Elenna Erevarld es hija de Hera, Diosa del Matrimonio, la Familia y las Mujeres casadas.
¿Cómo es eso?¿Cuándo fue que Hera engañó al mismísimo Zeus?
El Dios del Cielo no titubea en atacarla, pero no todos los Dioses están del lado del rey.
Ella es...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Pov Percy
—¡Quietos ahora! —nos gritó Annabeth—. No me he sacado el carnet de conducir para que saltéis y gritéis como cabras ahí atrás.
—¿Cuánto queda? —se quejó Leo.
—Virginia es bonita —Travis pegó su cara a la ventanilla.
—¡Au! —exclamó Hazel—. Jason, esto es mi pie.
—Lo siento.
—¡Leo, apaga esa llama ahora mismo! —exclamó Piper.
—¡Es que tengo frío! Percy, pásame la manta.
—Están dentro de las maletas. Van a explotar.
—¡Mi ojo!
—Ups —Connor le dio un codazo a Frank sin querer.
—¿Cuánto queda? —rogué.
—¡Esa es la casa! —señaló Piper.
Era una mansión de piedra rodeada de árboles pequeños sin hojas y enormes robles nevados. Matorrales sin hojas y algunos cuervos.
—Y yo preocupándome por si íbamos a caber —habló Jason.
No fuimos muy silenciosos. Cuando estábamos bajando todo del coche, Nico salió a la puerta, algo más feliz que de costumbre.
—¡Han llamado de Canadá para quejarse! —exclamó.
—Muy gracioso —sonreí. Fue la primera vez que abracé a Nico en forma de saludo y no se tensó como antes.
Entramos a la «casita». Era increíble. Dentro hacia un agradable calor y olía a galletas de Navidad. Nos dividimos en habitaciones. Annabeth y yo soltamos nuestras cosas. Empezó a deshacerse las maletas mientras yo me asomaba a la ventana.
—El paisaje es una pasada.
—Es precioso —sonrió mi novia—. Terminaremos luego, quiero saludar a Elenna, aún no la he vivido.
—Nico dice que estaba haciendo algo... Ahora vendrá.
—¿Algo? —Annie frunció el ceño.
—Ni siquiera él lo sabía. Dice que a veces se mete en sótano y no dice nada.
—Seguro que está envolviendo regalos —le quitó importancia.
Ambos bajamos de nuevo esperando ver a Elenna.
Pov Elenna
Miré el símbolo en el suelo. No sabía lo que estaba haciendo o si quiera sintiendo. Pensaba que eran voces en mi cabeza y me estaba volviendo loca. Puse las manos en el centro, notaba que ardían.
—Ven a mí, princesa... —susurró su voz—. Sabes que lo deseas... Solo dilo....
