Capítulo 39

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La lluvia continuaba cayendo cuando Ava abrió los ojos, había poca luz natural afuera, un indicio de que era temprano en la mañana y apenas había dormido más de cuatro horas. En cambio, el hombre que la rodeaba posesivamente con un brazo, acercándola a él para que lo usara como almohada, se había quedado dormido minutos después de cubrirlo con las mantas luego de que la siguiera, a regañadientes, hasta su habitación.

Dios, no podía dejar de mirarlo, y eso le asustaba. Muchas cosas estaban cambiando dentro de ella a velocidades vertiginosas y ella no era capaz de frenarlas. Como piezas de dominó, caían una tras otra sin control y el final de este juego todavía no estaba a su alcance.

Ava levantó un poco la cabeza acomodando el brazo como soporte. Los ojos de Marshall se movían inquietos bajo los párpados, y sus pestañas gruesas y oscuras arrojaban débiles sombras sobre la piel. El desorden de su melena era algo que siempre requeriría un poco de atención, pero pensándolo bien ¿que león no tenía problemas para controlar su melena?

Hundió sus dientes en su labio inferior, viendo la posición en la que se encontraba, compartiendo su cama con el hombre que rompió algo dentro de ella, hace tiempo ella juró vengarse y aquí estaba, pensando sobre una relación a futuro en donde ella debía tomarse algunos minutos de su tiempo para evitar que su león terminase con algunos nudos en su cabello.

¿Dónde había quedado su necesidad de venganza?

Enterrada debajo de estas emociones, seguramente.

Y ella no estaba muy segura de querer desenterrarla, porque había descubierto la posesividad y el encanto de tener a un hombre solo para ella. La tigresa había escuchado su reclamo la noche anterior y Ava había puesto cada gramo de su fuerza para evitar morderlo en el cuello y dejar una marca reconocible para todos sus compañeros de coalición.

Marshall le había dicho que la amaba, no hubo una pizca de mentira o engaño, la desnuda vulnerabilidad en esas tres palabras, en su mirada, desarmaron cualquier réplica que Ava pudo haber puesto para detenerle.

Honestamente, ninguna de las dos quería detenerle aunque sabían, en el fondo de su consciencia, que era lo correcto. La posibilidad de que la cegadora violencia en su interior ahogase la poca humanidad de Ava todavía existía, y todavía representaba un peligro para Marshall.

-¿Qué voy a hacer contigo? -Susurró la pregunta entre sus labios.

«Eres mío, pero no sé si puedo entregarme a ese nivel, sería egoísta» Ava siempre pensaba a futuro, desde pequeña le habían enseñado que cada acción tenía una consecuencia, ella debía analizar sus pasos, dudar de cada avance.

El miedo comenzó a apretar su estómago, Marshall murmuró algo entre sueños y estiró el brazo buscándola, Ava volvió a su sitio solo para que él volviese a dormir. El hombre se puso de costado y ella quedó atrapada en el hueco entre sus brazos. Irradiaba un poderoso y masculino calor capaz de hacerla entrar en trance, pero Ava tenía mucho en que pensar, mucha información para procesar.

Se sorprendió al encontrarse con que quería saber más sobre él, más sobre Dee, sobre su familia biológica, aquella pareja que se enfrentó a la peor elección con la esperanza de que fuera la correcta.

Marshall odiaba a sus padres y los culpaba por lo que vivió en aquel sótano, pero Ava no estaba segura de que aquella madre leona hubiera encerrado a sus hijos por diversión. Ava quería saber qué fue lo que en realidad pasó ¿la manada fue atacada por cambiantes o cazadores? ¿Dónde se ubicaba su territorio? ¿Alguien pudo haber notado las desapariciones, las casas abandonadas? Ava podía buscar en los archivos de la asociación, si habían registros y alertas de una manada entera desaparecida ella podía encontrarlos, solo necesitaba el primer apellido de Marshall.

Ruge por mí (Serie Gold Pride 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora