Elenna Erevarld es hija de Hera, Diosa del Matrimonio, la Familia y las Mujeres casadas.
¿Cómo es eso?¿Cuándo fue que Hera engañó al mismísimo Zeus?
El Dios del Cielo no titubea en atacarla, pero no todos los Dioses están del lado del rey.
Ella es...
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Pov Percy
No podía creerlo. Con todo lo que había hecho Nico para que no se casara con Xander Ayres y ahora otra vez se iba a casar, esta vez con un desconocido. Uno de 10. Era muy frustrante, y lo peor era que ni si quiera era culpa de Elenna o del pueblo o el rey.
Era culpa de Cronos.
—Percy —me dijo Annie cuando Dyssy se hubo alejado un poco—. Tenéis que echar nuestros nombres. Todos. Cuánto más mejor.
—Pero...
Ella puso sus manos en mis mejillas de forma tierna y me miró comprensiva.
—Percy, Elenna no es solo novia de Nico, es amiga nuestra. Y tenemos que ayudarla y salir de aquí. Vosotros sois los únicos que tienen una oportunidad. Tienes que aprovecharla.
—Pero yo te quiero a ti.
Sonrió y me abrazó.
—Lo sé, sesos de alga. Te quiero.
Unos minutos más tarde, propusimos aquella idea: todos estaban de acuerdo.
Travis, Connor, Leo, Jason, Frank, Nico y yo. Éramos 7 y solo 10 serían seleccionados, pero muchos, muchísimos chicos del pueblo hacían una cola de 8 metros para meter su nombre en la urna.
Estábamos caminando por el pueblo cuando Annie y Piper corrieron hacia nosotros.
—¡Se buscan doncellas para la princesa! ¡Percy vamos a ir también al castillo! —exclamó ella, y en seguida la abracé.
—¿Todas? —preguntó Leo.
—Sí, pero algunas trabajaremos en cocina o lavandería. Lo mejor será que no nos veamos —habló Piper.
—¿Por qué? —preguntó Frank.
—Porque si ven a uno de los pretendiente de la Selección con otra mujer lo tomarán como alta traición y les cortarán la cabeza —explicó Reyna.
Jason tragó saliva.
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Pov Nico
Una mujer morena, que me recordaba a la presentadora esa de Los Juegos del Hambre a la que parecía haberle vomitado un unicornio encima, estaba en un escenario en el centro del pueblo, a punto de sacar los 10 nombres de la urna de cristal. Esta había sido reemplazada por una mucho más grande ya que estaba hasta los topes.
—¡Bien, caballeros, es su gran oportunidad! —anunció, y cogió un papelito—. ¡Bryson Lyndet!
Un chico de unos 18 años de cabello negro y corto por la nuca subió orgulloso. Sus ojos eran de un marrón oscuro, su piel bronceada, cejas pobladas y rostro marcado, largo y delgado. Era de hombros y espalda ancha, todo un militar.
