Capitulo O4.

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Día O7.



Me levante temprano y baje a desayunar.

No era fanático de hacerlo, ni de levantarme temprano, ni de desayunar. Primero, claro, porque no me levantaba nunca a las 7 am y segundo porque nunca tenía ganas de cocinar, digo... no me daban ganas de agarrar unas malteada y prepararme un té o un café, prefería mil veces ir hasta la panadería de a la vuelta de casa y comprarme facturas, o bizcochitos, ya que yo me sabia los horarios, sabia cuando recién estaban salidos del horno.

Y Dios, tenía unas ganas de ir a comprar los bizcochos recién salidos del horno que hacen a las 8 am.

Pero no, ahora quería cambiar, era mi momento, digamos que nunca hice las cosas bien, porque no estaría como estoy, con más de 200 kilos.

- ¿Qué quieres Gee? – me pregunto Frank, y no lo pude evitar, sentí que mis mejillas se sonrojaron. "Gee" sonaba muy lindo de sus labios.

Espera... Gerard, ¿en qué estás pensando?

- Mmmm... no sé, ¿café? – le pregunte.

Tal vez algunos piensen que es muy normal en Estados Unidos tomar café, pero yo nunca lo había tomado.

- Bueno... - me dijo con una gran sonrisa, y a los segundos me trajo una taza de café.

Era negro, humeaba y no tenía un olor muy agradable, es más, a mí me gustan las cosas dulces, me gustan las chocolatadas, con mucho chocolate negro, y si como algo que no es dulce, prefiero los bizcochos suizos, o con grasa.

- No se ve muy... mmmm... - no dije más nada, ya que me quede mirando el café y Frank se rio suavemente.

- Pruébalo y después dime – me dijo y yo lo quede mirando con una ceja levantada – por favor... te lo hice yo – me dijo e hizo un pequeño puchero.

Y si hacia ese puchero, seamos honestos, podría darme de comer alimento para gato, que me lo comería y le diría que es lo más deliciosos que he comido en mi vida, aunque a los segundos termine vomitando todo lo que comí.

Acerque la taza a mis labios con desconfianza, lo quede mirando a Frank, y este solo sonreía, dándome más confianza, tome mucho aire.


Pero oh... grande fue mi sorpresa cuando solo toque mis labios con aquel liquido humeante, lo saboree y Dios, me pareció delicioso, me encanto.

Creo que me iba a terminar convirtiendo en un amante del café.

A la tarde comenzamos el entrenamiento, no quería irme de acá, me gustaba el instituto, era extraño... era como estar en otro mundo, donde no había comida chatarra, donde todo el mundo ejercitaba, donde todo el mundo se veía feliz.

Donde nadie me miraba como "un chico gordo" sino que me miraban como si fuera como ellos, algunos me veían felices, como queriendo saber cómo iba a quedar gracias a la ayuda de Frank. Pero todos tenían algo en común... todos me observaban con algo extraño en la mirada, algo a lo que no estaba acostumbrado, pero que no me incomodaba, sino que todo lo contrario me agradaba.

Me agradaba demasiado estar acá, me gustaba sentirme así, me gustaba no recordar a cada segundo que era una bola de grasa con patas; y aunque cuando bajara mi cabeza y veía mi enorme panza no hacía que me sintiera bien, saber que nadie me estaba juzgando hacia que no me sintiera tan mal.

Claro que Frank se ocupaba de que no me sintiera mal mentalmente, sino físicamente, torturándome con ejercicios que en mi puta vida pensé que iba a poder hacer.

Y a pesar de que un par de veces me tire pidiéndole que me dejara recuperar el aire, él no me dejo, y me demostró algo, me demostró todo lo que puedo dar.




Día O8.




Ya habíamos salido del instituto, mis cosas ya estaban empacadas e íbamos en un auto a tomar el avión para volver a mi hogar.

Pero no era lo mismo, esta semana Frank iba a estar conmigo, estos tres meses que me esperaban con él me iba a ayudar, me iba a acompañar. Y estaba feliz, me sentía más feliz que el primer día, cuando lo vi en la puerta de mi casa, cuando me dijo que me había escogido.

Y cuando llegamos y bajamos del auto, como era ya normal, todos me miraban, sus miradas eran horribles, y si hace tan solo unas horas era una persona feliz, ahora me sentía de nuevo una mierda.

Quise llorar cuando Frank fue a buscar los boletos, me mordí mi labio inferior y baje mi cabeza, pero sentía sus miradas en mi espalda, sentía que me apuñalaban, sentía que se reían en mi cara, me sentía horrible, y no mejoro cuando tuve que ir al baño, cuando no pude pasar por la puerta de frente y tuve que entrar de costado, no me sentía mejor con eso.

- Miren al gordito – escuche detrás mío, escuche las risas, escuche un par de bromas sobre mi aspecto y me moría por meterme adentro de un cubículo y llorar, pero eran pequeños, tan pequeños que me habían recordar aún más lo grande que era, era horrible.

Mire a un costado, desesperado, y había uno para personas en sillas de ruedas, era grande, siempre son más grande, y no lo pensé dos veces y entre, antes de que alguien entrara al baño (ya que estaba vacío) y me viera, y se siguieran riendo de mí.

Cerré la puerta y comencé a llorar.

Y no me importo sentarme en este sucio suelo, no me importaba el espantoso olor que había en el baño, nada de eso me importaba, porque solo quería llorar. Y aunque fuera tonto, gracias a mi llanto mi nariz se había tapado y ya no sentía aquel nauseabundo olor

- Gerard... - escuche la voz de Frank, mire por debajo de la puerta y pude reconocer sus zapatillas – en 20 minutos sale nuestro vuelo, así que no te demores – me dijo y yo me tape la boca para que no notara que estaba llorando.

- Bueno... - susurre, tratando de que mi voz saliera lo más normal que pudiera, pero no sirvió, Frank lo noto.

- Ábreme Gerard – dijo Frank, pero yo negué con la cabeza, lo cual era tonto, porque no me podía ver, pero no me iba a mover, no iba a abrirle.

No quería que Frank me viera llorar, no me gustaba que me viera llorar siempre.

- Si no me abres entrare por mí mismo – me advirtió, pero yo no le iba a abrir, la puerta tenia traba, no iba a poder entrar.

Pero Frank no era idiota, se recostó en el suelo y se metió por debajo de la puerta, en el espacio que había entre esta y el suelo (los beneficios de ser flaco) y entro adentro, se levantó del suelo, sacudió su ropa y me quedo mirando con los brazos cruzados.

- Espero que sea la última vez que me haces entrar así a un baño – me dijo en un tono de reproche y yo solo pude llorar más – Gerard... - susurro y suspiro, se acercó a mí y me acaricio la cabeza – ya nene... no llores – me dijo, poniéndose de cuclillas enfrente mío y acariciándome el cabello con sus manos.

- No... no me gusta... no me gusta que... que me miren... así... - le dije con la voz horriblemente ronca, y con mis ojos cerrados, tratando de que dejaran de caer lágrimas, pero no paraban.

- Ey... no seas tonto – me susurro, acercando mi rostro con sus manos y juntando nuestras frentes – que te miren, que vean al Gerard de ahora, porque será la última vez que lo verán – me dijo y abrí mis ojos, mi mirada estaba en sus labios, por la forma en que nuestras frentes estaban unidad, y tras ver la sonrisa que tenían estos, mi llanto se aligero de a poco – así que levántate, y vamos a volver a tu hogar, tenemos tres meses para que llores, no por miradas, sino por todo el ejercicio que te voy a obligar a hacer – me dijo, pero yo solo miraba sus labios.

Quería besarlo, pero nunca lo había hecho, nunca había besado a nadie, por más tonto que sonara.

Y era Frank, era quien me iba a ayudar ¿Por qué estoy pensando en hacer esto?


*



Cuando llegamos a casa, mi madre me esperaba con mi hermano en la puerta, ambos estaban felices de verme y vinieron corriendo a abrazarme.

Frank no conocía a mi hermano y creo que se impresiono al ver lo flaco que él era.

Y me sentí celoso, estaba celoso de que Frank mirara a mi hermano.

Entre a la casa enojado, y cuando vi el living mis ojos se abrieron de par en par.

- ¿Te gusta? – me pregunto Frank, detrás mío, mientras apoyaba su mano en mi hombro.

¿Y mi sillón? ¿Y mi televisor? ¿Y la mesa? ¿Dónde había quedado todo?

- Es... increíble – dijo sorprendido, sin poder dejar de mirar todos los aparatos de ejercicio que había en el living de mi casa – si me gustan... - dije, girando mi rostro y mirando a Frank a los ojos – me encantan... ¡Gracias! – me gire y lo abrace.

Frank se rio contra mi cuello y sin darme cuenta lo apreté un poco más.

Pero más que sentirme bien, me hizo sentir mal, mi panza hacia que sintiera a Frank como a seis metros de distancia de mí.

Pero sé que al finalizar el año, nunca más me iba a sentir así.

Kilo a Kilo - FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora