Capítulo 3: Caras agradables

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De ese momento ya habían pasado dos horas. Bomberos, policías y una ambulancia arribaron en ese momento. Habían dividido la zona con una cinta que alejaba a siete metros a cualquier curioso de la zona de derrumbe, arguyendo que no era seguro aún transitar. Yo me quedé del lado exterior, tapada con una manta negra y un café mientras observaba a papá dándome la espalda discutiendo con el capataz del lugar, mientras revoloteaba las manos indignado por su carro y por mí. A ambos los dividía una cinta amarilla pero yo creo que más bien salvaba a mi padre de ser acribillado a puñetazos. Es imposible que esa carita redonda y esa voz aguda masculina y trabada al exhaltarse le diese miedo a alguien, y parecía que al capataz le daba la misma sensación de ternura que a mí escucharle. Pues le respondía asertivamente mientras agachaba la cabeza.

No me centré mucho en ello, estaba intentando aún digerir todo lo que sucedió en mi cabeza, era como si algo me faltase recordar de la escena. ¿De dónde había aparecido ese hombre? Quiero decir, estaba de negro, saco y gorra con cuellera, recuerdo hasta sus ojos verdes oscuros y su tez trigueña que apenas se asomaba de su cara junto con esa expresión de sorpresa, incluso apostaría que mas sorprendido que yo estaba aquel sujeto, y eso que fui yo quien fue salvada. Casi perdió la vida por mí, una simple transeúnte que por poco se vuelve polvillo de escombros. Fije tanto la vista en el café que hasta entre los grumos logré ver mi cara de pensativa. Mi apariencia no era lo mejor, tenía ojeras, estaba palida y mis pelos aún estaban grices del polvo desperdigado. Lo unico que me dejó aquella caida es un raspon en la oreja que me la dejó ardiendo, pero que escondí al instante echandome unos mechones por encima.

Aunque lo describa bien, sabía que había algo que aún me faltaba de recordar de la escena, pero... todo pasó tan rápido que no logro recordar más allá de cuando lo observé escudriñarse entre las dos personas que acudieron a mí para luego desvanecerse entre la gente que se acercaba a ver el espectáculo.

-Hey, Karla.

Pestañé tres veces para espabilar y volver al mundo real. Giré mi cabeza a noventa grados y al alzarla vi la camiseta del Kaiser. –¿Xander?, Q-que... ¿Qué haces aquí?

-Yo también me alegro de verte – Xander llevaba las manos en los bolsillos de su pantalón, a su outfit se le sumaría su gorra negra.

-Pues... - Apoyándome con la pared, porque de vaga decidí no usar mis manos ocupadas en la taza de café, me impulsé con la espalda para levantarme. - por muy poco no me ves. - Intenté bromear, pero solo me salió soltar una mofa, no me dio mucha gracia que digamos.

-Dramática. – Xander inclinó su torso hacia un costado y observó por encima de mí hacia la discusión de papá, en la que ahora también había un policía entre medio escuchando los gritoneos de mi papá. –Nada mal... - Dijo con una mueca de sorpresa alzando sus cejas, aunque solo un poco. – Nunca había visto a David tan enojado en mi vida.

Irónicamente, yo tampoco lo vi jamás así, pero no era necesario aclararlo. -¿Qué se te dio por venir aquí?

Su mirada, sin mover su cabeza, se dirigió hacia mí. – Dieron el derrumbe en la televisión, y te ví a ti llena de polvo entre los afectados.

-"¿Entre los afectados?" Fui la única afectada. ¡Los otros se llenaron de polvo por chusmas!

-Si no fuese porque estoy aquí,-Prosiguió - el jefe te hubiese despedido. ¿Sabes? Tienes mucha mala suerte... – Xander se perfiló ahora hacia mí cruzado de brazos. – O buena, depende como lo veas. - Concluyó alzando una ceja.

-Gracias por preocuparte por mí.

-Agradécele a Tania que le gusta ver los noticieros, si fuese por mí aun no estaría enterado.

Estrella VespertinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora