PROLOGO...
El taxista frenó en seco, nervioso, con sus manos temblorosas, como si hubiese presenciado un asesinato. Era normal, tenía miedo al incierto futuro agobiante, no podía siquiera acomodar el retrovisor del auto cómodamente ya que su mano parecía tener vida propia, de la guantera sacó un trapo naranja y se lo pasó por la frente, el calor y los nervios lo agobiaban. Un sujeto se metió a su carro de repente, y su corazón comenzó a acelerar, su pecho estaba lleno de emociones y su mirada denotaba que él era el esclavo del sujeto de gorra y tapabocas que descansaba su cuerpo en el asiento trasero.
-L-Lu... Louis, intenta llegar más rápido la próxima vez - Espetó entre balbuceos, mientras ambos se observaban desde el retrovisor, mientras ambos emanaban una energía diferente cada segundo que marcaba el reloj plateado que poseía en su muñeca el conductor.
El sujeto de atrás parecía no importarle el estado en el que estaba el taxista, bañado en sudor. -Hice lo que pude, había mucha gente aún como para aparecerme. - El sujeto apoyó su codo sobre el parabrisas y miró hacia fuera, tras los vidrios negros del auto personal del taxista. Quien hoy haría una ruta diferente a la que solía hacer.
-Solo te estoy diciendo que seas más... Prudente con mi tiempo.
-Héctor - Su nombre salió grave de la boca de Louis, quien clavó sus ojos en el taxista con su respectivo nombre - Si no te calmas, te morirás de un paro cardíaco, tu ser no va a resistir ni siquiera llegar a conocer a Floriana si no te calmas.
-Esa maldita... - Murmuró, y luego arrancó el auto antes de que se le zafase un tornillo y empezase a desesperarse maldiciendo al aire. Él sabía que tenía que mantener la calma, su cuerpo anciano no podía aguantar tanta presión. Así que cerró los ojos e intentó contar ovejas, y centró su concentración en el exterior. En el paisaje de ese atardecer tan naranjado que cubría el cielo como si de una apocalipsis se tratase.
-¡Igualmente me voy a morir! - Exclamó, luego de hacer una cuadra en silencio con el carro, producto de no aguantar la bronca contenida, aunque todo eso se convirtió en un semblante arrepentido al ver desde el retrovisor la mirada fija del sujeto vestido de negro en él - Lo siento Louis... No quise decir...
-Tranquilo - Interrumpió - Sé que no es fácil, la muerte no es fácil en sí, nadie le teme a la muerte hasta que le toca. Louis recogió aire en un suspiro y dejo su postura de tranquilidad para adelantar su torso un poco y posar su mano sobre el hombro de Hector. Provocandole un pequeño salto de susto por la tensión. - Lo importante aquí, es que tú, estas salvándote, estás por una buena causa aquí, y eso es lo importante. -El anciano sonrió una vez echó su mirada a un lado, el retrovisor ya no era parte de la conversación. Louis era de confiar para él. - Se el esfuerzo que estas haciendo para traer a tu hijo de vuelta a la vida. Y no voy a interponerme en tu sueño. Pero si la muerte lo hará si no te calmas - Concluyó alzando las cejas. Entre sus ojos y su cuellera que tapaba su sonrisa se podía ver como los pómulos comunicaban una sonrisa que tranquilizó al taxista, quien se limitó a asentir confiado con la cabeza y seguir el camino en silencio, Louis volvió su mirada hacia fuera del coche, hacia el moribundo mundo soleado que ya estaba apagándose, con sus colores naranjas alumbrando la carretera y las blancas casas del barrio San Juste, el cielo había dado a luz un color naranja con unas grandes nubes celestes y rosadas. Luego de presenciar tal paisaje, Héctor echó un vistazo al maletín que tenía al lado Louis recostado contra la butaca, siempre lo veía en sus viajes, así que, él sabía que tras su muerte de nada servía ocultar nada.
-¿Qué traes ahí?, en cinco años de trabajar contigo nunca me has contado.
Louis se quedó en silencio un momento - Lo sabrás cuando toque el momento. - Replicó, sin mover la mirada, ni un solo músculo, nada. Su mirada quedó fija en él, como si estuviese viendo a un dios. Asi fue hasta que luego de unos segundos, Hector repreguntó.
-¿Llevas un arma ahí dentro?
-Nah, el arma nunca se lleva guardada ahí, eso es de películas hollywoodenses.
El taxista frunció el ceño, se sentia un idiota al haber pensado en eso. ¿Cómo de bien vendria un arma en un maletin en pleno tiroteo? -Comprendo - Luego de esa pausa incomoda, el camino siguió en paz hasta que el taxi aproximó sus ruedas a las afueras de Velet, por el lado suroeste, donde los puertos y las pequeñas playas abundaban, ya que un extenso río daba luz a grandes proyectos de puerto que mantenían la economía de Velet a flote.
-Métete por los bosques.
-¿Por los bosques?
-Tú solo acata mis órdenes, sé lo que hago. - Dijo con una voz cansada, Louis hacía esto todos los días y Héctor lo sabía, pero no sabía de ese sitio.
-¿Desde cuándo vienes por aquí Louis? - Soltó el taxista, mientras el carro parecía un zumba de tantos trompicones que daba en el camino tosco por entre medio de los pinos, la pendiente de rocas y raíces dificultaba más el camino aún.
-Vengo con otro taxi, no eres el único que trabaja para mí.
Héctor no prestó atención a lo que decía Louis, no porque no quisiera, sino porque el auto en un descuido podía volcar o quedarse varado por una raíz, así que estaba atento a no volcarlo. El camino claramente era improvisado. Y eso se lo dio a entender un auto oxidado viejo que se cruzó una vez hizo medio kilometro hacia dentro de los arboles.
-¿Estamos llegando? - Héctor sintió un fuerte golpe por debajo del auto y abrió la ventana para revisar - Es que no creo que aguante - Agregó por mientras su cabeza rebotaba de arriba a abajo y en uno de esos vaivenes se golpeaba la cabeza con el techo del auto producto del desnivel.
-Creo que sí.
Esas palabras fueron música para los oídos de un Hector que se sobaba la cabeza de manera intermitente. Terminaba el camino tosco y estaba cada vez más cerca su final, el final que tanto ansiaba conseguir. El auto se paró en seco, sin necesidad de apagarlo, y ambos se apearon del carro, mientras este los impregnaba a ambos con un humo negro que era emitido desde la capota del carro, Hector tosía, mientras que Louis, que ni se inmutaba, tomó la delantera junto a su maletín, dejando la puerta abierta, mientras con la cabeza le señalaba que lo siguiese.
El anciano fijaba la mirada entre medio de los pinos, era cegado por los rayos de sol que poco a poco se estaban apagando aún más. Una gran vista mostraba un grupo de personas al final del conjunto de pinos, en un pequeño montón de tierra. -Espera, ¿Moriré sacrificado?
Louis no le decía nada, Hector apuró el paso entre tropicones, hasta que se puso a un lado suyo en la caminata - Louis, responde. - Dijo agitado por el esfuerzo que le tomo alcanzarle.
-Chsssst, no deben saber que vienes conmigo como conocido. - Siseó
-¿Por qué? - Dijo bajando su voz.
-No importa, tu callado.
Al traspasar los últimos pinos, Louis se agachó y abrió el maletín. Hector se quedó en silencio, mientras observaba que dentro de éste yacían fotos polaroid, en negro, sin ninguna imagen, como a punto para revelar. Un murmuro se escuchó y repentinamente su mirada dio atención a las once personas de la costa que se acercaban con desesperación hacia Louis, ancianos, jovenes e incluso gente con aires de delincuencia eran las imágenes de aquellas personas reflejaban, aunque todas, con el aspecto más decadente y descuidado que vio en su vida.
-Toma - Dijo Louis - Rapido, debes irte a un lugar donde estés solamente tú solo, y luego abanicar la foto.
-Pero... ¿Qué rayos? - Aunque era una cosa facil de hacer, él no pudo evitar preguntar que significaria todo esto.
-¡Tú solo hazlo y deja de preguntar! - Fueron las ultimas palabras que le dedico una vez se acercó la multitud, haciendo bulto entre sus súplicas desesperadas por ser salvados de eso que tambien estaba siendo salvado Hector. Por fin lo había entendido, mientras corría, mientras dejaba atrás a un Louis que intentaba quitarse las manos de los desesperados sujetos de encima. Hector solo en un momento echó la mirada atrás para ver como iba entregando las polaroid a cada uno de los clientes poco a poco como había hecho con él.
Hector se alejaba más y más, Louis tranquilizaba a la gente, luego de alejarse de las voces y de la multitud, éste se paró en seco, observó con suspicacia la polaroid y la imagen de su hijo se reveló ante él.
ESTÁS LEYENDO
Estrella Vespertina
General FictionLa ciudad de Velet no ha cambiado nada desde entonces. Desde esa trágica noche en el hotel más grande del país "La floriana". Aquella donde una masacre y muchos cabos sueltos sin resolver se rememoran al día de hoy. Se extraña ese aire tranquilo qu...