Capítulo 18: La danza del fuego.

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De repente me desperté de pie en un lugar frío, de colores helados y de un silencio acompañado solo por el de unos míseros cuervos, debajo de mí solo había cemento, a los lados, enormes cajas de madera adornaban lo que al recorrer me dí cuenta que era una especie de callejón donde se empacaban cosas.

Detrás de mí, una reja enorme al final de la rampa de cemento en la que me encontraba daba paso al callejon que llevaría hacia la calle que no fui. El callejon era del ancho suficiente para posar tres camiones. Delante, un enorme garage que se fue abriendo poco a poco por alguien.

A medida que se abría podía verla.

-¿Mamá?

Entre jadeos salió corriendo con una bebé en sus brazos. Intenté llamarla de nuevo pero parecía ignorarme, de hecho me di cuenta al intentar pararle que yo era eterea, ella me traspasó y siguió su camino hacia las rejas. Con un salto subió a una pared y intentó saltar a la otra. Podía escuchar el llanto de la beba en sus brazos, pero de pronto, un estruendo me hizo soltar un chillido que acompañó con la caida de mamá a medio trayecto de la otra pared. Su cuerpo pegó contra un contenedor que posaba cerca de la salida por las rejas y luego cayó con el bebé en brazos, acentuando su llanto.

Estuve paralizada unos momentos hasta que escuché la voz de otra persona.

-¿Por qué haces esto tán dificil, Kate? - La voz del hombre aparentaba disfrutar el momento, conocía perfectamente esa voz casi llorosa y con sus tintes de ironía. - ¿No somos colegas de trabajo después de todo?

Pude verle perfectamente. A él y a Kovalchuk, el asesino del hermano de Frank. Un hombre calvo, el doble de alto y ancho que su complice: Weissman.

Kate no dijo una sola palabra, pude verla al girarse hacia las rejas cómo la bala impactó en su espalda. Weissman y su cómplice se miraron, y con ello dio órdenes para que aquél hombre calvo se acercase a mamá.

-No, no, no. Kovalchuk, tu sabes que no estás obligado a obedecerle, no te manches las manos así - Los intentos de Kate por convencerlo no duraron nada, él no tuvo piedad y su siguiente movimiento fue ponerla de lado, e intentar agarrar a la bebé mientras apoyaba su pie sobre su estomago para hacer fuerza hasta que ella cediera. -¡NO, POR FAVOR! - Suplicó. Pero de nada sirvió. Al instante él sacó una pistola y a sangre fría disparó al bebé, acallando sus llantos al instante. Tras eso, tiró su cuerpo hacia un costado como si fuese un pedazo de basura, ante el sollozo de Kate quien se lamentaba.

-Sabías perfectamente las reglas, Kate. - La gélida mirada de Weissman se posó sobre ella, mientras se acercaba lentamente lanzando su arma al suelo. Ella le ignoraba, solo podía apretar sus labios de rabia mientras rompía en llanto. - Tú te has buscado esto desde el minuto uno.

Esa bebé...

¿Seré yo?

-¡Hijo de... Perra! Malnacido. ¿Cómo carajos Floriana confió en tí siendo peor que el puto demonio? - La risa de Weissman se hizo notar al instante.

-Hay gente que es buena para ésto. Es mi caso. - Expresaba mientras se acomodaba el cinturón del pantalón y se peinaba sus blanquecinos pelos hacia atrás con sus manos. - La diferencia es que pese a no respetar el pacto de nuestra jefa yo no dejo huellas de mis desastres... - Su voz se intensifico - ¿Y qué hay de tí, Kate? ¡Cogiste con un puto humano, creando un adefesio hibrido cuando se nos dijo explicitamente los problemas que puede acarrear ello! - Él alzaba sus brazos como predicador. - Yo solo hago mi trabajo más facil mientras doy tiempo de vida a mis subordinados para lamentarse por haberse ido de los infiernos. ¿Y tú? Solo dices hacer tu trabajo mientras estas conociendo a un maldito humano.

-¡No voy a matar gente que ya fue condenada a vivir en el infierno por la eternidad, Weissman! - Ella ahora se arrodilló y le mostró los dientes diréctamente - ¿¡Crées justo vivir toda la vida condenado por algo que paso hace millones de años atrás!? ¡Mirate a ti mismo! - Ella alzó sus manos hacia su dirección, solo faltaban unos metros para que los dos se alcanzasen. Sus lagrimas se notaban, pero parecía olvidarse del lamento de perder una hija.

Estrella VespertinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora