BROKEN HEARTS (CaptainSwan AU)

Capítulo 4: ¿Estás bien?

Las horas se habían escapado con tanta fugacidad ante sus ojos que ni siquiera era cociente de que el cielo, sobre su cabeza, ya estaba tintado de negro. En ese tiempo, tan cruelmente efímero, no pudo evitar pensar en ese mensaje, en esas palabras que resonaban en su mente con un desesperante eco. Lo había leído tres, cuatro, cinco... ya ni recordaba cuantas veces sus ojos esmeralda habían releído aquel mensaje antes de reunir el valor para devolverle las llamadas a Killian. No sabía que decir, pero necesitaba saber cual era el motivo de que necesitara hablar con ella. La curiosidad la estaba matando.

Así que después de insistir, y cansada de escuchar una y otra vez los interminables tonos de llamada, decidió ir al hospital. Con suerte lo encontraría allí y saldría de dudas.

Antes de ir a buscarlo fue a la habitación de Elsa para comprobar que todo estaba bien y hablar con Ruby, quizás ella sabría algo sobre Killian. Pero lo único que su amiga le pudo decir es que lo había notado muy extraño, incluso nervioso. Algo que le pareció raro, ya que la morena había sido su enfermera durante unos meses y sabía que el doctor Jones raras veces mostraba sus nervios. Así que debía ser algo importante lo que necesitaba contarle a Emma.

Ruby le aconsejó hablar con el mejor amigo de Killian, el doctor Whale, él seguramente sabría donde estaba. Emma recordó ese nombre, era el hombre que había hablado con ella en la sala de espera tras la operación de Elsa. No se demoró más, después de despedirse de sus amigas fue a preguntarle. Afortunadamente no tuvo que esforzarse mucho en buscarlo, al salir de la habitación se encontró con el rubio de bruces.

Y ahora, empezaba a pensar que haberle hecho caso y hablar con Whale había sido un error. Estaba en su pequeño coche amarillo, aparcada en una parte de la ciudad en la que nunca había estado antes, frente a un alto y elegante edificio.

Antes de bajarse, decidió revisar de nuevo la dirección que tenía apuntada en el papel que el doctor le había dado. Casi estaba roto,lo había doblado y desdoblado tantas veces debido a los nervios. No estaba segura de que presentarse en casa de Killian fuese una buena idea. Era de noche, seguramente no estaría solo, y ella no era nadie para presentarse allí. Nadie.

Pero debía hacerlo, Whale se lo había pedido o más bien suplicado, él también estaba preocupado por Killian. Ella no era la única a la que no le contestaba a las llamadas ni a los mensajes. Además, según las palabras del doctor tampoco se había presentado a trabajar.

Sin pensarlo más y con un pequeño movimiento de muñeca abrió la puerta. Colocó sus dos pies, cubiertos por unas botas negras de piel que llegaban casi hasta sus rodillas, en el encharcado suelo de nueva York. Aún sentada, con medio cuerpo dentro del coche, inspiró profundamente, llenando sus pulmones con una bocanada de aire fresco, intentando reunir el valor suficiente para subir.

Estaba lloviendo y como era costumbre en ella, se había olvidado el paraguas en casa, así que se colocó la cazadora sobre la cabeza, cubriendo con ella su pelo y parte de sus hombros.Bajó del coche y con una pequeño esfuerzo de sus cansadas piernas corrió hasta el portal. Aprovechó la distracción del portero, un joven moreno vestido de uniforme, que estaba ayudando a una mujer a meter sus maletas en un taxi y se coló en el edificio. No sabía por que lo había hecho, simplemente podría haberle dicho que iba a ver al doctor Jones, pero fue algo instintivo.
Al entrar se quedó fascinada por la belleza del lugar, era amplio y elegante. Las paredes estaban cubiertas por caras obras de arte y en cada esquina se podían ver modernas figuras. Killian debía ganar mucho dinero como cirujano para poder permitirse vivir allí. A ella casi no le alcanzaba su sueldo como enfermera para pagar su pequeño y modesto apartamento.

Se acercó al ascensor y las puertas no tardaron más de un minuto en abrirse. Entró y pulsó el botón de la planta que Whale le había indicado. Al sentir como las pesadas puertas se cerraban tras ella cerró los ojos y dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre la pared. Apoyó su cabeza sobre el frío espejo, mojando lo con su húmeda ropa.