No podía moverme, simplemente era cargada desde su hombro a gran velocidad. Mientras veía el naranjado espectáculo que encendía una única luz en aquella noche tan oscura en la ruta.
Todo mientras nos acercábamos a aquella luz verde, aquella bengala que en el cielo demostraba el camino a seguir. Louis corría a enormes kilómetros. Sin mirarme, sin tener en consideración mi brazo, que agitaba con el viento. No por mucho tiempo, ya que recargué de él todo mi eredén para curarme. Incluso el que no tenía. No iba a dejar que se saliese con la suya. No me iba a quedar de brazos cruzados viendo como todo se desmoronaba en mi vida poco a poco.
No cuando todo lo involucraba a él. A él y a Weissman.
La imagen de Garreth pasó por mi mente, y comencé a romper en llanto, mientras esa sensación arenosa del eredén recorría y restauraba por debajo de mi dermis mi brazo y restauraba los daños poco a poco hasta que llego al puño. Donde pude apretar con fuerza el mismo.
Con toda la fuerza de mi angustia, arqueé la espalda para tomar impulso, y luego arremetí un codazo con ambas manos hacia la servical de Louis quien, lejos de soltarme, trastabillamos varios metros por inercia rodando contra el suelo, alternando la caída del uno y el otro.
En el rebote aproveché para subirme encima de su pecho con mis rodillas, y soltarle otro fuerte puñetazo que estabilizaría el aterrizaje de manera recta y de espaldas contra el suelo. Su camiseta se quemó y se desgarró, mientras él perdía la fuerza yo podía ver su rostro y él el mío.
Sin embargo él seguía inexpresivo mirándome fijamente a los ojos. Como si de verdad sintiese que lo merecía. Parecía estar entregado.
Pero yo no me creería esta vez sus caretas, aunque sentía lastima y duda, y aún admiraba a ese sujeto, no podía permitirme perdonarle tal traición, volví a darle otro puñetazo esta vez sin fuerzas del eredén antes de frenarnos de lleno y seguir rodando unos metros más adelante.
Sin esperar, me levanté tambaleando. Con la rodilla al rojo vivo por el raspe del asfalto.
Apreté mis puños al punto de que mis nudillos sonaron, -¡Maldito! ¡Dejaste morir a Garreth! - Dije irguiendome y lanzando el grito al cielo - ¿Ese es el puto dios honorable que deseabas ser? - Eché mis brazos a mis lados y solté la tensión de mis manos mientras le escupía todo lo que sentía.
Él poco a poco se levantó, lo que quedaba de su camiseta cayó de sus hombros. Él volvió a mantenerse quieto frente a mí y tenía un corte que hacía que desde su ojo por su mejilla hasta su mentón estuviese manchado con sangre.
-¡Tenías muchas opciones Louis! ¡Pero decidiste regalarte a Weissman! - Me acerqué hacia él con el índice apuntado. - ¡Creí en tí!
Él no me podía matar, no cuando yo era su última esperanza, así que aproveché para decirle todo, igualmente, estaba ya condenada hace tiempo.
Conociendo que la muerte era inminente, nada me podría dar temor.
-¡Me traicionaste! - Pateé su estómago y luego empecé a darle puñetazos en el estómago, pecho, y rostro. Haciéndolo tambalear hacia atrás. - ¡De verdad te creí Louis! - Él no parecía querer hacer nada. Solo estaba ahí, recibiendo, como si eso cambiaría mi forma de pensar.
Con cada puñetazo que le daba, pequeños destellos de una luz celeste salían de su pecho y se internalizaban en el mío, en la zona del corazón.
Había creído en él como una deidad todo este tiempo.
Y así me lo pagó.
Fui una estúpida. Y lo peor es que me lo temía.
Recordé las caras de todos mis amigos, y ansiaba volver a mi casa; ansiaba que todo volviese a ser lo mismo, ansiaba que mi padre no me odie y que pudiesemos vivir lejos de todo lo que hoy nos rodeaba.
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Estrella Vespertina
General FictionLa ciudad de Velet no ha cambiado nada desde entonces. Desde esa trágica noche en el hotel más grande del país "La floriana". Aquella donde una masacre y muchos cabos sueltos sin resolver se rememoran al día de hoy. Se extraña ese aire tranquilo qu...