Podría tratarse de un pequeño encuentro, de esos en los que divagas varios segundos antes de seguir tranquilamente tu camino. Aquel encuentro con una esencia un tanto mágica, era extraño el que pasara todos los días a la vuelta de la esquina, y que se miraran una eternidad antes de que la multitud los trajera abruptamente a la realidad.
A pesar de su actitud arisca y desagradable, seguía yendo puntualmente hasta su trabajo, lo mejor era no tener que tomar algún transporte, ya que dejarían aún peor su humor. (Aunque amara los metros, pero sin personas.) Desde que tenía memoria, no le agradaba ir por ahí en traje y corbata, ni cuando salió de cuarto medio lo hizo, era algo que jamás pasó por su mente hacer en la vida real y en lo laboral, pero ahí estaba. Un ejecutivo, hecho y derecho. Todos lo miraban extraño, ya que no llevaba la típica maletita en donde iban todos los documentos importantes, más bien iba con su vieja mochila que seguía viva aún luego de darle duro en sus seis años de carrera universitaria. Estaba bastante andrajosa y llena de buenos recuerdos hechos por sus amigos. Si bien mantenía el contacto con un par de ellos, cada uno tomó distinto camino. Aunque seguía con la intriga...
¿Que habrá sido de aquel chico después de todos estos años? ¿Habrá conseguido buenos amigos? Esperaba que sí... Siempre se ponía extraño al pensar en él...Por estar mirando al suelo, casi choca con unas viejas y un poste. Se arregló el cuello de la apretada camisa, dejando que se ventilara un poco ahí dentro, quizás debería abrirse la cabeza y dejar que sus ideas se ventilaran también. Esperó a que el semáforo diera verde para cruzar, estaba rodeado de personas más bajas que él, puede ser que en todos estos años o él creció, o la población cada vez se hace más pequeña. Veía pasar el tiempo y el semáforo aún no cambiaba, un tipo con audífonos estaba masticando un chicle justo al lado de su oreja, y el semáforo estrella aún no cambiaba. Aún no era mediodía y ya se estaba estresando, vió el reloj de su muñeca, iba a llegar justo a tiempo si dicho semáforo cambiaba ahora. De hecho el semáforo si cambió cuando volteó a ver, el problema era que el no se movió ni un centímetro. ¿Algún transeúnte le impedía el paso? Sí. Pero era uno que se encontraba a tres metros de distancia. En la misma posición que él, vestido casi exactamente igual de no ser por que él si llevaba una maleta, y lo miraba fijamente... Igual como las otras veces. Se paralizó cada parte de su cuerpo, sólo sentía como su corazón se aceleraba al ver como se acercaba, acortando la distancia entre ellos. Se ponía nervioso al ver como no despegaba su vista de él, aún cuando pasó por su lado y tuvo que girar su cuello para seguir mirándolo.
Porque eso era lo único que habían hecho desde que sus ojos se toparon por primera vez. Se sentía una química evidente, pero nunca se habían hablado, moría por saber su nombre. Pero como no hablaba con nadie que fuera cercano a él, nunca pudo saberlo. Siguió caminando hasta su trabajo, con paso lento y tranquilo. Estaba feliz, finalmente pudo volver a verlo. Sonrió al recordar esas noches cuando pensaba en él y se golpeaba en el rostro porque su corazón no paraba de latir desbocado. No dejó de pensarlo todos estos años, necesitaba recordarlo siempre. Porque habían veces en las que se sentía tan poco humano, que solo recordar la vez que vió su tímida sonrisa por vez primera, hacía que su corazón volviera a latir y se sintiera humano de nuevo.
Su cubículo era el más colorido del lugar, y no era solo porque tenía lleno de posters de sus videojuegos favoritos, si no que también tenía figuritas y un pequeño peluche de un Poro, porque le encantaba League of Legends aunque lo haya dejado su buen tiempo. Comenzó a trabajar, volviendo a su rutina de siempre, olvidándose por un momento de la persona que agitaba todo en su interior, trayendo sentimientos que estaban olvidados.
Terminó su turno, agotado como siempre, salió hasta la entrada del famoso edificio. Se sentó en el banco más cercano y observó como el cielo teñía de naranjo todo a su paso, dejando la mochila entre sus piernas dejó salir un suspiro de cansancio. Alzó su vista hasta el cielo y sus vivos colores, pronto se irán y volvería a verse triste y vacío. Su mente quería recordar al chico de dulce mirada, no supo por qué, pero estaba seguro de que su rostro tenía ahora los mismos colores que tenía el cielo...
Porque ahí estaba, frente a él nuevamente, volvieron a mirarse, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. El mundo podría destruirse, y ellos seguirían ajenos a todo lo demás... Sintió un tibio calor en su pecho, porque veía como él se alejaba. Tomó su mochila y corrió hasta llegar a él, lo tomó del brazo para llamar su atención. Se quedó un tanto hechizado al ver su rostro sonrojado tan de cerca, seguía teniendo la misma cara, pero ya su cabello no lo tapaba. Tragó saliva... ¿Cómo comenzarías una conversación con alguien sordo-mudo? ¿Cómo sería lo primero que quería que él supiera? De hecho aprendió sordo-mudo... Sólo por él, pero jamás tuvo la valentía de hablarle...
-Me llamo Jaime. ¿Cómo te llamas tú?
Sus manos temblaban y se maldecía por aquello, pero al ver la deslumbrante sonrisa de la persona frente a él, no dudó en seguir hablandole o eso es lo que se decía a sí mismo.
-Me llamo Nicolás... ¿También eres sordo? Aunque si no es el caso, seguirás siendo el amor de mi vida.
Al entender eso dió un brinco hacia atrás de la impresión, y también de la emoción. Estaba rojo hasta las orejas, podía sentirlo. Y aún más cuando escuchó la risa meliflua de Nicolás... Luego de aquello no pudo reaccionar unos segundos, y vió como le acariciaba la mejilla, tomó su mano antes de que siguiera. Parecía que su corazón iba a explotar de felicidad. Lo miró a los ojos y negó con la cabeza con una tímida sonrisa antes de que se arrepintiera.
-Nicolás... Es un nombre hermoso para una persona hermosa. Pues... Debo decir los mismo, porque desde la primera vez que te ví, por alguna razón no podía dejar de pensar en ti, cada noche, cada día. De hecho... Aprendí sordo-mudo por ti... Quería hablarte, pero nunca encontré el momento ni el lugar, fuí un completo cobarde en ese aspecto.
Juntó sus manos al ver como Nicolás tapaba su boca y lo miraba al borde de las lágrimas, mierda... No era su intención hacerlo llorar. Quitó su mano de su boca para ponerla sobre su corazón.
-Eso... es lo que sentía cada día al pensar en ti.
Al parecer hacer eso fué una pésima idea, ya que ahora sí comenzó a llorar. Lo atrajo en un abrazo y sintió como su corazón latía con fuerza también. Era más bajo que él y encajaba perfectamente entre sus brazos. Bajó la mirada para ver como estaba, recibiendo a cambio un beso por parte del moreno. Este se separó del más alto al verlo quieto, le sonrió mientras secaba sus lágrimas. Sentía nuevas sensaciones cuando se trataba de esta persona, pues siempre que se miraban, sentía una conexión extraña, sentía que todo a su alrededor cobraba vida y podía oír cada cosa... Oía su corazón, oía el aleteo de los pájaros, todo lo oía al estar junto a él.
-Creo que... Valió la pena la espera.
Jaime volvió a abrazarlo mientras unas lágrimas de emoción caían sobre el hombro de su amado... Se acercó a su oído, sintió como este se tensaba, ya que apretó con fuerza su traje y su corazón latía a más velocidad...
-Te amo, Nico...
Nicolás estaba feliz, porque lo pudo oír... Las palabras más hermosas, pudo oírlas. Eran para él, lo mejor era... Que lo sentía... Sentía ese amor que tantas veces dió por sentado. Pero nunca olvidandolo, nunca olvidandolo a él.
-Yo también, Jaime...
Fué un leve sonido, una leve voz, unas poderosas palabras que le dieron de lleno en su corazón. Jaime no pudo resistirse a besar con necesidad los labios de su amado, entrelazó sus manos dejandolas entre sus pechos, finalmente pudo llenar ese vacío, claro... Le faltaba Nicolás en su vida, le faltaba Nicolás para ser completamente feliz...
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Cortitos pero bonitos.
FanfictionSerán... Bueno, en realidad no lo sé. muchos one-shot. Historias cortitas que se me irán ocurriendo, y las guardaré aquí. Viva el Cochayuyo.