia fue fragmentada, Ava fue perdiendo lentamente la fe en esta coalición, su deseo de una vida normal fue consumido por la sed de venganza de su tigresa, y esa misma necesidad la estaba acorralando y poniendo más y más violenta.

Los leones reaccionaban a la violencia de una hembra de dos maneras, con más violencia o mostrándole atención, y eso era lo último que necesitaba.

Ava tenía una misión, todos estaban en desacuerdo con ella pero ninguno podía interponerse, no cuando una ley había sido pisada: la familia de un cambiante no se toca. Ava tenía el derecho a su venganza, pero luego estaba el problema número dos; la moralidad era una espina molesta, porque el motivo del responsable fue salvar a la coalición, que fue su segundo hogar, uno que debía ser seguro para ella y sus hermanos.

¿Por qué destruirlo? Era la pregunta que siempre le detenía de cruzar la línea y terminar su misión. Porque tuvo muchas oportunidades durante el último año, y falló en cada una al detenerse.

Odiaba las contradicciones.

También odiaba el zumbido de poder acariciando su piel cuando el objetivo entraba a la misma habitación en la que se encontraba, ocasionando que su sangre corriera caliente en las venas. Marshall Lawrence, lugarteniente de Gold Pride, era el hombre al que debía matar pero también era el hombre que despertaba sus instintos dormidos.

Más contradicciones...

Ava respiró profundo mientras apoyaba el codo sobre la mesa redonda de madera, en su mano descansó la mejilla e hizo un barrido panorámico para no ser tan evidente. Porque sus sentidos palpitaron más fuerte cuando él entró, porque su esencia golpeó duro en sus pulmones y esa cálida risa sacudió algo más que su pulso.

La hora de la cena había llegado.

Casi la mitad de la coalición se encontraba en la sala esperando la comida, el resto se encontraba haciendo rondas por el territorio o cubriendo turnos especiales. Casi se sobresaltó cuando escuchó la fuerte palmada que sacudió a un león moreno en la mesa contigua, las bromas y risas brotaron con fuerza, llamado la atención de Marshall en el otro lado del salón.

Él tenía varios pares de ojos encima, pero su atención cayó en Ava, y las leonas lo notaron, pero no dijeron nada, solo se dedicaron a comentar por lo bajo las trivialidades del día, cosas que no tenían importancia. Ava capturó algunas miradas de reojo, el sabor de la decepción y frustración en el aire. Aún cuando Marshall había aumentado de peso, seguía despertando el calor femenino.

Ruge por mí (Serie Gold Pride 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora