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Él lo tomaba como nadie más lo hacía, eso era lo único que sabía. No había otro que lo hiciera cerrar los ojos con tanta pasión como él, la forma en que se apoderaba con sus largas manos de su cintura y lo atraía hacia sí mismo para lograr llegar al clímax y poder terminar juntos. Esa forma tan mágica e intensa en como lo miraba tenía algo adictivo para él, lo tenía tan cerca, sus respiraciones eran tan profundas y agitadas, confundiéndose entre sí y teniéndose el uno al otro. Tay quería que todo fuese real, pero solamente era otra mañana fría en la que las reacciones de su cuerpo no habían sabido controlarse y lo torturaban, lo obligaban a imaginar escenarios imposibles con ese chico y su miserable vida se apreciaba solitaria mientras lo hacía.

Suspiró profundamente, para caminar hasta el lavabo y mientras trataba insistentemente de limpiar cualquier rastro de sus manos, se miró al espejo empañado tratando de reconocerse solo un poco, pero se encontró con que su rostro lucía tal a como su corazón se sentía, vacío.

Negó con un movimiento repetido para tratar de olvidar sus pensamientos y se dirigió hacia su ducha, donde se daría un baño frío. Cuando por fin estuvo listo, bajo hacia la planta baja de su hogar y como la mayoría del tiempo, no había nadie más.

Miró por un momento hacia el comedor, solo su lugar estaba sobre la mesa y un desayuno le esperaba, camino hacia él, tomó el plato y se dirigió con él hacia la cocina, donde depositó todo sobre el bote de basura con mucho desprecio, para luego solamente salir de manera rápida hasta el gran estacionamiento de su casa.

—buenos días, señor— dijo un hombre de traje a la vez en que se presentaba frente a Tay.

—buenos días— dijo el menor sin prestarle real atención.

El hombre abrió la puerta del auto para Tay y este solamente se adentró con el fastidio con el que cualquiera contaría si tuvieran su vida.

El viaje transcurrió en silencio, Tay llevaba sus audífonos puestos y solo esquivaba cualquier intento de plática que el hombre que conducía intentara.

Cuando por fin había llegado al instituto, solamente espero que la puerta le fuese abierta y salió del auto sin decir más.

Tomó su móvil para revisar cuáles eran las clases del día y tratar de dar muerte a la escuela sin prestar tanta atención, porque Tay sabía que tenía la vida resuelta y lo que menos le importaba era tener algún tipo de reconocimiento de un instituto tan mediocre como en el que habían decidido trasladarlo.

Pero tenía que fingir, si algo le habían enseñado sus padres, era eso, pretender era su fuerte.

Con sólo poner un pie dentro del pasillo principal, todos lo miraban y querían acercarse a él, le causaba hastío y solo quería estar lejos de toda esa gente, pero en cambio mantenía la calma y se veía a sí mismo como el actor principal de la obra.

—¡Hola, Tay!— sin duda alguna este chico le aburría, se había mantenido acechándolo desde el principio, eso no le preocupaba, le aburría. Le dio una sonrisa de esas que las personas creían que eran reales y continuó acercándose al grupo de chicos que seguía mencionándolo, cuando se acercó, comenzó con el primer reto del día, el contacto físico.

—Tay, ¿Que tal?— se acercó a otro chico que había tenido por compañero desde su llegada al Instituto, mientras alzaba la palma de su mano como señal para que el contrario chocará la suya con la de él. Por un momento el de cabello platinado se quedó en blanco, pero entendió en cuestión de segundos, para con todo el dolor de su alma, corresponder el saludo, con un asco que por supuesto, supo ocultar.

—hola, chicos— dijo con gran amabilidad y delicadeza, tan "típica de él" dios, a veces se amaba.

—Te ves bien— dijo otro chico castaño con el que había entablado plática hace más de dos meses o algo así. Segundo reto, un pequeño abrazo despreocupado, realmente el asco que sentía lo superaba. Trató de ignorar todo el contacto forzado que había tenido tan temprano en el día.

GREEK GOD - [VEGASPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora