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Todo era diferente cuando estaba con ella, era el único momento en el que podía sentir que no tenía que cuidarse la espalda, sus brazos eran el lugar más cálido y era por esos momentos que Vegas sabía que si algo le importaba, era su madre.

Su sonrisa lograba contagiar a Vegas tan rápidamente que, solo verla le hacía olvidar cualquier otra cosa que tuviera en mente. Su madre era todo para él, pero su padre la hacía quedar siempre como una loca.

Después de sus clases solía visitarla, hablar con ella y esperar que sus abrazos no perdieran el efecto que tenían en él. Por lo general solamente lo dejaban estar con ella una hora, pero los años habían pasado y se había hecho muy buen amigo de varios asistentes del psiquiátrico y solían permitirle más tiempo.

Era un día como todos, se despedía de sus amigos y subía a su motocicleta para lograr estar a tiempo para ver a su madre, estando ahí, lo primero que hacía era pasar por registro, escribir su nombre y ser dirigido por un cuidador hasta el lugar donde su madre se encontrara, eran enormes pasillos y diversas salas espaciosas, todo especialmente filtrado por un ambiente silencioso y frio, pero Vegas estaba acostumbrado.

-Aquí es- señaló el hombre de traje blanco, indicando el espacio en donde se encontraba su madre.

Vegas agradeció y echó un vistazo hacia el espacio en el que se encontraba su madre, era una especie de estudio, habían pinceles y pinturas por todas partes, ella estaba de espalda, era una mujer pequeña y de cabello corto, ella estaba pintando algo que Vegas todavía no lograba entender, se acercó curiosamente de manera lenta, ante tanto silencio, cada paso fue vívido y rápidamente su mamá volteó, al instante se le formó una gran sonrisa en el rostro y terminó de girarse por completo para colocar el pincel que utilizaba en una mesa cercana y se encaminó hasta lograr que sus manos alcanzaran los hombros del pelinegro para atraerlo en un hermoso y confortable abrazo totalmente correspondido por el contrario, quién también rodeaba a su madre con sus brazos.

-Vegas, hijo- saludó su madre aún con sus brazos rodeándolo.

-Hola- habló Vegas de manera suave, mientras se reacomodaba y tenía una mejor visión de su madre, quién lo veía muy orgullosa de él.

-¿cómo estás? Ya te extrañaba- preguntó de manera cariñosa mientras se alejaba un poco para poder tomar el rostro de su hijo entre sus manos y verle con gran alegría y orgullo a lo que el contrario solo podía sonreír y mirar a su madre con ese brillo inusual en sus ojos oscuros.

Vegas sabía que estos últimos días no había tenido casi ningún acercamiento con su madre y se sentía muy mal por desaparecer sin un por qué... A veces solo solía sentirse fuera de sí y por lo general terminaba en la cama de algún desconocido, totalmente adormecido con el alcohol y en algunos casos con un par de golpes en el rostro. Miraba a su madre y como lo trataba y solo se sentía el ser más miserable e incapaz de merecer toda la seguridad que sus abrazos le daban.

-ya eres un chico grande- comentó la mujer mayor con cierto pesar en su mirada, pero aún con una pequeña sonrisa surcando de sus comisuras.

-¿no hay ningún jovencito del que quieras hablarme?- comento nuevamente hacia su preciado hijo.

-mamá... Sabes que esas cosas no me interesan- contestó Vegas mientras desviaba su vista hasta el suelo un poco intimidado por la pregunta.

-vamos, seguro que si hay alguien- insistió su madre, mientras veía a su pequeño incómodo por la conversación y le molestaba con su dedo índice sobre su brazo, a lo que Vegas solo pudo sonreír junto a su madre por la situación mientras negaba con el rostro ante la gran imaginación de su madre.

El pelinegro era honesto con su mamá, no le interesaba tener una pareja o cualquier cosa que de alguna forma exijiera un esfuerzo de su parte, esa era la verdad.

GREEK GOD - [VEGASPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora