3. La audiencia

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Pov Elenna

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Pov Elenna

Subí la cremallera de mis botas y salí de la cabaña 2. Definitivamente le hace falta un fregado. Fui a dormir y respiré el mismo polvo que Tutankamón. Me ajusté el cuello de la chaqueta de cuero y aseguré la coleta que salía de mi nuca.

—¡Tenemos que irnos, Elenna!¡Date prisa!

Oí la voz de Thalia al otro lado de mi puerta mientras la aporreaba.

¿Digo la verdad? Estoy aterrada. Literalmente, llevó siglos aterrada por Zeus. Para recordarme otra vez (tal vez para convencerme a mí misma) que él era el malo, me levanté la camiseta frente al espejo sucio del baño y vi aquella enorme cicatriz negra que recorría mi torso, causada por uno de sus rayos.

—¡Elenna! —esta vez gritó Nico.

—Cállate, mocoso —dije, saliendo con la blusa bien puesta y abriendo la puerta—. Se te ve desesperado por verme, ¿eh?

—Cierra la boca y vámonos. Argos está esperando.

Los tres caminamos hasta el tipo con millón y pico de globos oculares y nos incitó a meternos en el coche. Divisé el moderno Campamento Mestizo. Me gustaría quedarme ahí más tiempo, era un sitio bonito.

—Buena suerte, supongo —la chica que se presentó ayer como Piper McLean se despidió.

—Gracias, supongo —le devolví la sonrisa.

Sabía que me tenían por bruja asesina.

—Vamos, métete en el coche —me dijo Nico.

—Si vuelves a darme una orden, les voy a decir tu nombre completo y que lloraste con Titanic —le susurré—. Te vas a cagar en tus muertos y en los míos. Ahora cállate y siéntate con Thalia; yo voy delante.

Tras mi «breve advertencia», subí en el asiento del copiloto y ellos detrás. El coche arrancó, dirigiéndonos hacia el Empire State Building.

Fue un camino relativamente corto. Para mí siempre era corto, era solo la segunda o tercera vez que montaba en coche. Solo quería terminar con esto rápido, ir a casa a por mis cosas y encerrarme en la cabaña 2.

Subimos al piso 600 y nos escoltaron hacia el palacio principal. Nunca había subido, pero era tal y como me lo imaginaba. No me sorprendió demasiado.

Ya era hora. Entramos en las salas de los tronos. Thalia me dio la mano, sabía que escondía el miedo. Vi a los ojos a los dioses. Los ojos azul brillante de Apolo, tal y como me sonreía de niña. Los verde agua de Poseidón. Los de tono cambiante pertenecientes a Afrodita y los castaño fuego de Ares.

Paré en mamá. Mi madre, Hera. Sus ojos castaños brillaron con un relámpago verde, como los míos.

Zeus me miró y apreté la mano de su hija, clavándole las uñas.

La hija de Hera || Nico di Angelo|| ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora